Poesía

La reivindicable cosecha poética de la Generación andaluza del 50

La reciente concesión del Premio García Lorca a Julia Uceda vuelve a poner el foco sobre unos poetas que, la mayoría, quedaron fuera del canon

La poeta sevillana Julia Uceda en una imagen de archivo J. G.

Jesús Morillo

El canon literario , la reducción para la posteridad de toda una generación a una selección de los mejores escritores, puede ser necesario para poder separar el grano de la paja y enseñar literatura en las aulas, pero también puede dar pie a injustificadas exclusiones .

Esto lo conoce bien una poeta como Julia Uceda (Sevilla, 1925), apartada durante décadas por motivos extraliterarios de un canon en el que comenzó a ser incluida tras ganar en 2003 el Premio Nacional de Poesía por la recopilación de su obra «En el viento, hacia el mar» , y en el que se ha consolidado tras haber logrado recientemente el García Lorca .

El caso de Julia Uceda puede ser paradigmático pero no es el único en la Generación andaluza del 50 , un grupo poético amplio y variado, con numerosos autores de interés y reivindicables actualmente, pero que en su mayoría han quedado fuera del canon de l a promoción poética del medio siglo, en la que figura solo un andaluz, el esencial José Manuel Caballero Bonald .

Las razones de que muchos estos poetas hayan quedado a la sombra de los consagrados son variadas. De entrada, se trata de una cuestión de cantidad . En torno a esos años se concentra una alta densidad de autores, hasta el punto de que el poeta y especialista Luis García Martín ha contabilizado «unos trescientos poetas» nacidos entre 1924 y 1938.

La década del 50 produjo una gran reactivación de la poesía en Andalucía

A ello, hay que sumar una cuestión como el reduccionismo del método generacional, como señala el especialista Luis García Jambrina , que ha hecho que muchos de estos autores, entre ellos muchos andaluces, «se hayan visto relegados en las antologías , encuentros, estudios de conjunto o manuales de Historia de la Literatura».

En ese sentido, el peso literario del grupo de Barcelona es evidente, con la figura de Jaime Gil de Biedma como el poeta más influyente de esa generación, que también tuvo una mayor proyección por la importancia económica y de los sectores cultural y editor que acogía la ciudad condal.

Estos factores, combinados con la escasa proyección que estos poetas tuvieron más allá de sus ciudades, hizo que los poetas del Sur estén «casi sistemáticamente omitidos de las nóminas —antologías— de la época. Solo el nombre de Caballero Bonald —asociado desde el principio al grupo catalán— aparece con más frecuencia», señalan los doctores en Filología María del Carmen Tejera y José Antonio Hernández Guerrero en «Poetas andaluces de los años cincuenta» (2003), un libro fundamental para acercarse a esta promoción poética andaluza.

José Manuel Caballero Bonald Gorka Lejarcegi

Es significativo, en ese sentido, que uno de los primeros en reivindicar la calidad de estos poetas en una antología, como fue el arcense Antonio Hernández , lo hiciera en un volumen que tituló «Una promoción desheredada» (1978).

De la vitalidad de la poesía andaluza de los años cincuenta es buen ejemplo que, salvo en Almería y Huelva, todas las provincias presentaron numerosas actividades literarias, con la fundación de revistas influyentes, de «Caracola» en Málaga a «Alcaraván» en Arcos de la Frontera, que reanimaron una región en la que poco antes la actividad poética se reducía a las islas creativas de «Cántico» en Córdoba y de Carlos Edmundo de Ory .

Solo en Sevilla, tal como recuerdan en su libro Tejera y Hernández Guerrero, se fundan «Guadalquivir» y «Aljibe», mientras que el Ateneo acogió en 1957 una lectura poética en la que participaron no solo los que fueron los promotores de esas publicaciones, sino algunos de los poetas que con el tiempo han dejado una mayor huella en la ciudad de aquella generación: dos poetas esenciales del último medio siglo, Aquilino Duque y Manuel Mantero , además la propia Julia Uceda, entre otros.

Los autores

Pero el de Sevilla es solo una muestra de lo que sucede también en otras provincias andaluzas. Así en Cádiz están los ejemplos del polifacético Fernando Quiñones , los hermanos Antonio y Carlos Murciano , y Julio Mariscal Montes un poeta cuya sombra se alarga hasta la actualidad; o en Málaga, los del desaparecido Manuel Alcántara , cuyos inicios literarios estuvieron marcada por una poesía profundamente humana; y María Victoria Atencia , una autora de culto gracias a una tan personal como rigurosa.

Pero hay más, como la fascinante personalidad del cordobés Vicente Nuñez o el humanismo de largo recorrido del granadino Rafael Guillén .

Todos ellos conforman el rico y variado mosaico de la poesía andaluza de los 50, en el que se puede trazar como una constante entre todos ellos, afirman los especialistas citados, «el especial cuidado por la palabra poética » y la importancia del «mundo andaluz en su conjunto (paisajes, gentes, formas de vida...», bien para ensalzarlo o para rechazarlo, que no es ajena ni a lo neopopular ni al influjo del flamenco . Una variedad estilística y una calidad literaria que «ocupan hoy un lugar destacado en la historia de nuestra poesía».

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