ÓPERA

«La flauta mágica» se rejuvenece en el Maestranza

El Maestranza estrena una producción en la que apuesta por un elenco compuesto casi en su totalidad por cantantes jóvenes españoles

avier Borda (en el centro), junto a cantantes y figuración durante los ensayos GUILLERMO MENDO

JESÚS MORILLO

Peter Kellner está absolutamente metido en su papel. El cantante eslovaco es Papageno , el personaje más caradura y bufonesco de «La flauta mágica» , la deliciosa ópera de trasfondo masónico de Mozart que regresa el 12 de febrero al Teatro de la Maestranza con las entradas agotadas para todas sus funciones. A su izquierda, el piano le da entrada a la famosa aria que canta a dúo con Papagena casi al final del segundo acto, uno de los puntos culminantes de una partitura plagada de pasajes, de las arias de la Reina de la Noche a la de Tamino , que están entre los más reconocidos y populares de la historia de la ópera.

En el centro, el director artístico del teatro y musical de esta producción del Teatro Regio de Turín, Pedro Halffter , dirige la escena bajo la atenta mirada del resto del elenco de cantantes , casi todos españoles -16 de los 18 participantes- y todos ellos jóvenes promesas de la lírica.

Papageno intenta cómicamente ahorcarse, desesperado al no encontrar a Papagena, hasta que aparecen los tres muchachos, encarnados por niños de la Escolanía de Los Palacios , en una barca alada, quienes recuerdan al compañero de Tamino que haga sonar sus campanillas mágicas para que aparezca su amada. Tras la reunión, Peter Kellner y la soprano canaria Estefanía Perdomo (Papagena) encaran el divertido dúo. Halffter no puede evitar aplaudir a la conclusión.

La escena condensa algunas de las características de una ópera que en una lectura superficial podría pasar casi por un cuento infantil, en el que se dan cita una serpiente gigante, una poderosa y temible reina de la noche, un antiguo Egipto estilizado , un sumo sacerdote... Sin embargo, «La flauta mágica», estrenada en 1791 unos dos meses antes de la muerte del compositor, es, como señala el director musical, un título muy complejo y con numerosas capas de lectura.

«La flauta mágica» es, sin duda, una ópera iniciática , no sólo al rito masónico , sino también porque ha sido la puerta de entrada para muchos aficionados y, en el caso concreto de esta producción, porque también subir a un escenario como el del Maestranza puede verse como una prueba más para los jóvenes cantantes en su camino a hacerse un nombre en la lírica.

«Es una producción para los jóvenes y con cantantes jóvenes, apostando por la vocación de este teatro de sacar nuevas voces », explica Halffter, quien ha designado una «coach» al elenco para garantizar una buena interpretación en alemán. «Soy muy exigente con el alemán, porque la música de Mozart va siempre ligada al lenguaje», explica un director que en los ensayos con la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (ROSS), busca sobre todo acentuar la « transparencia de la música de Mozart, cuyas melodías son insuperables».

La complicidad entre los cantantes en los ensayos se palpa en un descanso a media tarde, con conversaciones cruzadas y bromas, como el «miarma» que le responde el eslovaco Kellner a la regidora del teatro. «El ambiente es muy bueno y hay muy buena energía. Es un grupo muy bueno y un teatro fantástico», comenta la soprano tarraconense Sara Blanch , quien actúa por primera vez en el Maestranza con un papel, la Reina de la Noche, que la convertirá en el centro de todas las miradas en sus intervenciones.

En la mesa de al lado está Roger Padullés , que encarna al héroe Tamino. El tenor conoce bien a su personaje, que cantó por primera vez en una versión de Peter Brook que «la rodamos durante dos años». Coincide con su compañera en destacar «la complicidad que surge en un elenco donde casi todos son españoles». Tamino «está casi todo el tiempo en escena, es el hilo conductor de toda la obra y se trata de un chico poco experimentado que se va curtiendo a lo largo de la ópera. Una persona con un alma pura», explica. Otra iniciación más en una ópera iniciática , sobre todo, en el sentido de que crea afición.

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