Crítica de música
Orígenes, plenitud y actualidad del violonchelo
El ciclo «Otoño Barroco» trae a los escenarios sevillanos a los principales músicos radicados en la ciudad, como el violonchelista Aldo Mata
No podemos olvidar en cada concierto de este «Otoño Barroco» que organiza la Asociación de Amigos de la Orquesta Barroca de Sevilla (AAOBS) destaca el cuidado que se está teniendo en traernos los principales actantes musicales de la ciudad, a veces poco conocidos. Y no hablamos sólo de músicos sevillanos sino, como en este caso, de músicos radicados en Sevilla y cuyas enseñanzas sin duda tendrán repercusión próxima en el ambiente musical de la ciudad.
Hablamos en esta ocasión del violonchelista madrileño Aldo Mata , quien además de regentar la cátedra del conservatorio superior de Sevilla , es un laureado especialista del universo barroco. Lo oímos en un programa al hilván de dos suites de Bach , precedidas de dos «ricercari» de Domenico Gabrielli por ser -en palabras del propio Mata- uno de los primeros compositores en escribir específicamente para el instrumento.
Ya nos hemos referido repetidamente a la eufónica acústica de la Sala Turina , pero no lo suficiente del público que nuevamente llenó el recinto (en aforo Covid, pero con entradas agotadas): gozan de buena salud (ni una tos), pueden prescindir un rato del móvil y saben, a pesar de la ausencia de programas de mano, los movimientos de las obras para no aplaudir sin que hayan terminado.
Viene al caso porque, en ese silencio expectante que precede a la primera obra, Mata desplegaba toda la sonoridad de su Joseph Nadotti (1787) sobre las notas tenidas del Ricercare VII, que fueron tomando la sala. Era el inicio -de nuevo según el intérprete- de un camino que partía de la tonalidad oscura, para muchos áspera, de Re menor para, final y triunfalmente, alcanzar la luminosidad de Do mayor, tonalidades que compartieron el primer ricercare y la Suite nº 2 Bach, en el primer caso, y el «Ricercare III» y la Suite nº 3 en el segundo.
Si ambos autores significaban el inicio y la culminación de la literatura violonchelística , en medio Mata nos dejó oír el hoy del instrumento, mediante la obra «Scena. Da Euridice», de Bruno Dozza, presente en la sala, y que suponía su estreno mundial . Vimos cómo desde el principio el instrumento quiso ser polifónico, buscando esa sensación de cantar y acompañarse mediante el trampantojo del ágil juego de melodías más agudas sobre bases más graves o las dobles y triples cuerdas para buscar abiertamente la polifonía, conseguida o sugerida (en la que el oído debe colaborar).
Ni que decir tiene que Mata domina la multitud de recursos del instrumento, sobre un sonido envolvente, pleno, rico, pero a la vez ligero, sobre todo si pensamos en una huida de las sonoridades solemnes y mayestáticas de algunos grandes intérpretes pasados de las suites de Bach.
Es como si pusiera poco peso en el arco, que así se movería con total liviandad y presteza (con riesgo de algún «pitido», algo que casi no ocurrió), además de sobre una dicción que pudiera recordar la del teatro barroco, donde la acentuación silábica era de una gran riqueza y diversidad .
Naturalidad y fluidez
Su contrapartida fue como recordar a esos locutores que enfatizan una parte de la palabra o frase y nos quedamos sin oír bien el final («Giga» de la «suite nº2»). Pero, por lo mismo, el resultado era de una naturalidad y fluidez aplastante , también porque el pulso rítmico se desplazaba con lo anterior, a veces incluso en las «danzas» más marcadas.
Sin duda lo mejor vino de este discurso coherente , distinto, personal y único. Y recordemos que no conservamos la partitura autógrafa de Bach, sino cuatro copias no exactamente iguales, por lo que no hay una versión «absoluta», abriéndose así una puerta a la iniciativa.
Acaso por eso Mata tampoco hizo las repeticiones, que todas las piezas de las suites, binarias, tienen, excepto los preludios. Sólo los grandes maestros se atreven con ellas, y el tiempo no dio nada más que para dos, de memoria, y todavía nos dejó como regalo el «preludio» de la «nº 1». Y con las muchas versiones que todos hemos podido oír de esta breve pieza en nuestra vida, acaso sea esta una de las mejores.
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