Música
Ara Malikian, vivir una pandemia en más de 200 conciertos
El violinista, con quien compartimos toda una jornada de trabajo desde la prueba de sonido a la actuación, es uno de los artistas que más ha actuado en todo el mundo en los últimos meses. El 27 de diciembre actúa en Sevilla
El calor, a esta hora, se ha instalado en las calles de Madrid, incidiendo con especial profusión en el asfalto. Es verano. Faltan meses para que Ara Malikian vuelva de nuevo a Andalucía (este lunes 27 de diciembre estará en el Teatro de la Maestranza), pero decide compartir con ABC de Sevilla unas palabras. Comprueba el estado de su bragueta antes de salir al escenario, lo primero que hace siempre, asegura, desde que en mitad de un concierto descubriera que la llevaba bajada. Le espera el Wanda Metropolitano con un aforo de 4.000 personas . Bastantes, pienso yo. Pero pocas, comenta su mánager, en un espacio al que podrían asistir 50.000. Poco a poco, pues las restricciones, que ahora están de regreso, entonces eran mayores. Antes de ese momento, el virtuoso violinista ha sudado junto a sus compañeros de oficio durante la prueba de sonido, que empezó, con mascarilla y 40 grados de temperatura sobre el césped del estadio, a las 18 horas. Desde unos metros más allá del fondo Sur, se ha ofrecido a comentar con este medio sus sensaciones previas a una actuación que aún se encuadra en una situación anómala.
De ascendencia armenia, origen libanés y nacionalidad española, este artista de acento limítrofe se ha convertido en uno de los que más ha actuado durante la pandemia de todo el mundo. Con 190 conciertos a su espalda, o 220, si contamos las noches en las que dio dos pases para evitar la devolución de entradas a causa de la reducción de los aforos, se ha vuelto un experto de este contexto extraño: «Estoy deseando ver personas mientras toco. Desde hace tiempo solo veo búhos. Un par de ojos sin boca ni rostro» .
Ha estado girando con ‘Petit garage’, el proyecto que sucede a ‘Royal garage’ , donde hubo de que reducir los elementos con los que jugar. Ahora acaba de publicar un nuevo álbum: 'Ara'. En febrero de 2020, antes de que el coronavirus azotara España, sus citas por el extranjero cayeron como las fichas de un dominó, por lo que sus acompañantes habituales tuvieron que entrar en ERTE. Felipe Altamira, su tour manager, vivió todo aquello esperanzado, a pesar de las circunstancias: «Somos 20 los que viajamos en el equipo de Ara Malikian. Para que se lleve a cabo un evento de estas características, sin embargo, están implicadas de forma directa unas 80 o incluso 100 personas: acomodadores, sonido, seguridad… Se ofrece mucho trabajo. Por suerte, y aunque se nos viniera abajo toda una gira mundial y hayamos tenido que esforzarnos el doble para ingresar mucho menos, hemos sobrevivido currando sobre todo en España. Como podemos, pero aquí seguimos con un calendario intenso por delante».
Desde los camerinos
El final de la prueba de sonido da lugar a un silencio con entidad, que suena en sí. El público, salteado, va rellenando los vacíos del Wanda Metropolitano mientras Ara Malikian, desde los camerinos, reflexiona con aparente tranquilidad sobre sus preocupaciones: «Cuando salgo al escenario me olvido de todas las dificultades. Me da igual si estoy ante cien espectadores o ante mil. Ahí solo trato de tocar de la mejor forma, me centro en lo artístico, en tener la manos calientes. Lo demás se me olvida». Ensaya, de media, unas dos horas al día , y desde hace ya varias décadas no ha dejado de tocar. «Hará como cuarenta años que no abandono el violín durante un tiempo prolongado. Alguna vez me ha sucedido que he tenido que estar dos días sin tocar; el tercero ha sido un completo desastre...».
Los meses de confinamiento los pasó en casa, junto a su familia. «Si puedo sacar algo positivo de aquello es que mi hijo descubrió que tenía un padre y yo que tenía por ahí un hijo» , bromea. «Estoy exagerando, claro, pero pararme tanto tiempo con él y con mi mujer nos dio para mucho. Compusimos, nos aburrimos, nos divertimos... Mi hijo está obsesionado con los calamares. Tiene unos padres un poco raros, así que no le iba a dar al chico por los leones. Un día me preguntó cómo sonaría un calamar robótico, así que me concreté varios días para hacer una canción. Ya ves: en el confinamiento teníamos tiempo para todo tipo de chorradas. Cuando al fin se la mostré, me miró muy serio y me dijo: esto no suena a un calamar robótico, es claramente una sepia. Ahora lo tocamos en nuestra gira. Ha sido un placer inspirarme en él para componer piezas que recientemente estamos estrenando».
