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Flamenco y Alzheimer: la música no se olvida
El documental «En mis zapatos» explora la relación entre el bailaor Paco Mora y su madre, quien recuerda las letras de la copla. También ahondamos en el libro «Tomás Pavón» y en el nuevo episodio de la batalla entre el Niño de Pura y Manolo Franco con la Junta de Andalucía
Carmen Mora padece de Alzheimer. Su hijo, el bailaor Paco Mora , la cuida. Y Pedro Morato , un canario afincado en Bélgica, ha profundizado en esta relación mediante su cámara para su ópera prima: «En mis zapatos» , un largometraje que estos días busca financiación a través de una campaña de «crowdfunding» en Kickstarter.
Fue una premisa poderosa la que atrajo a este prisma complejo y bello desde el que ahora nos acercamos a esta familia malagueña: por alguna razón, las cosas se desdibujan entre las sienes de Carmen a excepción de una, la música . Su memoria se desbarata con suma gracia, una cualidad que tampoco ha perdido, y las letras de las coplas que cantaba antaño brotan claras de su boca como si fuese esa chiquilla en busca de mozos, rejas y romero en una calle de cal y adoquines desordenados. Es el binomio de la crudeza y el descaro como consecuencia de la pérdida del filtro el que convierte a este relato en un enjundioso testimonio acerca del amor paternofilial y viceversa, de la enfermedad que atenta contra los recuerdos de quienes tienen más que contarnos y, en definitiva, de una vida a todas luces completa que resulta incapaz de contemplarse a sí misma.
Pedro Morato estudió Comunicación en la Universidad Pontificia de Salamanca y llegó hasta Paco Mora por el camino de siempre: el de las casualidades. Uno que está de gira con un grupo de flamenco contemporáneo, una formación que solicita un vídeo, otro que les graba a modo de reportaje y, de pronto, una historia escondida que se destapa y que carga un letrero en el que reclama ser narrada con reposo. Woody Allen dijo que «el ochenta por ciento del éxito consiste en estar allí». El resto es suyo.
Hay diversos estudios que explican los motivos por los que el Alzheimer no puede en muchos casos , incluso en las fases más tardías, con la música . Esta, según han demostrado unos investigadores del Instituto Max Planck de Neurociencia y Cognición Humana de Leipzig, se almacena en zonas del cerebro diferentes a las áreas donde se guardan las demás remembranzas. Lo que le sirvió a Paco Mora como punto de partida para iniciar una terapia con su madre . La experiencia también nos señala que lo que entra por la emoción se queda en nosotros de una forma distinta, más honda, que lo que se introduce a través de la razón.
El resultado, apartados ya de la ciencia, es mucho más romántico: Carmen recuerda a través del flamenco. Baila, canta, bromea . Uno lo captura con su objetivo, otro la mira con los ojos henchidos de agradecimiento y ella, Manolo Caracol por aquí, Quintero, León y Quiroga por allá, nos deja un pellizquito aquí en el pecho que sabe a miel y a risas y a lo salobre de una lágrima, pues sus retazos son certeros y todavía indescifrables.
«Tomás Pavón», de Carlos Martín Ballester: el último cantaor romántico
Después de ahondar en las figuras de Antonio Chacón y Manuel Torres, Carlos Martín Ballester ha escrito junto a los investigadores Ramón Soler Díaz, Norberto Torres Cortés y José Manuel Gamboa un libro sobre Tomás Pavón, el último cantaor romántico. Asimismo, el trabajo incluye un CD con su obra completa. Y es este aspecto el que, en realidad, lo hace aún más interesante. No solo porque se recopile la documentación (no muy extensa) de la que disponemos acerca del artista sevillano junto a un análisis profundo de lo que grabó, sino porque, además, se han recuperado dos cantes, una seguirilla y un fandango, desaparecidos hasta la fecha . Este hallazgo de enorme valor eleva a veintitrés la cifra de los registros sonoros en los que podemos disfrutar de la voz del hermano menor de la Niña de los Peines.
Su aura de misterio late durante todas las páginas. Considerado antiguo ya en la primera mitad del siglo XX, Tomás Pavón dejó a la afición con un regusto inacabado en los labios. Reacio a cantar fuera de aquellos grupos reducidos que sí valoraban su arte, su paso sublime en la historia del flamenco se vuelve sinuoso y difícil. Perseguir su huella es perseguir una sombra perfecta en la noche. Escucharlo, volverse a flagelar. Su elegancia interpretativa, sus rarezas, su relación con las casas discográficas, la consideración que otros compañeros tenían de él, sus filias, sus fobias, su devoción por Chopin y otros detalles se desvelan (y se machacan, ya que no hay muchos) en esta cuidada edición. Lo fugitivo prevalece.
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