Teatro

Juan Echanove: «Sin la cultura a este país no lo confina ni Dios»

Los días 17, 18 y 19 de julio el actor presenta «La fiesta del Chivo» bajo la dirección de Carlos Saura en el «Singular Fest», en el marco de la Plaza de España

El actor Juan Echanove Vanessa Gómez

Luis Ybarra Ramírez

Habita donde trabaja. Entre el escenario y las bambalinas, en las salas de ensayo, en los guiones manchados de café que por primera vez descubre como quien se acerca a un persona que todavía no conoce. Curioso, encendido. Juan Echanove es el protagonista de «La fiesta del Chivo», una obra de teatro basada en una novela de Vargas Llosa que dirige Carlos Saura y que los días 17, 18 y 19 se presenta en el «Singular Fest» , que tendrá a la Plaza de España como telón de fondo. Él, mientras tanto, espera la llegada al lugar en el que Peter O´Toole firmó uno de sus grandes papeles como un niño en los días previos al 6 de enero: sin la necesidad de ocultar que está nervioso. Ha viajado por el celuloide y por Madrid, Barcelona, Ávila y todos los rincones de este país que tan bien conoce. Más hombre que maleta, cuenta los días a nudillo para mirar al público desde donde le corresponde: el escenario.

Y Sevilla.

Todo mi repertorio lo he presentado en Sevilla, entre el Lope y el Central. Durante un verano, de hecho, viví en el Lope de Vega. Pedía que me dejaran dormir en el despacho del director para seguir con los ensayos al día siguiente. No creo en las casualidades: este proyecto tenía que llevarme hasta aquí. No he nacido en Sevilla, pero tengo una vinculación muy especial con esta ciudad.

Ahora viene a un enclave importante para el mundo de la interpretación, donde se rodó una parte de «Lawrence de Arabia», «Star Wars» e, irónicamente, «El dictador».

Noto en el ambiente que está todo para que queden tres noches para el recuerdo. Lo que se va a producir es una especie de exorcismo. Ante 800 personas, con todo preparado, con las medidas de seguridad pertinentes y los nervios a flor de piel. ¡Lo ansío!

¿Qué va a encontrarse el espectador?

Cartel de la obra

Una mujer que vive en EE.UU, que consigue escapar del régimen dominicano de Trujillo, que es hija de un prohombre del régimen. Este, de nombre, Cabral, entrega a su hija menor al dictador en sacrificio sexual. Después de treinta años, ella vuelve a ajustar cuentas con su padre: ahí es donde se materializa lo que vivieron y el fantasma brutal de ese tiempo.

¿Cómo ha sido trabajar con Carlos Saura? Él, de usted, ha señalado que es «un tío estupendo, con carácter, pero se puede negociar con él».

Hay que ser agradable y exigente. Saber que tú eres el actor, él el director, uno de los grandes, además, y ahí no perder los papeles. Saura, en el último tramo de su vida creativa, ha encontrado en el teatro una vía para desarrollar unos conceptos profundamente estéticos. Tiene una sensibilidad enorme también para el cine, la fotografía, la música, la danza, la pintura... Es un creador serio.

Rompamos tópicos, o confirmémoslos: ¿la juventud va al teatro?

Bastante más que hace diez años. La gente joven, cuando detecta que el teatro te da la oportunidad de ver algo único, irrepetible y físico, accede. Y si les gusta, vuelve. Antes, les gustaba, pero no volvían. Ahora sí. Y hay un teatro para esa franja de edad.

¿Eso fue lo que le llamó la atención como espectador cuando era niño?

Yo nunca he sido espectador.

No me diga que no va al teatro.

No, no. Sí que voy. Pero llevo en esto desde que tengo 17 años. Cuando voy yo veo el montaje, la producción, la escenografía..., detalles que por suerte los demás no se plantean, porque van a otra cosa. Disfruto desde esta mirada profesional.

«Lo que se va a producir es una especie de exorcismo ante 800 personas. Lo ansío»

«Si la Constitución reconoce que todo ciudadano tiene derecho a su acceso, señores, la cultura es un bien de primera necesidad»

¿Qué papel ha jugado la cultura durante el confinamiento?

Sin la cultura a este país no lo confina ni Dios: series, películas, libros (estos sin pasarnos de frenada)... Históricamente, sin embargo, la cultura está a la cola de todo. Hemos pasado muchas crisis antes que ésta, pero esta vez nos hemos levantado de forma instintiva. Si la Constitución reconoce que todo ciudadano tiene derecho a su acceso, señores, la cultura es un bien de primera necesidad. Eso distingue a esta crisis de otras.

¿Son las series, por la forma en la que las consumimos, fraccionada, por capítulos, sustitutas de los libros?

El principal problema creo que no es ese. El conflicto más grave es estructural, de raíz: no hemos conseguido un sistema educativo pactado por todos donde instruyan a los chavales en los principios de la convivencia, la tolerancia, la lealtad, el sentimiento de país, también la lectura, el amor. Esta es la última oportunidad que nos da la vida para reaccionar: o llegamos a un consenso sobre Educación y Sanidad o no duramos otro empuje de la pandemia. Estamos mezclando muchas cosas, pero todo está relacionado y parte de lo mismo. De lo endémico.

Cada uno puede ayudar desde su posición, ¿qué han de hacer los artistas?

Conocemos este país como nadie, porque lo hemos recorrido y trabajamos participando con los espectadores. Sabemos de necesidades, de lo que se cuece, sobre todo si no vas por la vida como una maldita maleta, sino como un ser humano. Sé cómo está Sevilla y cómo está Soria, por eso tenemos que colaborar en la reconstrucción del país a través de la cultura.

Le esperamos en la Plaza de España.

Me encuentro física, espiritual y profesionalmente mejor que nunca. Nunca he tenido tantas ganas. Si por mi fuera, saldría en chándal con un «Sevilla no me ha dejado» a la espalda.

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