Flamenco SinCejilla
El reto de la bailaora Tamara Lucio con Becky G en Sevilla
Le ponemos rostro a la artista que está detrás de la anécdota, repasamos el primer disco de Rancapino Chico y nos sumamos al homenaje a Juanito Villar por sus cincuenta años sobre los escenarios
Becky G se pasea en chándal por los aledaños de la catedral. A su paso, dos bailaoras echan sus tobillos a pelear con los adoquines y se topan con la artista estadounidense. Hay cámaras registrando lo que sucede y, sobre todo, lo que está apunto de ocurrir. El encontronazo. Las miradas son firmes antes de que comience el duelo. Unas crujen sus cuerpos al compás de la bulería mientras la presentadora de los MTV EMA les reta con el sonido urbano de su altavoz. Al final, todos bailan, pero gana el flamenco, por supuesto. O eso es lo que nos ha contado Tamara Lucio, una de las bailaoras que no es callejera pero sí que estaba allí como protagonista de los hechos.
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«Todo estaba planeado», asegura la sevillana . La productora se puso en contacto para que el guitarrista Javi Gómez , Yasaray Rodríguez y ella grabasen el vídeo que después llegaría a 450 millones de hogares en 180 países del mundo. «Yo había escuchado antes la música de Becky G, pero la verdad es que no le ponía cara. Fue una experiencia muy bonita a la que se sumaron muchos que simplemente pasaban por allí», comenta Tamara. «"Al fin veo a alguien más bajita que tú" , eso fue lo que me dijo mi compañera Yasaray, que es de Cuba, cuando la vimos en persona», apunta entre risas.
Becky G. (@iambeckyg) esteve gravando algo exclusivo para a MTV nesta tarde em Sevilha, Espanha. #MTVEMA pic.twitter.com/I53ulp2Lzn
— Becky G. No Brasil (@BeckyGNoBra) November 2, 2019
Si bien nació en Sevilla, fue en Rota donde se crió, ofreciendo sus primeros destellos de arte en la peña Agujetas Viejo. Su ídolo más temprano fue Manuela Carrasco . También La Yerbabuena, Carmen Ledesma y Milagros Mengíbar, mixtura de estilos muy diferentes en la que encontró su propio camino. Pronto se trasladó a la Fundación Cristina Heeren para estudiar en sus aulas y acabó ejerciendo como maestra durante algunos años. Ahora pueden degustarla en el tablao El Callejón del Embrujo, donde, por cierto, actúa hoy. En realidad, nunca ofrece espectáculos en las aceras , «aunque esto económicamente puede ser más rentable que lo que yo hago». Ha viajado recientemente a Estocolmo y Helsinki y se ha convertido a fuerza de tesón en digna embajadora de lo que representa.
En el flamenco no se compite, sino que se comparte. Por eso las victorias valen el doble . Porque «a priori» no se buscan, sino que llegan. Simularon una batalla como suele hacerse en el rap y en otros géneros musicales y Becky G tiró la toalla ante el exotismo y la diferencia que le mostraron. El patrimonio material e inmaterial que alberga Sevilla se emitió en la gala de la cadena americana. Además, «nos trataron muy bien y nos dieron entradas para ver su show en directo», apostilla. Tamara Lucio es una de esas obreras del baile . Emperatriz anónima de obras de autor que algunos reconocieron en la pantalla y a la que ahora debemos dirigirnos por su nombre. No se llama «artista callejera».
«Por mi amor al arte», de Rancapino Chico: cincuenta minutos de verdad
Su garganta es de arena caliente y tiene la boca morena a causa del sol de Chiclana. Rancapino Chico no trata de sorprender a nadie con su primer disco, que se grabó en directo, sino que quiere sellar sus credenciales . Dulce, sensible, cálido.
Guarda en su pecho lo que muchos quisieran aprender y no pueden. Su lengua, a veces tímida, es una escopeta que echa flores por proyectiles y mima las palabras que afloran como rosas de su torso.
El momento de mayor inspiración llega en la seguirilla . El flamenco es del detalle. La gracia. Eso que sucede cuando Alonso se lanza caracolero hacia el «A clavo y canela» para volar en las eneas de otra dimensión.
También arroja luz a las bulerías, los tangos y las alegrías, que huelen a madera mojada. A brisa gaditana que viene empapada de olas y espumas que no son golpes, sino caricias.
Algunos dicen que llora el cante en exceso. Que lo deglute sin remedio como un recurso facilón que siempre le funciona. Es cierto que el tiempo ha de hacer mella en su eco. Que aún tiene que avanzar por el camino que ya comenzó, pero la dirección está clara y la dicta la voz quejosa de su padre en el primer corte . Estamos ante un cantaor que entra entre algodones por cualquier oído. Un ramillete de quejíos que miran a la costa con amor y buscan el arte en sus emociones, que desde que apareció este álbum ya son compartidas. Cincuenta minutos de una verdad a la que casi nos hemos desacostumbrado . Solo eso.