Festival de Sevilla de cine europeo

Distintas maneras de encarar el pasado

El primer día de competición lo protagonizó un trío de cineastas de regreso al festival: Petzold, López Carrasco y Clay

Paula Beer y Franz Rogowski en un momento de la película «Ondina» ABC

Alfonso Crespo

El primer día de competición lo protagonizó un trío de cineastas de regreso al festival: Petzold , que lo inauguró con «Ondina» , López Carrasco , con su premiado ensayo documental «El año del descubrimiento» , y Clay , a la busca de una nueva piel en «Fanny Lye Deliver’d» .

Después de «Transit» , una de sus mejores películas —si no la mejor—, «Ondina» resulta algo descafeinada, lo que podría achacarse a la falta de un referente literario como el de Seghers o, especialmente, a que empieza a pesar la orfandad intelectual en la que Petzold cayó tras el deceso de su consejero, el gran Harun Farocki .

Sea como fuere, en «Ondina», que intenta reanimar el trágico mito de la ninfa acuática en la Alemania contemporánea, las maneras televisivas de Petzold —que nunca molestaron— se notan bastante, como si se atuvieran a una demostración formularia, reforzando el argumento (historia de amor) en detrimento de ese monumento (reflexión «benjaminiana») que atraviesa el subterráneo de su particular cine de género: la huella, en el presente, de un pasado que nunca termina de «pasar», latencia arqueológica de la que aquí Petzold —con vagas referencias a la historia y al urbanismo de Berlín— extrae poca cosa.

Una parecida potencia del discurso no-oficial persigue López Carrasco, quien en «El año del descubrimiento» reincide en el proyecto abierto con «El futuro» , algo así como el efecto contable de los sueños rotos y las crisis de fe que hemos ido acumulando desde la Transición .

Ahora, con el recurso de la pantalla partida y el aura que la imagen videográfica adquirió en las postrimerías de la modernidad como herramienta de pensamiento, se instala en un fértil pasado-presente, un vaivén de contrastes que suspende las coordenadas y hace de un bar una «cápsula interminable» donde hombres y mujeres repasan —con una naturalidad ya extraña para los medios exentos y sin hibridar, sea el cine o la televisión— los polvos que nos trajeron tanto lodo a partir de las duras reconversiones industriales vividas en esa otra España —en este caso Cartagena—, a la espalda de las efemérides y fastos del 92 .

Sin embargo, en «El año del descubrimiento» pesa demasiado el «dispositivo» y falta temple para descartar material, por valioso que parezca, y generar un ritmo. Es cierto que Portabella o Jordá , referentes ineludibles, nunca tuvieron miedo a la duración, pero igualmente que fueron más libres, más impuros, alejados de la «escolástica» festivalera .

Para olvidar, «Fanny Lye Deliver’d», donde Clay traviste su pulsión «hanekiana» de baratija con pretensiones feministas, haciendo añorar los felices y coloridos anacronismos de cuando el Free Cinema revisitaba los clásicos del puritanismo traicionado.

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