Crónica de la Sección Oficial
Menos mal que nos queda Portugal
‘Diarios de Otsoga’, el cine se sacude el Covid
Quedaba pendiente hablar de ‘Diarios de Otsoga’ , donde al portugués Miguel Gomes le sienta bien la alianza con Maureen Fazendeiro para rebajar las pretensiones de sus tres ‘volumenes’ de ‘Las mil y una noches’ y regresar a su querido mes de agosto, si bien en lectura inversa (‘otsoga’), remontando el tiempo en vez de desplegándolo cronológicamente. Gomes y Fazenderio están al tanto de la imposibilidad de un verano como el que filmara Rozier en ‘Orouet’ —si bien ‘Los náufragos de la Isla de las tortugas’ quizás sea la película que aquí les preste más colores, magia, psicodelia y sana locura—, pues el ocaso de los modernos no ha hecho sino aumentar la intuición de Rivette de que para alcanzar la simplicidad cada vez sería más alta y extenuante la inversión de recursos. Lo que aquí se traduce en ese ir hacia atrás como último conjuro para abrir el film a lo inesperado ; tanto que se sale de la tenue ficción hacia un rodaje en tiempos de Covid que se aprovecha par dar merecidos palos a las ‘film-commissions’ y celebrar la paradójica alegría documental de una malabarista troupe de cine en un retiro ‘boccacciano’.
De ‘The Arbor’ (2010) a esta , la californiana Clio Barnard ha pasado de promesa ‘british’ que sometía los clichés realistas a procesos de extrañamiento a la total integración en el sistema. ‘Ali & Ava’, comedia romántica interracial e intergeneracional que se recorta sobre el reconocible ‘Northern industrial town’ que cantara Billy Bragg , reúne y mastica todos los conflictos de la pareja imposible desde ‘All that heavens allows’ . Claro que aquí en vez de Sirk está a los mandos una cineasta de cámara flotante, que ha abandonado su previa tendencia a las rupturas líricas y aleación de texturas y ya no aguanta más de cinco segundos una toma. Así, cualquier atisbo de vitalidad e imprevisión —justamente lo que pretende transmitir el argumento del amor impensado— queda aplastado por la gramática del férreo guion.
Lo que más nos deprime del cine europeo se concentra en ‘Medea’ , que mezcla solemnidad, pretensiones, cursilería alegórica y sexo más o menos explícito con los enervantes tics del audiovisual televisivo, para el que el punto de vista es ese vaivén psicótico que puede llegar a espiar los poros de la piel de un personaje si se le antoja. El ruso Zeldovich cree estar descubriendo la pólvora en cada encuadre de esta poco imaginativa actualización del mito a caballo entre Rusia e Israel. Curiosamente, la fidelidad a los giros más crudos del tema mitológico le resta cualquier capacidad de sorpresa a un film que se vuelve terriblemente tedioso.
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