Gitanas, muchísimas gracias
Juana Amaya, Juana la del Pipa y Remedios Amaya reconcilian a la Bienal con el flamenco en una noche para soñar
El arranque de Juana Amaya por seguiriyas , una sola patá, no más, fue probablemente la mayor descarga eléctrica de la Bienal. Un rayo calcinando el escenario del Maestranza . La de Morón no entiende de exquisiteces. Se trabaja el leñazo por derecho. El exorcismo jondo. Se saca el demonio de sus adentros por los pies. Y su hija, Nazaret Reyes , a la que prestó su sitio en el cartel para ponerla en plaza, ha aprendido ese rito. Bailar para partirse los huesos, no para acariciar el aire. Rematando donde caiga. Asfixiándose. Con los pelos locos. Esa forma de enrabietar el cuerpo por soleá de Juana, incluso cuando sólo mueve las muñecas, es una catarsis que viene del manantial de Carmen Amaya y ha pasado por las costuras de Angelita Vargas o Manuela Carrasco .
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Ella coge postura de cristo en la cruz y Enrique el Extremeño le da martillazos de muerte a los clavos con el eco más desgarrado del cante de hoy. Salvajismo dulce. El baile como una celebración de la agonía. Cuanto más duele, más fiesta. Juana es un torbellino que lanza los zarcillos en los giros como si fueran misiles, que patea los flecos del mantón en la escobilla para quitarse del medio la angustia, que se sube los encajes hasta las ingles, pero tapando siempre las esencias de su desesperada feminidad, y que se desmonta las vísceras a compás. Hay que fijarse en cómo mueve la cabeza . Porque parece que se le va a desencajar en cualquier remate. Y porque si queda una horquilla en el moño es señal de que se ha aliviado. Esta gitana pone al límite la naturaleza humana bailando con la ambulancia en la puerta. Por si hay que salvarle la vida allí mismo. Es al baile exactamente lo mismo que la Tía Juana la del Pipa al cante. Una hermosa barbarie. Una devastación salvadora.
La jerezana es una estampa eterna. Con las hechuras ya lleva medio recital. Esa cara negra. Ese moño. Esos volantes colorados. Esa manera de pedir perdón con su ronquera de siglos antes de desplantarse en la silla. Esos manotazos en la salida de la bulería por soleá. La Tía Juana canta como si estuviera rajando telas. Arrancando lunares a pellizcos. Cuando se acordó de la Moreno y fue buscando la salida con el cielo de la boca en carnes vivas me dio rabia el silencio del teatro. Ahí iba un ole de bóveda, Sevilla. Porque eso es cantar con estalactitas en la lengua . Sin dientes. Eso es el cante prehistórico, no el primitivo, sino el original. Su seguiriya con la boca abierta y las carnes encogidas fue un navajazo curativo. Menos mal que esto no se va a perder nunca. El cante que da fiebre. Los tientos a pedazos. Los tangos con la mirada desafiante. Las bulerías con Jerez en el canasto y un manojo de la Perla. Y todo a lo bestia. Con el grito saliendo por la nariz y las afinaciones en la frontera. Todo de verdad. Tan simple que es imposible.
Es imposible quedarse igual después de Remedios Amaya . Su taranto canastero cogido del cajón de Camarón fue pura emoción. Después de las fatigas que ha pasado esta mujer, verla ahí con su paladar extremeño de Triana cogiendo aire en todas las esquinas de la cartagenera para sobrevivir fue un grito de esperanza. Su cante de vareta, su personalidad de andarrío, perviven en las comisuras de sus labios . Y con eso es suficiente. A Remedios casi se le va la vida por la garganta en los últimos años. Y ha peleado contra el destino como se peleaba de niña con el cante. Por eso al verla defender sus tangos de caravanas con esa dignidad, descalza otra vez para su nuevo camino, se me saltaron las lágrimas.
No voy a analizar su cante, sino su victoria. La Amaya ha vencido a la negrura. Será su pelo, será su cara o será su forma de mirarme. Pero yo la camelo mucho. Siempre fue para mí la tercera Greca. Y contemplarla en su fiesta ceremonial, feliz, como si a la hora de la vuelta fuera de ida, dando gracias a su hijo Luis y a su padre, cantando la barca, fue un regalo. Lloré. Porque ahora Remedios Amaya maneja su barca . Por eso todo el teatro se puso a cantar con ella a la deriva. Y por eso yo le dio las gracias a Dios. Por ser flamenco. Y por querer a estas gitanas puras que muelen el alma. Muchísimas gracias.
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