Roberto Andó: «Trabajar junto a Fellini, Rosi o Coppola, fue decisivo para mí»

El cineasta italiano acaba de dirigir la puesta en escena de la ópera «La flauta mágica» de Mozart estrenada en el teatro de la Maestranza

Roberto Andó RAÚL DOBLADO

Marta Carrasco

En el año 1983 Federico Fellini dirigía su mítica película, «E la nave va», una historia fascinante de un barco que huye durante la Primera Guerra Mundial, lleno de aristócratas y artistas. Junto a Fellini, como ayudante de director, un joven y entusiasta Roberto Andó, que no llegaba a 25 años. En el film actuaba la coreógrafa y bailarina Pina Bausch, en el papel de «la principessa Lherimia». «Fué un rodaje fascinante. Una mañana, según recuerda Andó, Fellini me dijo: Roberto, va a llegar la señora Pina Bausch, la gran coreógrafa y bailarina, debes dedicarte a atenderla y cuidar de ella. Este no es su mundo, pero quiero que lo sea. Y así lo hice».

Roberto Andó está estos días en Sevilla donde ha llevado a cabo la dirección escénica de la ópera «La flauta mágica», estrenada en el Teatro de la Maestranza.

Durante su vida, Roberto Andó ha trabajado con nombres de la historia del cine como, Federico Fellini, Coppola, Francesco Rosi y Michael Cimino; llegó a la literatura a través de nada menos que Leonardo Sciascia; ha dirigido óperas como «Norma» o «El holandés errante» y, finalmente sus propias películas, «Viva la libertad» y «La confesión», dos films donde denuncia la situación actual de la sociedad con crudeza, y cómo los políticos no pueden ejercer aquello por lo que han sido votados, o se han convertido en personas corruptas.

—A tenor de sus películas parece que la ópera es para usted una válvula de escape.

—Quizás sí, no lo había pensado. Seguramente es por mi gran amor por la música, y por eso es un placer trabajar en ello. Cuando haces una película eres tú quien crea todo, y en la ópera estás en las manos del director musical y se habla de sentimientos indescriptibles. Como director de escena, es estupendo crear un paisaje imaginario que no tiene nada que ver con la realidad y sin embargo en mis películas, que son muy duras, me gusta tender ese puente con la realidad, aunque ahora esa realidad del mundo no sea positiva, proque la política ha naufragado en todas partes.

— ¿Tiene algún mecanismo para sobrevivir a esta situación?

—No. La gente está fascinada por personajes como Trump y Beppe Grillo, sin comprender que hablan de problemas reales de forma falsa. Debe regresar la política real para solucionar los problemas comunes.

—¿Y en todo este panorama, dónde queda la cultura?

—En mi película «Viva la libertad» incluí un fragmento de una entrevista a Fellini donde salía muy enfadado. Berlusconi había llegado a la política en Italia y habían empezado a cortar las películas. Fellini decía: «a un director no le pueden estar golpeando la cara». La cultura hoy en día es una voz marginada porque el mundo del mercado ha ganado. La cultura debe buscarse en lugares casi reservados y muy a menudo está a la sombra».

—Usted ha trabajado con grandes directores de cine, ¿le forjaron?

—Ellos fueron decisivos para mi.Fueron encuentros excepcionales. Mi generación era la de Nanni Moretti, autodidacta, y yo he hecho un recorrido como asistente de dirección con gente extraordinaria, sobre todo Fellini y Rosi, el primero el mundo fantástico y el segundo el mundo real.

—Es su segunda «Flauta mágica», ¿qué nos aporta Mozart?

—Creo que Mozart nos enseña a ser ciudadanos, a formar parte de una comunidad, aunque hayamos sido educados por padres autoritarios, primero de todo tenemos derecho a nuestra libertad. Por eso es la primera ópera en la que quiero que el público y los cantantes estén juntos.

—¿Hay mucho de cine en sus óperas?

—No lo sé. Creo que soy un esquizofrénico. Escribo, dirijo cine, teatro y ópera..,todo el mundo llega un punto de su vida que excluye cosas, y yo no, yo acumulo y sigo y sigo. En mí prevalece la curiosidad. El teatro ha influenciado al cine, pero son dos mundos diferentes. En el escenario puedes reproducir un viaje cósmico sin efectos especiales, esa es la magia del teatro.

—En 1992 junto a Daniele Abbado hizo un documental titulado, «El traslado de la Virgen del Rocío»...

—Si, hicimos un documental sobre el camino en un traslado. Fuimos con una antropóloga y era increíble ver aquella Virgen velada, cubierta, parecía algo abstracto. Hay algo de visionario en todo ello. Una experiencia maravillosa. Yo vengo de Sicilia y allí es un poco como Sevilla. Conozco la Semana Santa de aquí. En Sicilia la Pascua también es un momento importante y todos los ciudadanos hacen cuenta de sus pecados a través de las fiestas populares. Finalmente es también una forma de teatro, y me gusta muchísimo. Lo bello de la experiencia del Rocío fue atravesar el Coto de Doñana y sobre todo la dimensión del tiempo, durmiendo en una carriola..., te hace perder el sentido de la cotidaneidad.

—De vez en cuando le sale su alma siciliana.

—Nosotros, los sicilianos, hemos cogido lo peor de España y no lo mejor. Hemos cogido sobre todo el sentimiento intenso sobre la muerte, y no el de las inmensas ganas de vida que tienen ustedes y que es tan fuerte. Ese placer por la muerte..., yo no lo tengo, pero he crecido en esa cultura.

—¿Lo próximo que añadirá a su vida será el flamenco?

—Ojalá. Hace años estuve en Sevilla en un concierto de Camarón. Me gustó muchísimo y luego quedamos con él para cenar. Con la voz nos contaba todo, desde el momento del amor, del eros hasta el sentimiento de la agonía. Nos contaba la vida. Fue fascinante...

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