Bienal de Flamenco de Sevilla

Joselito Acedo ante un imponente Alcázar

El guitarrista sevillano ha presentado su nuevo álbum, «Triana D.F.»

Joselito Acedo presenta su nuevo trabajo en la Bienal Juan Flores

Luis Ybarra Ramírez

Romántico viajero, la Triana donde Sordillo echaba su eco a dormir por los soportales y los Pelao quemaban sus penas a martillazos en un círculo rojo ya no existe. Joselito Acedo no le toca a los recuerdos de otros, sino a lo vivido en un barrio que tuvo y en el que algo queda. A la calle Castilla, al Altozano, al Tardón. Pero a las localizaciones de hoy. Callejero. Revoluciona las clavijas y halla el aire urbano que persigue por tangos, aflojándolo todo. Por momentos, y esto es grave, veo más al acompañante que resuelve cómodo que al concertista . Un recital, por tanto, con ideas radicalmente propias, pero también debilidades. Qué enorme es el Alcázar. Qué difícil cubrir con intimismo sus oquedades. Qué trabajo cuesta extirpar ese ole de la última fila.

Fue el abuelo de los Amador, procedente de Almería, uno de los que popularizó algunos de los estilos de Levante que después se cantaron en el arrabal. Por ahí llora. Busca el letargo estentóreo de las cuerdas bajas, los silencios, con pausa. Y pertenece a la contracultura porque piensa y ejecuta diferente al resto. Con una técnica más austera, pero tratando de sonar a sí mismo , como le sucedía, en cierto modo, a ese gitano de barbas pobladas de nombre Manuel, al que venera. Soleá por bulerías, un cuarteto de cuerda que entra y sale, Ismael de la Rosa poniendo la garganta al servicio de la guitarra y Paco Vega creando resonancias en la percusión. Bulerías veloces, soleá para Riqueni, con apuros, más pasajes con lo rítmico como protagonista y, finalmente, el zapateado.

Yo he echado de menos en ese escenario quizá lo que ya no está : un mandil de lunares, una cadera rota por tangos, una mano descarada a la bragueta, una lengua de arcilla o de fragua, no sé, para que así lo de ayer se topase de bruces con lo de hoy. Parece que su sonanta lleva al mástil sus iniciales, custodia cosas que contar y esta vez este extenso Alcázar le ha puesto su dedo en los labios del instrumento.

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