Música y religión
La Inmaculada Concepción según el rockero Silvio
En el disco «Fantasía occidental», de Silvio y Sacramento, se acercó al dogma que se celebra cada 8 de diciembre
Sevilla no solo encierra los mitos, sino que los genera, ya sea a través del fervor popular en pleno Barroco o mediante la genialidad individual y de culto que sobre ella echó sus raíces. Durante el primer tercio del siglo XVII, la cristiandad avivó viejos debates que enfrentaban a inmaculistas y maculistas. Los primeros, por supuesto, defendían la concepción de María sin pecado original. Los segundos, lo contrario. Pero fue la sociedad sevillana la que tomó el pulso de la situación. La que gritó primero para que aquella idea en su estado primigenio se convirtiera en dogma , penetrando antes en las artes, con especial sensibilidad en la pintura, y valiéndose de la burocracia de la monarquía, que presionó al Vaticano cuando aquí las hermandades lo tenían ya claro. Culta y pasional, clamó desde el Sur a Roma las creencias que finalmente la Iglesia reconoció.
¿Y qué tiene que ver Silvio en este asunto? Que a través de su letras lo refrescó, resultado de ese montón de hechos que han tenido que suceder para engendrar a un ser que con swing, gafas de sol y tendencia a la jerga de los ragazzi cimentó de forma natural su vida (y su obra, que, en este caso, son lo mismo) sobre una disimulada espiritualidad , con voz de estandarte y palio.
El 8 de diciembre se celebra el día de la Inmaculada. Una fecha cuyo germen tiene su origen, como decimos, en la fe de la gente que en esta ciudad nació. En el disco «Fantasía occidental», publicado en el año 88, el rockero de Los Remedios lo resolvió con un par de sentencias: «María es la Pura Concepción/que antes que Roma Sevilla proclamó» . A lo que añadió, en complicidad con el guitarrista Pájaro y Pive Amador: «Inmensa Luz, que alumbra el existir/y en primavera ya subiera al cielo al fin./Con devoción e con el mío compás,/y a mi manera, yo te llevo en el costal./Tú eres la reina en cualquier galaxia,/pues solo con tu gracia/la vida se puede soportar». Entre jadeos guturales y jaleos de «¡Semana Santa!» y «¡Sevilla!», reveló el embrión de esta marca limpia en el almanaque. Con un velo de leyenda y muy poquitas cosas inciertas que sobre sí se contaban, bajó a los pilares más hondos para devolverlos en el vaivén de la trasnoche.
Esto es algo revelador acerca de su carácter, de la compleja dualidad en la que siempre se movió, aunque a menudo tan solo aflore ese lado canalla y divertido . En el mismo disco en el que presume de barra y sofá de esta forma: «Somos víctimas propicias de una antigua maldición/hemos de ganar el pan con el propio sudor/menos mal que aquí en Sevilla la vida tengo ganada/porque con tanto calor sudo aunque no haga nada», se adentra en el misterio de la Virgen, en la percepción de su tierra con el «Rezaré» que versiona de B.B. King y en el misticismo de San Juan de la Cruz . Los versos de «Las criaturas», canción que abre el álbum, fueron escritos en el siglo XVI.
Es por eso que la discografía de Silvio queda como una especie de charco introspectivo donde mirarnos los músculos y las heridas. Se agolpan ahí el pasado, el presente y el nunca. No brota de la mezcla, sino del encuentro. De la receta final que surge al unir núcleos y trazar líneas sobre el tiempo. La Inmaculada de manto azul que inspiró a Murillo es la misma que mece Silvio con la lengua por fuera y el labio ladeado de vivir. Sevilla, entonces, convive en esa volubilidad densa que enamora y que se escapa. Que se disfruta por indescifrable e hilvana siempre avanti y con swing profundidad y superficie.
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