Crítica de música
Lento amanecer de luz mediterránea
Comenzamos otra temporada de la OBS, lo cual supone un triunfo para música de calidad en esta ciudad, por los tiempos que corren y, al parecer, los que se avecinan
«Hemos hecho un largo camino»: con estos versos de Virgilio se podría resumir tanto la trayectoria de la orquesta desde su creación como la celebración de la primera vuelta al mundo, que siempre tuvo como referente el comercio de especias y que enriqueció a la República de Venecia.
Albinoni está enterrado en San Marcos y Vivaldi fue violinista de la orquesta de la basílica. Y se iniciaba el periplo con la destacada solista coreano-australiana Suyeon Kang . Su violín parecía de pequeño sonido, como parte de la orquesta; y aunque la op. 9 de Albinoni integre al solista en el grupo, alterna perfectamente un estilo imitativo -más que fugado, sobre todo en el último movimiento-, con otro de intensos motivos rítmicos; sin embargo, lo que oímos fue un «totum revolutum» ajeno a estos planteamientos, y de sonido mate.
Como podemos imaginar sólo por el título, «Las naciones antiguas y modernas» dan para el contraste y el colorido. Telemann recoge en 8 movimientos ambas tendencias dentro de cada país e incluso se puede aventurar una plasmación de la segunda guerra nórdica entre sus tiempos. La luz vivaldiana está presente, pero el violín no emerge como solista; sin embargo, no hubo la «caracterización» esperada de tal riqueza estructural.
Tras el descanso la surcoreana parecía haber cargado las pilas del violín y de su espíritu e hizo uno de los Vivaldi más espectaculares y brillantes que hayamos oído en directo. Es verdad que el «ritornello» vivaldiano tiene sentido vertical, acórdico, marcado, y tiende al agudo, mientras que los episodios, extraordinariamente virtuosísticos, son delicadamente subrayados por el «continuo» y a veces suavemente por los violines, de manera que las texturas resultan siempre más diáfanas. Por otro lado, el aspecto descriptivo de «La tempesta di mare» que abría la segunda parte contribuyó a desatar un vendaval que continuaron en la Sonata de Albinoni , culminando brillantemente en el «Grosso Mogul» vivaldiano. Y ahí todo un festival, todo un despliegue de virtuosismo y musicalidad, sobre unos motores rítmicos descomunales, que llenaron la sala de luz mediterránea, tanto como en su momento «iluminaron» el resto de Europa.
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