Crítica de Danza. Festival Internacional de Itálica

El mundo mágico fue «Giselle»

El Ballet de Letonia interpretó varias piezas de «El Corsario» y el segundo acto del histórico ballet blanco

Tutús románticos entre las ruinas de Itálica ÓSCAR ROMERO/FESTIVAL ITÁLICA

Marta Carrasco

El ballet blanco siempre atrae a un público que, aunque no sea afín a la danza, se siente atraído por esta época clásica. El Ballet de Letonia repite este año en Sevilla, y es que fue la única compañía que pudo programarse con tan poco tiempo (el pasado marzo), para estas fechas en las que la mayoría de los elencos están de vacaciones o de gira. Ha sido una propuesta protagonizada por las féminas de la compañía, frente a tan sólo cinco varones.

Dos propuestas históricas, «El Corsario» de Petipa y aportaciones de Leimanis, y «Giselle» , con la coreografía remontada por el Ballet de Letonia que año tras año guarda como un tesoro estos títulos. Ambas componen imágenes muy vistosa por el vestuario clásico utilizado. El cuadro de las odaliscas con sus enormes guirnaldas de flores y vestidas a lo oriental, fue el inicio de la velada.

«El Corsario» es una adaptación del poema romántico de Lord Byron publicado en 1814 sobre el amor de un pirata por una esclava. El Ballet de Letonia es un elenco experimentado, pero estoy segura que pueden realizar esta obra con mucha más eficacia técnica que lo que vimos el otro día en Itálica, que tuvo muchos pequeños fallos en los remates de los pasos, giros, saltos y colocación grupal.

No ocurrió igual con «Giselle». El programa sólo presentó el segundo acto, por lo que el público que no conoce la obra no sabía porqué estaba sucediendo aquello de los espíritus en los bosques, llamadas «Willis», la reina Myrtha, el príncipe Albrecht, Hilarión el leñador... y Giselle. Esta fascinante historia de amor requiere gran técnica dancística.

Muy diferente las féminas de Letonia en este segundo acto. Limpieza de movimientos, expresividad, buenas puntas, giros y colocación exquisitas. Quizás tenían más ensayado «Giselle» que «El Corsario». A pesar de ello, en el «Corsario» se vió patente la teatralidad y la mímica del ballet clásico tan tradicional como hermosa. Algún momento brillante en los «fouetté en tournant» de Alise Prudane.

En el segundo acto, «Giselle», la ejecución a tempo lento de la Reina de las Willis y el dramatismo de Giselle, roles interpretados por Alise Prudane y Elza Leimane, fueron los momentos cumbre. Ejecutaron las variaciones con gran precisión. Ambas bailarinas poseen amplia extensión, hermosos braceo característico de la Escuela Rusa, e impecables puntas, sobre todo en los movimientos corales en los que intervienen todas las mujeres de la compañía, haciendo cruces en equilibrio de gran dificultad. El elenco nos transportó sin duda, al mundo sobrenatural de las Willis.

Hace tiempo que no veíamos en Sevilla esta joya del ballet romántico. Al menos hemos podido contemplar el segundo acto, a pesar de que quien suscribe estas líneas prefiere ballets completos, a galas de fragmentos. En cualquier caso, el público se lo pasó en grande, sobre todo, disfrutando de una excelente aunque parcial, «Giselle».

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