Llueve danza en el Teatro Central

Estreno en el coliseo sevillano de «Rain» de Anne Teresa de Keersmaeker

Marta Carrasco

«Rain» es un alegato, una forma de decir, quiero bailar y no parar. Es una ceremonia, un ritual alrededor de la danza que Anne Teresa de Keersmaeker creó en el año 2001 con la obra minimalista de Steve Reich titulada «Music for 18 Musicians» realizada en el año 1976.

El teatro abierto, casi sin hombros. Un redondel enmarca el escenario que está plagado de rayas rectas de varios colores como si fuera un cuadro de Mondrian. El redondel está formado por cordones tipo cortina de color gris que terminan en borlas. La primera visión es espectacular.

«Rain» es un trabajo de precisión que llevan a cabo diez bailarinas, siete mujeres y tres hombres, que empiezan a correr alrededor del escenario, una espacio que nunca queda sólo. El diseño de luces es fundamental para esta obra junto al vestuario, que en principio aparece como algo simple, pero que no lo es. La gama de colores del vestuario va creando ambientes, y los bailarines se van cambiando de color del atuendo, que no de "modelo", generando ambientes de colores tierra, colores pastel o fuertes rosas. Los cambios son casi invisibles, pero ello es fundamental para la obra.

Anne Teresa de Keersmaeker ha creado un paisaje geométrico a base de variaciones, giros, velocidad, delicadísimos cruces en una danza casi acrobática donde la más mínima vacilación crearía el caos. s un baile a base de pulsaciones musicales. La danza no se detiene jamás en una coreografía coral donde nadie destaca y todos lo hacen, a pesar de la juventud de este elenco de Rosas que, sin aún mucho peso dramático, defiende de manera muy eficaz y brillante este lenguaje de Keersmaeker que es tan exigente y que necesita de una inusual energía.

El público que abarrotaba el Teatro Central asistía a esta ceremonia donde las frases danzadas componían tantos momentos que casi era imposible verlos todos a la vez, con un elenco inmerso en una irrefrenable energía colectiva que conectan unos con otros.

Es un júbilo este «Rain», un homenaje a la danza, ahora que muchos se empeñan en relegar el movimiento en pos de otras disciplinas artísticas. Bailar, bailar, es lo que nos ofrece Keersmaeker con una poética que nos deja sin palabras y eso es lo que nos gusta: ver bailar.

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