Todo gira en torno a él, que se pasea con una botella de refresco en la mano, pantalones color fantasía y atuendo de personaje de Mad Max. Aún así, nunca ha sufrido de ego : «Mi éxito no llegó de la noche a la mañana . Tuve que formarme en música clásica, conocer muchos mundos y géneros musicales, embarcarme en proyectos muy diferentes y conocer a gente adecuada para poco a poco ir dándome de forma natural y progresiva a conocer. Tocar para el público, y no para un par de expertos, me liberó. Ahí empecé a disfrutar de verdad de la música. No quiero hacer interpretaciones con carácter historicista, sino emocionar a alguien».
En algún momento de la charla tiene que firmar sobre un photocall, donde dejan su huella los músicos que van pasando por ahí. Bastantes, señal de que esta industria se recupera lentamente de las asperezas. Alguien le pregunta por una escala que le perturba, que aún no está fina. Otro le saluda. Y él hace y deshace mientras le resta importancia al calor: «Peor es la humedad..., que también hay», se ríe. Los próximos meses lucen colmados de citas en su almanaque; tendrá que sudar mucho más. No es que no haya semanas de vacío, sino que apenas dispone de un par de días libres seguidos para hablar de calamares con su hijo. «Estoy muy agradecido a los programadores y a todos los que vienen a verme. Soy consciente de que muchos compañeros han trabajado muy poco o nada este año . A nosotros nos ha costado, pero hemos tenido buenas oportunidades».
Esta, la de actuar dentro del Festival Río Babel de Madrid, es una de las más importantes en lo que al público se refiere. Su tour manager comenta la principal mejora que se ha experimentado durante este tiempo: «Al principio lo malo no eran solo las cancelaciones, sino los aplazamientos. Reorganizarlo todo constantemente, devolver entradas, viajar a Canarias sin saber si al día siguiente podrás hacer tu show , actuar en Huesca, que confinen el municipio y que no pueda ir la gente de los pueblos… Esa fase inicial de ir haciendo equilibrismo por una cuerda, aún con excepciones, se ha superado en cierto modo. Esperemos que no vuelva».
Música para los mayores
Todo parece afinado para que Ara Malikian se olvide de lo mundano y empiece el ritual para el que ha sido llamado. Los asistentes, entre los que se ven numerosas personas mayores gracias al avance en el proceso de vacunación que experimentamos a principios del pasado verano , reconquistan un terreno que les había sido arrebatado: el de divertirse. Regresan, en muchos casos, por primera vez a un evento de estas características. El ocio medido ha vuelto y ellos lo celebran con una promesa de risa en las sienes. Fotografiándolo todo, sorprendidos. Preguntando a hijos y nietos qué resorte del móvil tocar para aventurarse incluso con un vídeo. Escrutan el estadio como si fuera una nave caída de otro lugar. Inmesa. Esperan pacientes a que el arco quejumbroso y bello de Malikian rompa la monotonía del murmullo, que lo hace con puntualidad.
La música de Ara Malikian es como la realidad que nos está tocando vivir: absolutamente impredecible . Una rapsodia da pie a un bolero. El rock se transforma en experimento y justo después en lirismo, folclore y más raíz. Hay pausas y éxtasis. Melodías que se cuadran en ritmos imposibles y bailes que no enturbian su ejecución. Todo suena fronterizo. La gente aplaude su absoluta entrega, donde va intercalando composiciones con un sinfín de anécdotas de tinte surrealista. Dos horas transcurren en unos pocos minutos cuando los más temerosos llevan ya largo rato convencidos. Aquello es seguro. El broche de oro lo coloca el libanés cuando se ajusta la mascarilla a las orejas y se pasea frotando con intimismo sus ideas por entre los asientos. Comparte con todos la ‘Nana arrugada’ , una pieza frágil, dedicada a todos los mayores que meses atrás murieron solos.