El Pele desangra la Bienal de Flamenco de Sevilla
El cordobés la lía en el Lope de Vega con un recital como Dios manda y enseña la diferencia que hay entre ser bueno o ser único
Cuando El Pele canta se apagan las farolas. Los maestros son la luz. Que no se nos olvide encenderla. Esta Bienal se ha dejado atrás el sol y está siendo demasiado oscura. Faltan los destellos del eco, las voces con las que al flamenco siempre le han dado las claras del día. Faltan los astros. Por eso cuando El Pele se busca, amanece. La verdad es muy sencilla: cantar es mucho más que saber. Es crear e ir olvidando lo creado. Decía Caracol que el cante no se hace, que lo que se hacen son los roperos y las mesitas de noche, el cante se crea. El Pele es caracolero también en eso, no solo en sus rasgos, también en el concepto. Ese gitano nunca canta igual. Ni él mismo sabe por dónde va a salir. A veces suena a noche y a veces a día. Pero siempre está flotando en los terrenos de la verdad absoluta. Se arropa de guitarristas de postín porque no le tiene miedo a los mejores. El Niño Seve por Córdoba. Diego del Morao por Jerez. Dani de Morón por los Gastores. El que pueda que lo siga. Él va a su aire. Y en cuanto abre la boca, suelta la luna un suspiro. Esta noche es buena. Vamos a tener que recoger botones del suelo cuando esto se acabe. Ha entrado en la fuente de lo jondo con una vidalita de Marchena. En el canon de Morente . Destrozando tópicos. La gitanería bebiendo en el búcaro blanco. Manuel es un aficionado descomunal. Mete las melodías de ida y vuelta por bulerías con acento romanceado para empalmarlas con los abandolaos. Demuestra que todo el repertorio es uno si la garganta sabe. Y sin despeinarse se calienta con una salida en la que se mide todos los registros. Carta de presentación luminosa: sabiduría, hondura y personalidad. Esa es la diferencia entre los buenos y los únicos.
Que El Pele canta por mineras como si estuviera hablando. Que no necesita director de escena para llenarlo todo. Que al cantaor de verdad le sobra con el cante. La soleá del cordobés con esa tensión rítmica es un monumento, aunque a la guitarra le sobran algunos contratiempos que sólo consiguen despistar de lo gordo. El Pele juega a la comba con el compás y marca siempre donde la letra tiene la puya, silabeando por encima de los tercios para darle sitio al silencio y recoger después todo lo que viene con retraso en un trabalenguas. Lo mismo le caben los gravísimos de la apolá que el reventón del macho de Cádiz. Lo digo más fácil: canta para él. No se parece a otro. Y todos quieren parecerse a él. A ver cómo se llama eso.
Meter el ay de la seguiriya en el final de la falseta es un sello. Apretarse el pecho cuando se le canta a la muerte es un gesto de autenticidad. Hacer los tercios cortos del Tío José de Paula a sangre es un santo y seña. A sangre. Así se titula el recital. Se trata de desangrarse en cada gañafón, de hacerse daño. Pero escuchando ese caudal infinito me hago una pregunta seria: ¿cómo sangra el alma? Creo que El Pele me ha descubierto que el alma sangra por la voz. ¿Y cuál es la profundidad de la sangre? ¿La sangre es un charco o un pozo? La queja del gitano es una hemorragia interna, busca siempre la salida por el centro, hacia el hueso. Y ahí, en ese lugar que creemos oscuro, está el alba del flamenco. En no tener nada pensado. En vivir al día. En seguir el programa de mano que va escribiendo el misterio. En cantar por tientos porque es lo que apetece, no lo que se ha ensayado. En obligar al mismísimo Bobote a dejar de hacer compás para decir un ole con el estómago. Esto es lo más vanguardista siempre porque construye el futuro sobre el alambre. No depende nunca de lo que el propio Pele cantó ayer porque él ya no se acuerda. Lo único que vale es lo que viene a continuación, que ni el cantaor sabe qué será. Lo dice sin complejos cuando termina los tangos: «yo no sé lo que viene ahora». La malagueña de Chacón mismo. El susurro. La del Mellizo. El desgarro. La de la Trini. Todo a la vez. El fandango de Lucena... Qué más da lo que venga. Viene todo por derecho. Apagando farolas. Reconstruyendo el cante por dentro, no por la superficie, que es lo que permite llevar el mar hasta Córdoba por alegrías. El Pele rompe olas en la Mezquita. Es un río de sangre que llega hasta Sanlúcar desde Medina Azahara. Es Góngora y Alberti . El Pele es lo que tiene que ser la Bienal. El sol del flamenco. La luz que queda encendida en lo más alto.
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