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José Luis Rodríguez Ojeda: «Nos queda mucho tiempo de no reconocernos frente al espejo»
El poeta de Carmona acaba de publicar «Casi todas mis letras para el cante»
«Casi todas mis letras para el cante» se lee con un tarareo natural en los labios. Su autor, José Luis Rodríguez Ojeda, profesor de Lengua y Literatura, se ha jubilado, pero ahora trabaja más que nunca. Deglute libros, contempla su obra como poeta y como letrista, etapa que prácticamente culmina con esta entrega , y aporta lo que tiene de un lado para otro tras varias décadas de folios en blanco, ideas plasmadas en negro y relatos cincelados en unos pocos versos. Su oficio, hasta hoy, ha sido el de gritar con la pluma trasvasando heridas propias a gargantas ajenas. Es flamenco y supo ceder ante las casualidades.
¿Cuántas letras ha escrito durante el confinamiento?
Ninguna. No me parecía oportuno.
Hemingway lo hacía de pie y José de la Tomasa mientras canta, ¿como escribe usted?
Tengo un proceso muy asentado. Trabajo por encargo para hacer obras. Yo me lleno del espíritu del cante y de los estilos, me vienen sus intérpretes y variantes y ahí una cosa me lleva a la otra, impregnándome de lo que quiero lograr. Me interesa que sea literaria. Es decir, que se pueda leer. Rimo los versos a menudo en consonante, porque ayuda a la sonoridad y a la temática.
Sus escritos tienen voz antes de nacer.
Así empecé con Calixto Sánchez. En los 80 trabajé para Curro Malena, José Parrondo, Miguel Vargas a través de Francisco Moreno Galván, quien nos puso en contacto... Me inicié con ellos, haciendo tres o cuatro discos al año, y he terminado con otros como Laura Vital, Manuel Romero, Rubio de Pruna y Edu Hidalgo. Lo dejo, porque seguir sería repetir lo que ya he hecho y quiero centrarme en mis otros textos.
¿Qué ha de tener una letra para que sea flamenca más allá de la estructura?
Partir de los elementos cercanos a la realidad y alcanzar la difícil combinación de sencillez y hondura.
Detrás de la poesía popular hay poetas de nombres desconocidos, ¿no?
La calidad de la misma, que ya la reconocieron autores como Lorca, así lo demuestra. Creo que en la época de los Cafés Cantantes debió haber una pequeña bohemia interesada en el mensaje literario del flamenco que fue armándolo de contenido. La prueba está en que muchas de las letras que se hacen hoy día no tienen la universalidad ni la altura que ellos consiguieron. Es una teoría mía, pero no hay nada documentado al respecto.
Recuperemos una al azar de su libro: «Me miro y no me conozco,/me pregunto qué será/lo que están viendo mis ojos». El mundo está raro.
Lo de la universalidad no solo se refiere a la persona, sino al momento. Que cobre otros significados en otras situaciones es importante. Nos queda mucho tiempo de no reconocernos frente al espejo. Ya sabrán los artistas retratar esta situación anómala.
«Diego Agujetas y Pepe del Morao», como dos gotas de sangre
Las mismas letras, los mismos ayeos, el mismo dolor a menudo en el mismo sitio. Disfrutar de la familia Agujetas es una experiencia que hemos de concedernos al menos una vez cada cierto tiempo. El Viejo realizó la radiografía más certera de Manuel Torre y sus descendientes le han seguido como si de un ritual se tratase. La evolución, en esta casa, aparece invertida: quien consiga cantar más antiguo gana. No hay afán de cambio, sino necesidad de aproximación al original , donde se ocultan los sótanos más enigmáticos y oscuros.
Hace más de veinte años que Luis y Diego Agujetas se encerraron en el estudio junto a Moraíto. Ahora las sagas se tocan de nuevo , esta vez en solitario y con Pepe del Morao a la guitarra. La raza grita como telón de fondo y esta LXII entrega de la serie «Flamenco y Universidad» , dirigida por Rafael Infante, entremezcla, con sencillez, dos emporios jerezanos. Dos gotas de sangre que al acompañarse parecen una.
Hijos y hermanos correrán la injusticia de la comparación. Diego Agujetas no es Manuel, pero he contado una a una sus quejas en la seguirilla y cuesta decantarse por una. Tal vez la que esgrime mayor actitud de rebeldía es la empleada para el remate, la cabal del Planeta donde los astros se alinean para dotar de significado al disco: «A la luna le pido...». También incluye bulerías por soleá, malagueña, toná, bulerías y fandangos. No es Manuel, cierto, pero el fuelle no ha abandonado a su mensaje y por sus venas aún fluye el ritmo de lo ajado.