Flamenco SinCejilla
El flamenco conquista el Cavern, templo del rock británico
También hacemos una reseña del libro de relatos «Cante y cuento» y nos dirigimos a Jerez a las Jornadas #DonAntonioChacón150
La cultura andaluza ha conquistado un nuevo territorio. Aquel sótano inglés con olor a cerveza derramada en el que los Beatles comenzaron una andadura que los llevaría al firmamento musical recibió el pasado lunes un espectáculo de flamenco por primavera vez en su historia . Una iniciativa del Instituto Cervantes y la Universidad de Liverpool que llega en «un contexto como el del Brexit», donde «el flamenco puede actuar de antídoto ante cualquier intento de desconexión cultural», se ha asegurado desde la institución española.
Las compañías, desde hace décadas, no han dejado de visitar nuevos países en los que echar a pasear el tríptico que Lorca definió como ángel, musa y duende. Hay maestros como Sabicas , que se anunció junto a Frank Sinatra en un cartel histórico en Estados Unidos, Carmen Amaya, Antonio Gades, Paco de Lucía o incluso La Paquera de Jerez, que aterrizó en Japón para esculpir su figura universal en el continente asiático, que viajaron y arrojaron esa semilla necesaria que solo se desprende en el directo .
En esta ocasión, ha sido un cuadro de intérpretes de talla mucho más humilde el que ha pisado el escenario en el que John Lennon, Paul Mccartney, George Harrison y Ringo Starr triunfaron en casi 300 noches. Las cantaoras Genara Cortés y Esperanza León , el bailaor David Morales y el guitarrista Salvador Andrades han mostrado así su puñado de Sur en un templo del rock británico. Este es el lugar al que acuden melómanos procedentes de todo el mundo en un acto de peregrinación para palpar «in situ» uno de los fenómenos más señalados de todos los tiempos. Existe una sola grabación de los Beatles jugando en casa, en el año 1962, mientras cantaban una versión de «Some other guy». Son esas mismas paredes las que por unas horas tomaron el color de otra bandera.
Es simplemente un gesto. Un argumento. La prueba de que este arte centenario crece más hacia fuera que hacia dentro . Pero hay cientos de artistas que están ensanchando las lindes de un género que no entiende de fronteras. Que enmudece en su singularidad y que no ha de tener complejos a la hora de enseñar sus cicatrices.
Y es que la cultura no es más que aquello que nos diferencia ante los de fuera y nos une con los de dentro . Es también un puente que sirve como carta de presentación cuando se manifiesta y que debemos mimar siempre. Porque un «ole» puede ser más ágil que un «bravo», porque la búsqueda de puntos en común es un ejercicio enriquecedor de introspección y porque los muros se vienen abajo cuando la gracia se comparte. Seguro que a más de un inglés le gustaría cantar por seguirillas lo que siente: «A luna le pido...» . Que la cultura nos conecte y que el flamenco vuele más allá del Cavern.
«Cante y cuento», treinta retratos a Jerez
Cadáveres que aparecen en barricas, cantaores que habitan en pozos, chozas que se convierten en santuarios clandestinos de lo jondo. El libro «Cante y cuentos» incluye una treintena de relatos sobre el flamenco de diferentes autores del marco de Jerez de la Frontera . Sus páginas, por tanto, se escriben como una miscelánea en la que encontramos un manojo desigual de historias reales y ficticias . Algunas, brillantes. Otras, prescindibles. Pero en su conjunto forman una bonita estampa de un territorio en el que se reúne la carcajada con la agonía más sublime, el grito de lo popular y ese embuste inocente que no causa rechazo, sino que define al hombre que está detrás de la trampa.
Algunas de las líneas más interesantes las firman los escritores Santiago Moreno y Jesús Rodríguez , por citar solo a dos de ellos. El primero trae un texto intenso donde nos descubre dos voces: la suya como cronista y la de Tío Borrico , un gitano transmisor de dolencias arcaicas que podía gemir con las costillas. Pero es Jesús Rodríguez y su personaje El Tagarnina , un entrañable hombre de campo, quien mejor se adentra en la cáscara de lo que espera el lector. Sentencias como la de que «escribir en un papel qué es una bulería es como querer pintar una cara en un charco» o la de que no se fía de los coros: «Un poner: un dolor de muelas. ¿Quién se va a creer que la misma le duele a los cuarenta?» cargan sus palabras de una sabiduría infinita. «Cante y cuento» es honesto, entretenido y para todos los públicos.