FLAMENCO SINCEJILLA
Manolo Franco y Niño de Pura, dos maestros de la guitarra expulsados del conservatorio
También analizamos el disco del joven cantaor Edu Hidalgo y atendemos a la última iniciativa para ofrecer al turista el flamenco de la mejor calidad en Sevilla
Uno enseñó su gracia después de buscar el amargo sabor de las rosas al fondo de su aljibe y con un Giraldillo en la yema de los dedos . El otro, por su parte, ansió bohemias con las manos cargadas de electricidad mientras iba soportando la embestida por fandangos de aquellas rondas interminables en las que Valderrama, Farina y Antonio Molina le decían eso de «tócame uno más, niño».
Manolo Franco colocó su guitarra en los labios de Sevilla y selló los trastes en los escalones de su primer y único álbum en solitario para robarle ese sonido autóctono que con mimo se ha quedado. El Niño de Pura se rompió los brazos desde los puños rojos de su camisa hasta la coleta extinta para crear un universo de picados, contrapuntos y movimientos imposibles en las mismas seis cuerdas en las que todos juegan.
Son los compadres, Manolo y Daniel, los dueños de una generación de guitarras sublimes con nombre propio, quienes de pronto han sido expulsados del Conservatorio Superior Rafael Orozco de Córdoba por carecer de una titulación que no se requería cuando fueron contratados hace 15 años.
«Y a mí, ¿quién me da el título?» , se deben preguntar cualquiera de los dos cuando se silencia el sonido de sus sonantas. ¿Algún antiguo alumno suyo? ¿Manolo Sanlúcar, Pepe Habichuela? ¿Quién puede enseñar flamenco? ¿Quién ocupa ahora la silla donde hasta hace unos días se sentaban estos dos excelsos músicos sevillanos? ¿No es un insulto al arte jondo que le nieguen la entrada a las aulas a dos sus máximos exponentes? Es más, ¿deberían volver si finalmente los trámites se resuelven y le permiten el acceso? ¿No basta en sus currículum que hayan compuesto algunas de las obras más relevantes de los últimos tiempos, que hayan acompañado a lo más granado del cante y que le hayan abierto la mente y las manos a varias generaciones de alumnos? A la calle los dos.
Los grandes intérpretes de la guitarra flamenca han transmitido sus conocimientos durante siglos sin titulación alguna y, en la mayoría de los casos, sin saber descifrar los pentagramas. Por eso, decirle a Tomatito, Vicente Amigo, Rafael Riqueni o a cualquiera de los dos maestros que ocupan este espacio que no pueden enseñar es excluir la naturaleza del flamenco del conservatorio . Cerrarle las puertas a los mejores. Extirpar el futuro de los alumnos que ahora no podrán sentarse junto a ellos para formarse de manera profesional.
El Título Superior de Flamenco, además, no existía antes de su llegada , por lo que todos los que lo poseen lo han recibido a través de Manolo Franco y El Niño de Pura. Lo paradójico es que de repente, después de más de una década, necesitan lo que ellos daban. El caso ha causado una gran polémica y tendrá que solucionarse en los juzgados.
«Lo que siento y lo que soy», de Edu Hidalgo, el descubrimiento de una voz
El álbum «Lo que siento y lo que soy» trae una sorpresa consigo: una voz. La herida honda que Edu Hidalgo, profesor de Ingeniería de Telecomunicaciones de la Universidad de Sevilla y, ante todo, cantaor flamenco , ha querido registrar en diez cantes. No presenta demasiados recursos más allá de una elegancia quejumbrosa que siempre imposta hacia delante y rara vez decide recoger, pero batalla con solvencia en la seguirilla, la cabal del Tuerto de la Peña que popularizó Antonio Mairena y la soleá por bulería, donde dibuja detalles que recuerdan al Nano de Jerez. Una ópera prima que le sirve de carta de presentación y ofrece algo de consuelo y esperanza a los aficionados menos optimistas.
Las letras las firma José Luis Rodríguez Ojeda. Su nana es delicada . Los jaleos, pausados . Y, mientras el disco del extremeño resuena en la habitación que está tras estas líneas, pienso que quiero que rebusque en lo que ya tiene. Quiero oír sus tonos bajos, que auguro dolientes. Quiero verlo caer por ese filo afilado en el que juega . Quiero verlo crecer, pelear y desarrollar esa forma a veces mágica con la que deja abiertos o cerrados los finales de cada tercio. Quiero más fandangos cortos: El Sevillano, Gordito de Triana, aunque en la línea del Carbonerillo o Calixto Sánchez también brille. Y quiero, en definitiva, escucharlo de nuevo para continuar con esta búsqueda abstracta de destellos. Porque los discos solo son buenos si al final nos apetece cantarlos.
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