Qué plan

Ruta de los hermanos Bilbao: trazos y cinceles

Un itinerario por las obras imprescindibles en Sevilla de Gonzalo, pintor, y Joaquín Bilbao, escultor

Monumento de San Fernando en la plaza Nueva Jesús Spínola

Luis Ybarra Ramírez

En Sevilla, los personajes ilustres a menudo se cuentan de dos en dos: Antonio y Manuel Machado, Serafín y Joaquín Álvarez Quintero y, por supuesto, Gonzalo y Joaquín Bilbao son ejemplos de ello. Estos últimos hermanos, ambos artistas plásticos , nos reúnen este sábado al calor de sus obras, a través de las cuales podemos trazar interesantes rutas. Por la forma alta y personal de crear para la posteridad capas pictóricas de buen gusto y tallas en piedra o bronce que amenizan el paso del viandante. Por su huella en la ciudad, su compromiso, la adecuación de las escuelas anteriores a las más modernas y su noble legado merecen algo más que nuestra atención.

Los hermanos Bilbao nacieron en la segunda mitad del siglo XIX en una familia acomodada . Estudiaron a fondo las leyes bajo la norma de su padre, pero no tardaron en sucumbir por completo al arte. Se iniciaron en el estudio de Francisco y Pedro Vega. Más tarde, uno se haría pintor, además de buen organista. Otro escultor y, los dos, hombres educados en una profunda cultura que desembocó a trazos y cinceles. Siempre desde la sensibilidad y con una clara tendencia al costumbrismo.

Gonzalo Bilbao

Hay viajes que cambian vidas, y el que su padre le costeó por los buenos resultados académicos fue uno de esos premios con consecuencias amables. Se marchó a Francia e Italia. Después conoció Marruecos, América y otros países europeos que irían definiendo al ritmo de los tiempos su pintura . Se casó con María Roy Lhardy, hija de un banquero francés, y esta, tras su fallecimiento, donó numerosas obras de su marido al Museo de Bellas Artes de Sevilla.

Aunque una parte importante continúa en manos privadas, esta pinacoteca expone permanentemente algunos de los cuadros más conocidos de Gonzalo Bilbao, entre los que destacan «Las cigarreras» , «La Toillete» , «Noche de verano en un barrio de Sevilla» o «Patio de los bojes» , entre otros. Sus discípulos Vázquez Díaz y el extremeño Eugenio Hermoso también tienen su espacio en estas mismas paredes.

«Noche de verano en un barrio de Sevilla»

Habitualmente, su trayectoria se divide en tres etapas fácilmente reconocibles. La primera, de aprendizaje , donde retrata a la sociedad del momento. La segunda , marcada por sus grandes periplos, se define por la búsqueda de la luz y el color . Y, por último, en la tercera aplica todo lo aprendido hasta la fecha y llega a una serie de conclusiones que le permitirán hacer, por ejemplo, aquella fabulosa Fábrica de Tabacos o los rostros más bellos de las gitanas. La influencia de Velázquez, al que admiró con devoción, fue decisiva durante toda su carrera. Gonzalo Bilbao se impuso como una de las figuras más influyentes de los años que le tocó vivir.

Joaquín Bilbao

El sexto de doce hermanos, justo al centro de la diana, recibió una formación similar, incluso llegó a dedicarse a la abogacía. Sin embargo, la escultura iría ganando terreno en sus labores hasta que consiguió moldearla como una verdadera profesión. Junto a su hermano, en sus ratos libres, pintaba vasijas con acuarela. Luego se inició en el paraíso arcilloso de los tornos y empezó a trabajar junto a Antonio Susillo, su maestro , el gran escultor de la época al que le rodean una multitud de mitos y leyendas.

Joaquín Bilbao participó en exposiciones internacionales y también creó su grupo de discípulos, entre los que sobresale Enrique Pérez Comendador. Su firma quedaría escondida bajo algunas de las tallas más emblemáticas de Sevilla. Por su carácter icónico, así como su emplazamiento, la estatua ecuestre de San Fernando , conquistador de la ciudad, de la plaza Nueva es quizá la más memorable, aunque en el monumento colaboraron otros artistas de la época.

Mausoleo de Marcelo Spínola El Correo

En el Museo de Bellas Artes, se muestran piezas de su autoría , como el Busto de Flora Bilbao, «El beso materno» y «Carmencita». En la catedral, volvemos a encontrarnos con algunas de sus grandes estatuas. El mármol blanco cuidadosa y tristemente esculpido del mausoleo de Marcelo Spínola , en la capilla de los Dolores, conserva un tono de recogimiento al alcance de muy pocos. Asimismo, muchos de sus trabajos se distribuyen por los retablos y galerías del templo.

Pero Joaquín Bilbao también está en el Jesús del Dolor de la hermandad de las Cigarreras , en el Maese Rodrigo Fernández de Santaella del edificio de la antigua tabacalera, en el Divino Pastor de la iglesia del Sagrado Corazón y en los dos sayones y el soldado romano del paso de misterio del Cristo de la Coronación del Valle, que él mismo restauró. Por eso, decir ahora Bilbao es decir Sevilla.

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