«Los Moya»: la historia de dos hermanos y amantes contra las normas sociales

El periodista Brais Cedeira publica su primera obra, «Los Moya», basada en hechos reales y que narra la historia de una familia atípica, más allá de los convencionalismos

El periodista y escritor Brais Cedeira Moeh Atitar

M. Moguer

No tiene ni 30 años, pero ya ha publicado su primer libro ( «Los Moya», editorial libros.com ) , que además desarrolla una de las historias más curiosas que se han contado últimamente: la de dos hermanos que, sin saber que lo son, se encuentran en Madrid, se enamoran y montan una familia. Brais Cedeira , gallegísimo de nacimiento, sevillano cuando el trabajo le deja , escribe para El Español en su sección de sucesos. Y de ahí precisamente sacó la idea para su primer libro.

¿Cómo conociste la historia de los dos hermanos?

Fue gracias al buen ojo de un compañero. Andros Lozano es uno de los mejores periodistas que conozco, quizás en Andalucía le sigáis de cerca ya que seguramente es uno de los que más y mejor información están dando sobre el narcotráfico en el Estrecho. Una noche del verano pasado vio la portada que llevaba al día siguiente La Voz de Galicia, me escribió y empecé a trabajar en la historia para poder hacer un reportaje para el periódico. Tiempo después sugerí a Libros.com que quizás la historia podría contarse de forma más amplia y así se fraguó este pequeño libro.

¿No pusieron problemas para hablar de su relación?

En absoluto. Eso sí, para ello es preciso acercarse a su historia como debe uno acercarse a todas las historias que le tocan en suerte como periodista: con el oído desprejuiciado y dispuesto a escuchar siempre desde el respeto que se le presupone al periodista. Resulta también importante que las entrevistas que se realizan se acerquen más a una conversación que a un interrogatorio. No sé, no estoy descubriendo nada al decir que se trata simplemente de ejercer el trabajo con la responsabilidad y la humildad propias de quien tan solo pretende escuchar la historia que uno tiene delante.

La portada del libro ABC

¿Qué es lo que más te sorpendió de su historia?

El amor incondicional que se profesan el uno al otro pese a las habladurías externas. La convicción de defender una idea sin atender a nada ni a nadie.

¿Ellos se sienten como una pareja cualquiera?

Pese a que estamos ante un caso extremadamente singular, yo estoy convencido de que sí. Hace ya años que decidieron asumir sus circunstancias como un elemento más de su vida cotidiana.

¿Cuándo le contaron a sus hijos la historia de su vida?

Ellos lo viven con normalidad porque la revelación llegó muy pronto, cuando ambos eran pequeños. Los padres no tuvieron reparo en contárselo, ellos mismos lo dicen: «Para mí, mi padre no es mi tío, es mi padre».

¿Qué relación tienen con su familia este matrimonio? ¿Los hijos ven a los abuelos?

Les queda poca familia viva, tan solo una de las abuelas, pero sí, de vez en cuando la ven porque vive cerca.

¿Esta es la historia más rara que te has encontrado en tu carrera?

En mi breve carrera, si es que se le puede llamar así dado que apenas acaba de empezar, he tenido que lidiar con algunas historias, digamos, distintas, que yo suelo reivindicar porque casi siempre son historias peligrosas. No me gusta ni debo pontificar sobre nada (de momento me limito a observar a los maestros del oficio y a aprender de ellos) pero sí que tengo una férrea convicción sobre el periodismo y es que es importante escribir historias que molesten al lector. Que molesten en el sentido de que le salten a la cara, de que le incomoden, de que resulten peligrosas. Historias que hacen tambalearlo todo. Por suerte, mi periódico me da cancha para poder elegir y trabajar historias que me interesan y que creo que siguen este patrón. Una de esas incómodas sería una de hace cosa de un mes, cuando publicamos los audios internos de una secta de Madrid. En ellas se escuchaban las atrocidades que el gurú obligaba hacer a los adeptos. Otras tienen que ver con la serie de curanderos y charlatanes de la ciencia que emprendimos el año pasado. O la historia de un falso enfermo de VIH que debido a un diagnóstico erróneo en un hospital vigués echó su vida a perder y acabó en la cárcel. Hay de todo.

Eres un reconocido periodista de sucesos. ¿Te gustan más ese tipo de historias o esta que has convertido en un libro?

Reconocido, lo que es reconocido, no creo tampoco. Resulta imposible serlo cuando tienes que competir con tótems de la profesión que llevan décadas informando bien sobre el mundo del crimen, a nivel nacional y a nivel local. Pero intento aprender rápido y aprender de ellos. Aparte, estoy convencido de que el periodismo de sucesos es uno de los más complicados de ejercer. Alguna vez lo he comentado con compañeros como Xurxo Melchor, de La Voz de Galicia. Hace falta mucho tacto y mucho respeto por las personas para tratar con el cuidado que se merece una historia, por ejemplo, tan trágica y tan conmovedora como fue la desaparición y asesinato de Diana Quer. En estas historias es complicado no sobrepasarse, no querer dar un dato más, porque la competencia es feroz. Por eso creo que hay que tener siempre a mano todos los escrúpulos del mundo. Una de las cosas más importantes en este tipo de periodismo es casi siempre no lo que cuentas, sino lo que callas, por respeto a las víctimas primero, y por respeto al periodismo después.

El prólogo es de otro periodista, Jabois, ¿te costó mucho que te prologara el libro?

Por razones obvias, un tipo tan brillante como Manuel tiene una agenda apretadísima, incluso hasta el punto, a veces de tener que bilocarse para llegar a todos sus compromisos. Que Manuel Jabois le firme el prólogo de su primer libro a un periodista desconocido es como si la Juve le cediera a Cristiano Ronaldo al Pontevedra para jugar la copa de la provincia. Manuel es una de las grandes suertes que tiene el periodismo español a día de hoy. Primero, por la mirada que tiene para contar las historias. Segundo, por el respeto que demuestra cada vez que cuenta una historia. Y tercero, porque escribe como los ángeles. Cubrimos juntos el juicio de 'La Manada' y me sorprendió el modo que tenía de fijarse en todos los detalles que flotaban en aquella sala a lo largo de toda la mañana. Salían crónicas distintas, como es natural, pero su mirada sobre todo aquello resultaba inconfundible. Y eso, junto con la voz propia, es lo más complicado de encontrar para un periodista. O se tiene o no se tiene.

Galicia, como Andalucía, ¿Tiene un color especial?

Tiro mucho, si puedo, para escribir historias de allá. En Galicia está todo lo que uno necesita saber sobre la vida, sobre la muerte e incluso sobre las peores resacas de la historia. Quizá quienes vivimos fuera, el estado natural de muchos gallegos, la idealizamos como merece. Como se vive allí seguramente no se viva en ningún sitio, sobre todo porque nadie tiene cinco rías como cinco soles. Cómo no va a ser distinta una tierra en la que te sirven albariños en terrazas que rozan con las rocas mientras el sol se hunde al fondo, en el mar. Cómo no va a ser distinta una tierra en la que el licor café es toda una religión. Un elemento distintivo de Galicia, yo creo, es esa dispersión de la población que la convierte en una comunidad formada por miles de reducidos ecosistemas, con sus costumbres arcaicas, con sus tradiciones, con su religiosidad mítica, con sus rituales de fertilidad como las nueve olas de la playa de A Lanzada en Sanxenxo o con centenares de fiestas gastronómicas cada verano. Hasta tenemos a un señor llamado Mariano Rajoy. No, Galicia es tan grande que no se puede explicar. Es mejor que alguien te la enseñe y te quedes allí para siempre.

Eres gallego, pero se te conocen querencias por el Sur. ¿Eres más de Feria o de Semana Santa?

Si me da la vida voy a las dos pero, si puedo y si me dejan, soy sobre todo de los vermús de La Goleta.

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