Crítica de Flamenco
La herencia que viene
Manuela Carrasco hija ha presentado en el teatro Central el espectáculo 'Bailaora, mujer y gitana'

'Bailaora, mujer y gitana' es la obra con la que Manuela Carrasco hija se ha presentado en el teatro Central dentro del ciclo Flamenco viene del Sur. La hija de la gran bailaora del mismo nombre que firmaba las coreografías y ... del guitarrista Joaquín Amador , que dirigió musicalmente el espectáculo, contó para la dirección de escena con el bailaor Antonio el Pipa.
Manuela Amador Carrasco se presentó con un atrás que era un 'delante', nada menos que nueve músicos y cantaores secundaron y arroparon el baile de Manuela, una mujer con un espectacular parecido a su madre: alta, morena, gitana y con unos brazos y manos de enorme elegancia, así como sus escorzos.
Pepe de Pura, Emilio Molina, Antonio Núñez, María Vizarraga y Manuela del Moya , al cante, con las guitarras de Ramón Amador y Antonio Santiago , la percusión de José Carrasco y el violín de Samuel Cortés componían la música y las voces.
En la estética del espectáculo el vestuario también era muy a la manera de la casa, trajes, mantón de manila, grandes adornos, además de unas luces en claroscuros barrocos, tal y como se lleva ahora en las obras flamencas. A modo de recital, hubo una sucesión de palos flamencos, combinándose los tres bailes de Manuela hija, por seguiriyas, caña y alegrías, con el cante y la música, de la que habría que destacar el sólo de violín de Samuel Cortés o el cante de Pepe de Pura y la siempre flamenquísima María Vizárraga.
Manuela Carrasco hija ha demostrado en esta obra de dónde le viene la herencia. Con gestos de su madre, de quien ha aprendido, refleja la escuela bailaora de la 'diosa' en cada uno de los palos, metiendo los pies con eficacia y haciendo elegantes remates, destacando siempre su gran presencia escénica. Si en algún momento cierra una los ojos recuerda a la jovencísima Manuela Carrasco en sus inicios, tal es el parecido físico entre ambas. Para abrir la obra Manuela hija ha bailado por seguiriyas, de negro, sobria, con el cante seco, sin guitarras, sólo percusión. Mete los pies con eficacia. En la caña saca el mantón para componer una preciosa estampa, aunque es por alegrías donde más destaca y remata con ganas.
Una buena declaración de intenciones es cuando en la pantalla aparece la palabra 'madre' y sale un niño que se sienta en el regazo de la bailaora y lo hace con un libro. Leen ambos. Buen y hermoso gesto, todo un símbolo de una madre gitana del siglo XXI, la educación como bandera.
Al final del espectáculo su padre, Joaquín Amador sale con un ramo de flores y lo pone sobre su regazo. Su madre, Manuela Carrasco hace lo mismo, pero con disimulo se desprende de sus zapatos, y entonces levanta los brazos y se pone a bailar. Una artista no lo puede remediar cuando pisa un escenario. El cante de Pepe de Pura y Mari Vizárraga la cobijan en el adorno que Manuela Carrasco madre nos regala, como si estuviera dándole la alternativa a su hija. Sale Antonio el Pipa a saludar y se une a la patá de arte que Manuela madre e hija hacen en el escenario y entonces todos se despiden.
Manuela Carrasco hija nos ha dicho en esta obra de dónde le viene su herencia, de quienes ha aprendido, de qué familia es y cual ha sido su crianza flamenca. A partir de ahora estaremos atentos porque deberá componer su propia historia . Es su generación la que está en el futuro del flamenco y el libro está aún por escribir.
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