Crítica
Protegida de Euterpe
La flautista germana Dorothee Oberlinger protagoniza un memorable recital en el espacio Turina

Con Dorothee Oberlinger la temporada de la Orquesta Barroca de Sevilla (OBS) alcanza uno de los puntos más álgidos hasta ahora, al protagonizar la flautista germana un memorable recital que tuvo como protagonista la flauta de pico, desde la muy grave a la ... brillantísima sopranino, en un carrusel de ritmos, colores y melodías, y que unían la música italiana (directamente a través de músicos instalados en Londres o, secundariamente, de músicos que absorberían la exultante presencia ítala en la isla) con la expansión de la flauta dulce en toda Inglaterra.
Casualmente, la primera pieza, del compositor moravo afincado en Londres Godfrey Finger era un Ground, forma característica inglesa que se sustenta en la repetición de un bajo, y que en este caso la secuencia iterativa correspondía a la de una cadencia frigia, habitual en la música desde el renacimiento, y que nosotros reconoceríamos inmediatamente como 'cadencia andaluza'.
En l a 'Sonata op. 1 nº 11' de Haendel en Fa mayor destacamos la presencia contrastante del chelo de Mercedes Ruiz en el segundo movimiento, que proporcionaba un plus de intensidad, y en el exultante cuarto tiempo, junto al trabajo de Alejandro Casal introduciendo y dialogando desde el órgano, para recordarnos que lo que oíamos tenía origen en un concierto para este instrumento del mismo autor. El uso por primera en el recital de la flauta sopranino en Fa añadía un radiante virtuosismo tímbrico y técnico a la culminación de la obra.
En el viejo aire escocés 'Johnnie Faa' (Barsanti) oímos una melodía honda, antigua, reflexiva con olor a madera curada, a respiración acompasada, que cambiaba el signo mediterráneo seguido hasta ahora para enlazar con las tradiciones británicas... desde la óptica de un italiano.
El inglés William Babell fue uno de los pocos alumnos que Haendel tuvo de composición, así que con esta influencia no vamos a encontrar en su 'Concierto op. 3 nº 1' en Re mayor rasgo alguno de la niebla del Támesis, sino una luz diríamos que eléctrica, por unos movimientos extremos que supusieron una prueba para la flautista de todas sus dotes técnicas: escalas picadas alternando con motivos ligados a velocidades de infarto, a lo que se sumaba los numerosos adornos aportados por la intérprete mediante sucesión de notas ultrarrápidas , cada una en la escala correspondiente con su acorde.
El Sammartini que cerraba el programa fue otro regalo para el oído, pero todavía en modo de última pieza, porque nos esperaba otro espectáculo de luz y sonido con la primera y más refulgente propina: el tercer movimiento del 'Concierto para flautino' de Vivaldi , en lo que nos pareció un arreglo más rápido y agudo de lo habitual. Pero lo sorprendente de todo fue -nuevamente- la perfección en las articulaciones, la locura límpida de los adornos sin perder expresión ni musicalidad, sino al contrario. Ni que hablar del control de la respiración necesario para eslabonar las ringleras de notas y adornos sin que cada una perdiera su condición. Fervor del público finalmente, que significaba la petición de su vuelta mientras le quede aliento.
La orquesta, conducida por Miguel Romero, estuvo a la altura en todo momento, y a los músicos ya reseñados debemos añadir el fagot barroco de Eyal Streett , que protagonizó unos 'dúos' memorables con la flautista.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete