Música
Las diez recomendaciones musicales de Rancapino Chico
Entre Sevilla y Cádiz, nos encontramos con Canela de San Roque, Camarón y Perrate de Utrera, entre otros
Dicen que su padre quedó ronco de andar descalzo y que él pisa sus huellas por la arena fina de Chiclana. Se dicen, de hecho, muchas cosas de este cantaor que ya cuenta con un trabajo en solitario, que todavía está empezando aunque lleve años sobre los escenarios y que aún reserva retazos que mostrar. Lo único cierto, de momento, es que transmite emociones con su arte intimista . Tiene la mirada oculta tras la melena, el rostro casi siempre bajo y el paladar tímido, pero cuando arranca su marejada de jipíos, requiebros y lágrimas resulta difícil no enternecerse ante su discurso. Sus ayeos duelen y con ello tiene el ole ganado como punto de partida. A veces eleva el cuello y llora aún más. Es dulce y frágil, húmedo y cercano, acompasado boxeador de tercios, heredero furtivo, ladrón de lo que gusta, como decía, muchas cosas.
Rancapino Chico obvia la posibilidad de incluir en su lista otros géneros además del flamenco: «No, hombre, no». Y nos saluda con el rizo hiriente que tomó prestado para su álbum, en el que reinterpreta esta seguirilla mágica de Manolo Caracol con la guitarra de Melchor de Marchena, simbiosis perfecta, para despedirse con el quebranto de Antonio Mairena en «Recuerdos de Charamusco», gitano que nace, vive y muere en su música y sus escritos.
Discípulo de Mairena fue Canela de San Roque , aunque siempre según el Campo de Gibraltar al que perteneció. Como el que descubre por primera vez el mar o como quien toma al fin una cerveza entre amigos, si no escuchó jamás a este cantaor de la provincia gaditana, la vida está a punto de brindarle un nuevo regalo. Su voz es laína y juega a lo imposible. Ahora sí estamos ante un gladiador que sigue una escuela con una hoz para la siega de un bosque. Tiene voz de cielo y herida de gigante . No hay queja como la suya, porque nada puede contarse más alto ni más claro. Canela de San Roque le traspasará enseguida y seguirá haciéndolo a su antojo, incluso después de muerto. Y usted lamentará que no tenga demasiado grabado, apenas tres discos y alguna participación en álbumes colectivos. Y tal vez se obsesione con él. Y quizá se aprenda hasta el color de su gañote. Y lo imite a solas sin resultados que merezcan exponerse en público. Y se lo guarde para siempre. Su expresividad es hiperbólica y nos deja una duda de compañera: ¿por qué, a pesar de todo, fue tan desconocido?
Reacio a quedarse con una sola cara de su principal maestro, su padre , lo sugiere en la malagueña del Mellizo que cogió de Aurelio Sellés, el fandango de Antonio de la Calza, sevillano creador de un estilo propio, y por alegrías. Rancapino tiene dos discos en su trayectoria. Los dos con el mismo guitarrista, Paco Cepero, y el mismo nombre; eso es guiar a tus seguidores. Algo más de dos décadas separan al uno del otro, pero el regusto que deja a su estela parece similar. Que el cante lo de la tierra, y el agua, nos lo vuelve a decir La Perla de Cádiz , a quien los curiosos de varias generaciones acudían para robarle parte de la sal que ella derramaba, en sus tangos. Tangos que, por cierto, también incluye Rancapino Chico en «Por mi amor al arte», que así se llama la presentación de sus credenciales.
Lo demás se esconde tras una puerta que el de Chiclana abre con la ilusión de un niño. Son sonidos de cuartos, para los más aficionados, directos, misteriosos, alejados de las masas. En esa habitación, el Camarón más joven, aún sin haber comenzado su andadura con Paco de Lucía, en un tiempo cercano al de la colaboración en el estudio que realizó con el tocaor Antonio Arenas, deja la «Seguirilla de los grillos» en la Venta Vargas. Perrate de Utrera , eje de una saga que conserva en la palma de su mano un secreto milenario, brama por soleá en «Rito y geografía del cante», serie en la que Fernanda de Utrera deja su escultura mortecina junto a Diego del Gastor, otro binomio histórico. El intercambio de quejíos y acordes, rasgueos, la ciencia en el saber, alzapúa y terror de La Serneta brota tan espontáneo como magistral. Qué próximas quedan entonces Cádiz y Sevilla. Qué remoto eso que guardan.
El artista recomienda...
1. «Seguirilla» , Manolo Caracol. «Rito y geografía del cante»
2. «Una fuente» , La Perla de Cádiz.«Alma flamenca»
3. «Malagueñas de Aurelio» , Rancapino. «Rancapino acompañado por el guitarrista Paco Cepero»
4. «Alegrías de Cádiz» , Rancapino. «Rancapino acompañado por la guitarra de Paco Cepero»
5. «Fandangos de la Calzá» , Rancapino. «Rancapino acompañado por la guitarra de Paco Cepero»
6. «Soleá» , Perrate de Utrera. «Rito y geografía del cante»
7. «Soleá» , Fernanda de Utrera. «Rito y geografía del cante»
8. «Soleá» , Canela de San Roque. «Flamenco en Lavapiés»
9. «Seguirilla de los grillos» , Camarón de la Isla. «Venta de Vargas»
10. «Mis recuerdos de Charamusco» , Antonio Mairena. «El calor de mis recuerdos»
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