Crítica de Danza

Jan Fabre, «el pitoniso»

Estreno nacional en el Teatro Central de Sevilla de la última obra del creador belga, «Belgian rules»

«Belgian Rules», estreno nacional de Jan Fabre en el Teatro Central de Sevilla WONGE BERGMANN

Marta Carrasco

Hace cuatro años Jan Fabre empezó a pensar en este espectáculo, «Belgian rules» , una obra que desmenuza a su país, Bélgica, para lo bueno y para lo malo. ¡«Bienvenidos a Bélgica!», nos dice Fabre quien afirma que su país es «la sala de control y la alcantarilla de Europa», y lo dice abiertamente en los textos que van declamando los intépretes a lo largo de este montaje de casi cuatro horas de duración, y cuyo estreno nacional ha tenido lugar en el teatro Central de Sevilla .

Pero anoche ocurrió algo más. Mientras en nuestro país Cataluña terminaba de abrirse en canal por mor de las presiones de los independentistas que forzaban la decisión de proclamar la república, ante la congoja del resto del Estado y de muchos catalanes, en el teatro Central se producía la paradoja de las coincidencias, porque «Belgian Rules» es un alegato contra los nacionalismos sin sentido, y en este caso, los que asolan el país de Fabre, con el enfrentamiento entre la región Valona y los Flamencos . Un Fabre, que al igual que la directora Isabel Coixet en Barcelona, ha sufrido en su casa el acoso de los independentistas, que más de una vez le han pintado la puerta con «gráficos» insultos. En el espectáculo hay textos en flamenco, en francés y también en inglés en un país donde la Constitución reconoce la existencia de cuatro zonas lingüísticas. Fabre, sin saberlo, o quizás sí, el día 27 de octubre en el teatro Central, se convirtió de repente en «pitoniso».

Jan Fabre desmenuza la sociedad belga , por eso para subirse en el caballo de los tópicos en el minuto uno, el primer intérprete sale a escena bebiendo una de las 1.200 marcas de cerveza existentes en ese país. Y de ahí al resto. No hay nadie que se burle tanto de los belgas, como ellos mismos, dice el texto de la obra. «Un país que tiene la mayor admiración por un niño que hace pis», alega en una de las 40 frases con las que se reflexiona al final del montaje.

La personalidad belga se retrata paso a paso. Así, un hombre vestido como un puercoespín; los intérpretes ataviados de palomas , (incluso de la paz con ramito en la boca), destacando la pasión belga por la colombofilia; una pareja como símbolos patrios: el «Retrato del Matrimonio Arnolfini» de Van Eyck , las majorettes, los paraguas de Magritte , las «frites» (patatas fritas) belgas, tesoro nacional; el carbón, Rubens, James Ensor, Paul Delvaux , ... , el rechazo a la exportación de armas que hace su país, y todo ello con un vestuario que es una verdadera y auténtica locura.

Fabre, al igual que hizo Fellini con «Roma», retrata lo cotidiano, pero también se revela contra la burocracia de su país, aunque al final se muestra rendido ante «este país, feo y pequeño de cielo gris y lluvioso».

El espectáculo es intenso, de bellísimas imágenes que están entre lo teatral y lo performático. Con un ritmo que apenas cae en las casi cuatro horas de duración, y en la que la intepretación de los quince actores bailarines va desde lo grotesco hasta lo espiritual, y siempre en el límite de la extenuación física.

Durante toda la obra Jan Fabre va destacando los defectos de su país sin compasión a través de quince personas que componen un universo de razas y nacionalidades. Pero Fabre lo tiene claro, desde su sentimiento como creador sabe que lleva el teatro en su ADN, «porque el teatro nació en Bélgica durante la representación de la ópera «La muette de Portici», dice uno de los intérpretes.

Actores, bailarines, acróbatas, Fabre le ha pedido a los que intervienen en esta obra que se transformen constantemente, y lo hacen. Dura, intensa, fascinante, monumental, a caballo entre el teatro y la danza-teatro , con mensajes claros y contundentes. «Belgian Rules» es en realidad una declaración de amor, porque como se decía en la apoteósis con la que concluyó la obra: «todos podemos ser belgas».

Jan Fabre, «el pitoniso»

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