Festival de Música Antigua (FeMÀS)
Encuentros generacionales
Javier Núñez estuvo a un nivel muy alto en todo momento, con escalas y arpegiados vertiginosos

Uno de los objetivos del Femás es promocionar a los artistas españoles, y sevillanos en particular , pero no entendido esto como artistas de cuota, sino al contrario: que no se discrimine a nuestros músicos en pro de priorizar a los que tienen 3 ó 4 consonantes seguidas en su apellido. Así que Tur y Núñez (consonante y vocal, que resulta más paritario) se presentaban por méritos muy propios.
El programa reunía a Bach padre y dos de sus musicales hijos, por un lado el más (re)conocido, y de otro el que menos, para darnos una visión muy acertada del tránsito en una generación, en una misma familia, del barroco al clasicismo. Por si a alguien se le pasó ese aspecto, la violinista tocó al padre con un arco barroco y a sus hijos con uno «clásico» , con sus correspondientes resultados sonoros: en el primer caso destacó una sonoridad más intensa, brillante, a veces ácida, mientras que en el segundo el sonido se suavizó, se redujo su carácter incisivo y se concentró en hermosear las melodías.
Seguridad en Tur, lleno de matices de uno y otro lado del cruce generacional, con uso correcto del vibrato, del fraseo y articulaciones. Francamente, la «Sonata en sol mayor» que abría el programa nos resultó la más impactante. Se dirá que porque era del patriarca, pero es que la mayoría de los músicos que lo interpretan evidencian conocerlo poco; porque técnicamente Bach padre puede tener escollos, pero también presenta muchos niveles «accesibles» para los dedos, tanto como imposibles para una convincente interpretación. Puso, pues, la violinista intensidad en la sonata, tensión y expresividad, a pesar de que el sonido del violín podía resultar a veces ensombrecido por el del clave .
Digamos en todo momento que el programa presentaba tantas dificultades para uno como para otro, ya que la parte de teclado en todas las obras presentadas era notable, con una exigencia técnica alta: pensemos en los movimientos rápidos de casi todas las obras -sobre todo de los hijos-, en donde el clave más que acompañar o repetir, dialoga.
Núñez estuvo a un nivel muy alto en todo momento, con escalas y arpegiados vertiginosos, acompañamientos chispeantes y diálogos tan sorprendentes como el del «Andante» de la sonata de Johann Christoph Friedrich Bach, en donde el teclado parece entregado a un recitativo operístico («secco», claro), mientras el violín responde con pequeños fragmentos de «arias». Excepto en momentos como este, la valía de su hermano mayor se hizo evidente en todo momento, y especialmente en el último movimiento de Sonata en Do menor que cerraba el programa, otro de los momentos penetrantes del concierto , donde ambos se enzarzan en una carrera de encuentros y «encontronazos» que obligaba a un avenimiento, a una simpatía total entre ambos intérpretes. La verdadera alma de los Bach.
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