Elisabeth Leonskaja: «Ser pianista y vago es absolutamente incompatible»
La artista rusa inaugura esta noche el ciclo del Espacio Turina con las sonatas de Schubert
![Elisabeth Leonskaja en Sevilla](https://s2.abcstatics.com/media/cultura/2017/10/03/s/Elisabeth-Leonskaja-kcbE--1240x698@abc.jpg)
Su presencia en cualquier teatro del mundo es un absoluto acontecimiento. Esta noche Elisabeth Leonskaja inaugura el Espacio Turina nada menos que con las Sonatas para piano de Schubert.
Anoche, apenas tras unas horas de llegar a Sevilla, la pianista se encontraba en el teatro de la Maestranza, en la sala Manuel García, leyendo unas partituras mientras al piano el joven y ya consagrado pianista español, Juan Pérez Floristán, ejecutaba una pieza ante la antenta mirada de la maestra.
Nacida en Tiflis (Georgia, 1945), empezó a estudiar piano a la edad de siete años, «porque esa era la educación y la cultura en Rusia cuando era pequeña. Estudiabas en el colegio, y también piano. Mi madre también tocaba el piano».
Con una enorme trayectoria, no cree que su carrera como solista tenga una enorme carga de soledad, «no, no es un sacrificio. Es lo que me gusta. Y no es solitaria, cada uno tiene su trabajo y el mío es hacer música, a veces rodeada de gente. Además, no me he aburrido ni un sólo día de mi vida, y eso es importante».
Cada día estudia, pero depende el tiempo del repertorio que tenga que tocar. «si tengo mucho repertorio nuevo que aprender, por ejemplo, el Opus 25 de Schoenberg, hasta que entre aquí...», dice tocándose la cabeza. No tiene contabilizadas las obras que se sabe de memoria, «yo creo que ningún pianista lo sabe. Pero lo importante no es la cantidad, sino la calidad. Eso siempre».
Schuman, Chopin son dos de los compositores que más aparecen en su repertorio, «los pianistas estamos para tocar el piano, para hacer música, gran música. pero lo que no hace un verdadero artista es tocar un sólo compositor. Me gusta Chopin, y sólo Chopin. No. El mundo es muy grande y la creación de los grandes compositores es un universo gigante, y tenemos que conseguir llegar a ese repertorio en nuestro trabajo. Son aspectos de la poesía musical y de la belleza que forman parte de nuestro trabajo».
No tiene ningún miedo a la hora de interpretar un concierto y aparecer en escena, «el miedo no es una opción. Cuando actúas es cuestión de espíritu y preparación mental», y confiesa no hacer una preparación especial ante un concierto, «sólo trabajo y trabajo, y sobre todo el día antes, relax».
La leyenda de que los pianistas se cuidan mucho las manos, en ella no es muy real, «no, no es verdad, las cuido lo normal, pero las uso en la cocina, en mi casa, para todo, sin problemas».
Mejor técnica, menos espíritu
Tiene una mirada cálida, casi maternal, con una placidez que luego en el piano se transforma en una enorme energía. Habla pausadamente y de vez en cuando se pasa del inglés al alemán con naturalidad, no en vano vive en Viena desde 1978, año en el que abandonó Rusia.
Ha actuado junto a los más importantes directores y solistas del mundo, y hace poco recordaba algo que le había dicho Rostropovich, «me dijo que lo más duro es mejorar uno mismo porque la frontera entre ser bueno y ser mejor, es muy difusa».
Desde su atalaya de gran concertista observa con mucho interés a los nuevos pianistas, «creo que ahora el técnicamente el nivel ha subido mucho, pero entender las cuestiones espirituales es otra historia. Cada uno personalmente tiene que mantener esta conexión y no es fácil, pero hay que hacerlo».
Está siempre satisfecha con el público, porque «es el mismo: es un grupo de personas que necesita música, no se sientan como críticos a ver cómo toca Leonskaya, sino simplemente tienen esa necesidad de escuchar, y yo me dirijo a ellos».
Siempre atenta a los nuevos compositores, destaca en este siglo XXI la labor de creadores como el ruso Valentín Silvestrov, pero sigue pensando en los españoles como Manuel de Falla y Albéniz, «tengo ya las partituras en casa para ensayar el Albaizín, de la Suite Iberia de Albéniz, pero realmente es muy difícil, de verdad, no es fácil interpretar a estos compositores españoles y me gustaría tener tiempo para hacerlo».
La música es lo importante
Su casa está en Viena, pero en breve, tras su paso por Sevilla irá a Bremen para grabar las Sonatas de Schubert «serán cuatro días de trabajo duro».
«No, no tengo familia, y eso no me hace feliz, pero no ha sido cuestión de tiempo. Vladímir Áshkenazi hacía sus giras viajando con sus cinco hijos».
Le gusta enseñar y estár pendiente de los más jóvenes, «sí, me gusta muchísimo. Yo creo que lo primero para hacer esta carrera es que amen la música y luego ser muy honesto. Y, por supuesto tener el espíritu abierto y trabajar muy duro». Pero confiesa que la suerte también ha impulsado a algún artista más de una vez, «eso ayuda». Y preguntada por Juan Pérez Floristán, contesta: «es bueno».
Esta carrera no tiene fin, «cada día aprendo algo nuevo. Esta mañana por ejemplo, he descubierto algo nuevo en la Sonata La Bemol de Schubert. En realidad nunca estamos preparados del todo, podemos tener esperanza de estarlo. Tu estudias y estudias, y esperas estar bien, pero hay otro tipo de luz en esta profesión, y hay que tener cuidado, hay que intentar mejorar, pero nunca dejo de estudiar. No se puede. Ser vago y ser pianista, es incompatible, en esta y en todas las profesiones».
Su admiración por la obra de los compositores que interpreta es inmensa, «ellos son músicos que están en otro nivel que nosotros, y siempre hay algo que descubrir. Riccardo Muti dijo una cosa muy acertada sobre el hecho de dirigir. ¿Qué tenemos que llevar a la gente, las notas?, ya están ahí. Lo que está detrás de las notas, eso es lo infinito y eso es algo divino, como dios, y nosotros somos demasiado pequeños».
Se ríe con resignación cuando le pregunto si ha tocado alguna vez en malos pianos, «sí, si lo he hecho, pero mire, a veces es más importante la acústica que el piano. A veces la acústica es tan buena, que parece que es la acústica la que hace el concierto. Un mismo piano en diferentes acústicas, no tiene nada que ver. Al final la música es lo importante. Yo intento sacar la música».
Elisabeth Leonskaya se vuelve hacia la partirtura y Juan Pérez Floristán vuelve al piano. Acústica, piano, pianista, y al final, lo importante es la música.