Crónica
Kevin Johansen deleita en Sevilla con su elegante y ecléctica propuesta
El cantautor brindó un brillante concierto enmarcado dentro del ciclo Pop CAAC
La de anoche era una de las citas marcadas en rojo en el programa de la presente edición del Pop CAAC, el ciclo que cada año se organiza en verano en uno de los patios del imponente Monasterio de la Cartuja. Llegaba Kevin Johansen, el artista de más éxito internacional de cuantos desfilaran por las tablas cartujanas este verano .
El cantautor nacido en Alaska y nacionalizado argentino cuenta con una nutrida parroquia de seguidores a ambos lados del charco, y ello quedó reflejado en la que a buen seguro será una de las mejores entradas del ciclo .
Johansen se presentó con un quinteto de músicos (incluyendo al propio cantante) de primer nivel, destacando su batería Enrique Roizner , a quien dedicó el tema «Ni idea», de nítidas reminiscencias brasileras. A punto de cumplir ochenta años (!), el percusionista argentino es una leyenda viva de la música popular al haber formado parte de bandas de clásicos absolutos como Vinicius de Moraes, Astor Piazzolla, Toquinho e, incluso, de Frank Sinatra (durante una de sus giras sudamericanas).
Con una dilatada trayectoria a sus espaldas, Kevin Johansen demostró que sigue fiel a su credo primitivo, ése en el que prima el mestizaje y el eclecticismo y que le libera de las imposiciones de cada uno de los múltiples géneros que interpreta (anoche sonó a cumbia, milonga, pop, rock country, tango, bossa, trap, etc.), con la enorme virtud de «faltarles el respeto» —como él mismo explica medio en broma— sabiendo poner a crecer nuevas pieles y nuevas formas. A veces mejores, a veces peores, pero siempre las suyas.
Las fabulosas «En mi cabeza» y «Baja a la tierra» fueron la carta de presentación de un show con marcados aires andinos que si bien no tuvo momentos apoteósicos, siempre planeó por las alturas del bello cielo sevillano. Y es que la música en directo de Kevin Johansen cala como esa lluvia fina casi imperceptible (el clásico chiribiri) que parece flotar en vez de caer, y que sin embargo si te expones demasiado tiempo a ella puede ser lo suficientemente copiosa como para terminar empapando tanto como una tromba de agua.
Al principio disfrutas de sus canciones de un modo pausado, casi plantado en la quietud, pero poco a poco el veneno de su música va surtiendo el efecto previsto por el artista. Y lo hace de manera suave, sigilosa e inapreciable, hasta que en un momento del concierto miras a tu alrededor y a ti mismo mientras suenan temas como «Cumbiera intelectual» o «La gente más linda» (una de las dos únicas canciones que interpretó de su flamante disco «Algo Ritmo») y te percatas de que todo el recinto está bailando (incluido tú). Sin estridencias, sí, pero bailando.
Y todo eso (y más) lo hace y lo logra sin darse aires de genio, haciendo gala de una cercanía inusitada con el público hispalense (sin obviar la numerosa colonia argentina que se hizo notar con arengas y vítores), invitando en varias ocasiones a quien quisiera a subir al escenario a bailar . Una convocatoria tan espontánea como inesperada que los asistentes aceptaron con alegría. Así, se pudo contar hasta una docena de espectadores danzando al mismo tiempo sobre las tablas del escenario (mucho mejor, por cierto, que el de pasadas ediciones).
En la recta final recurrió a «Anoche soñé contigo» y «Guacamole» , dos de sus temas más importantes, ésta última cantada entre el público (regalando abrazos y besos), para rematar subiendo otra vez al escenario y haciendo cantar uno detrás de otro a todos los integrantes de la banda. Todo en perfecta armonía, todo muy cercano, en definitiva, todo muy Kevin Johansen.
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