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Juan Carlos Romero: «Soy un soldado al servicio del flamenco»

La presentación del álbum «Río de rostros» este sábado en el Teatro Lope de Vega de Sevilla se ha aplazado por la situación actual

Juan Carlos Romero en la plaza del Museo Juan José Úbeda

Luis Ybarra Ramírez

Hacer lo que te da la gana es un lujo al alcance de muy pocos. Juan Carlos Romero podría presumir de muchas cosas, pero una de ellas es que se encuentra exactamente en esa posición. Así nos descubrió un universo intimista con paisajes lúgubres e importantes ausencias en «Paseo de los Cipreses» y justo después nos enseñó otra carta de su colorida baraja: «Río de rostros» . Una «obra que parte de la idea de mostrar a los poetas actuales en vez de a los clásicos a través del flamenco y otros géneros musicales», explica el guitarrista onubense.

Se ha acercado con su instrumento a los textos de Benítez Reyes y Félix Grande, entre otros, junto a las voces de Carmen Linares, Lucrecia o Pepe Roca . La presentación de este álbum en el Lope de Vega, que iba a tener lugar este sábado, se ha aplazado a causa de la situación actual.

«Durante mucho tiempo me he sentido con el flamenco como un soldado al servicio de una causa. Lo soy y lo seguiré siendo, pero he llegado a la conclusión de que no tengo que tener miedo de traicionar a nada, pues no hay mayor causa que la de aportar desde mi libertad» , aclara. Esta autonomía creadora solo se logra través del conocimiento. Él, además, la ha obtenido con fuerza por todo lo que le avala.

Ha trabajado con Montserrat Caballé, Enrique Morente, Rocío Jurado y Turronero. Está detrás de varios largometrajes de Carlos Saura, ha producido parte de lo mejor que han grabado Miguel Poveda, Arcángel, El Pele o la ya mencionada Carmen Linares. Y todo eso al ritmo de las olas de su propia trayectoria como solista. Porque este es uno de los que se encierra en el estudio a desnudar los trastes con cariño, pero de forma eminentemente compulsiva.

Compone, toca, acompaña, produce, escribe. Sabina le envió cinco poemas para que él se quedara con uno en su último disco, Manolo Sanlúcar le buscó por debajo de las piedras tras conocerlo de joven en unos cursillos en Jerez de la Frontera y Morente , para su sorpresa, le invitó a una tarde de toros en la Maestranza. «Mi primer contacto profesional con el maestro fue en la Bienal, en el estreno del espectáculo “A oscuras”. En uno de los ensayos me propuso ir con él a ver a Curro Romero a la plaza. Yo acepté y allí nos hicimos amigos».

Tiene paladar, referentes y algo muy valioso para los que cargan con un carrera completa a los hombros: ideas nuevas. La firma Juan Carlos Romero no se ha convertido en signo de éxito ni resultados comestibles para las grandes masas, sino en una certeza de calidad. Más difícil si cabe, porque en alguna ocasión ha aunado las dos cosas. Desde aquí, por todo ello, le clavo en la frente el título de protagonista sigiloso del flamenco de las últimas décadas . Puesto que ocupa con la mirada gacha y cierto pudor, tal vez pensando en su siguiente proyecto.

«La guitarra en el tiempo», de Santiago Lara: los dioses de seis cuerdas

El espectáculo con el que el guitarrista jerezano desembarcó en el Flamenco Festival de Nueva York es el de la presentación de este disco en el que reúne lo mejor del toque en directo. Lo arriesgado de esta apuesta es el hecho de acercarse a un legado que para muchos es religión. Lo seguro, por otro lado, radica en el objetivo. El pintor que trata de calcar la capilla Sixtina se enfrenta a la dificultad de un camino y a la certeza de que lo que tiene entre las manos resulta sublime . Insuperable para sí mismo. A la vez ajeno y de todos.

Con la ejecución solvente y la virtud que define a toda su generación, la pulcritud técnica, interpreta himnos de seis cuerdas. Primero, los cimientos: Ramón Montoya en la rondeña que sentó las bases de este toque y a la que Enrique Morente puso voz en «El pequeño reloj» de forma magistral, la soleá de Niño Ricardo y la farruca de Sabicas . Tras ellos, los nombres que vuelven a cambiar las reglas del juego: Paco de Lucía con su rumba decimonónica y el «Río de la miel» que abre «Luzia»; el trémolo apoteósico de la «Oración» de Manolo Sanlúcar y la elegancia natural y andaluza de «Maestranza».

También se cuela por los trastes el aire de Moraíto en la bulería y a Vicente Amigo en «Reino de Silia». Respeta lo intocable y añade una composición al final que de soslayo podría parecer que él se proclama el siguiente escalón en la evolución. Algo irreal. Vamos a entenderlo mejor como que solo bebe de todos ellos, así disfrutaremos sin crispaciones ni enfados.

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