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Miguel Poveda: «Me hace gracia que hay quien ya no me considera cantaor de flamenco»
Entrevistamos al artista catalán, que actúa hoy, mañana y pasado en Fibes, reseñamos el álbum de Paco Soto y tratamos la primicia de Riqueni, quien prepara nuevo álbum
No ha tardado en agotar las entradas para sus tres noches en Fibes, que arrancan este mismo viernes. De lejos, Miguel Poveda parece una estrella del rock que canta flamenco , pero en realidad es solo heredero de una tradición longeva que él ha tomado sin complejos, tratándola desde el único prisma posible: su conciencia actual. La ceremonia con la que festeja treinta años de trayectoria no es una apuesta por un concepto, sino la excusa perfecta para descobacarse, en el mejor sentido de la palabra. Un mirar hacia atrás e hilvanar a Los Chichos con El Canario, Tijeritas y Lole y Manuel.
«El tiempo pasa volando», pero le ha dado tiempo de hacer muchas cosas, ¿no?
Copla, flamenco, Lorca... No hay mejor forma de celebrarlo que con la buena respuesta del público en un lugar como Sevilla, que me ha dado tanto...
Al ser considerado una referencia, ¿pesa la losa de la responsabilidad cuando afronta nuevos proyectos?
No tengo ese lastre, porque no me considero «la primera figura». Soy un trabajador de esto que lo hace lo mejor que puede y seguramente nunca al gusto de todos.
¿Qué parte de este disco ha disfrutado más?
Siempre me apetece más la parte del cante, ya que me genera un compromiso. Esto es puro culto. Lo otro responde a la reivindicación de unos artistas que fueron importantes durante mi infancia y también mi punto de partida: El Luis, Tijeritas, Manzanita... De ahí salté hacia todo lo demás.
Todo este sonido, por su carácter genuino y desprejuiciado, ha vuelto ahora con mucha fuerza.
Y me alegro. Eran artistas de mucha calidad como para venderse solo en gasolineras. Quien diga que no escuchaba a Los Chichos en la carretera, miente.
¿Hay quien va a sus conciertos para disfrutar, por ejemplo, del «Quiero» de Bambino y sale siendo un poco más aficionado al flamenco?
Que eso suceda es una buena noticia. En mis espectáculos hay de todo y yo no escatimo en la duración. Me explayo en el repertorio, aunque ahora hay quien dice que ya no soy cantaor de flamenco.
¿Eso le dicen?
Solo algunos. No es una queja, pero me hace gracia. Lo que más hago es cantar. ¡Es mi día a día!
¿Qué ha sido lo más difícil de estos treinta años de carrera?
No es sencillo llegar hasta aquí. Lo peor han sido las malas caras y las críticas cuando han venido de los propios compañeros. Eso me desencantó del mundo artístico.
Despidámonos con un buen sabor de boca: ¿y lo mejor?
Pues la otra cara de la moneda: el cariño de la mayoría de mis compañeros. Parece un tópico, pero al final es lo que me llevo.
«Dos Mares», la simplicidad obligada de Paco Soto
Hay músicos que cuando se abrazan a su instrumento suenan a orquesta . Con seis cuerdas y un sinfín de alternativas en cada traste, brillan como si estuvieran acompañados por otras guitarras cuando en realidad están solos frente a un océano de melodías posibles. Esto es exactamente lo contrario que sucede al escuchar los «Dos Mares» de Paco Soto. Un álbum que consigue bellas armonías en algún momento, pero que resulta falto de recursos en líneas generales.
Parece que su toque sencillo no es una opción escogida, sino un camino obligado ante la imposibilidad de hacer otra cosa , por eso el disco está plagado de detalles que no se ejecutan de una forma demasiado convincente. Justo, además, en el momento histórico en el que la técnica superdotada es la virtud más extendida.
A pesar de ello, sí consigue piezas interesantes por lo que a la composición se refiere y, sobre todo, con las colaboraciones de Duquende, Jorge Pardo y el cantaor David de Jacoba . Y es que lo que le rodea, percusión, flautas, voces, se vuelve absolutamente imprescindible para sacar el proyecto adelante. Para lograr también los estribillos pegadizos que crean una agradable atmósfera de fondo. Sin esto, hablaríamos de surcos vacíos.
Paco Soto nació en Águilas y fue criado en Tánger, de ahí que toque entre dos mares y que haga guiños a ese paisaje místico de niño que quiso ser guitarrista. ¿Lo más atractivo de su último trabajo? El camino conjunto que toma de la mano de sus compañeros en la soleá por bulerías y en «Samara» . Sal indispensable de su guiso.
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