Música
Las diez recomendaciones musicales de Dorantes
El pianista recurre a una obra de Stravinsky, el eco familiar del Lebrijano y un hito de la improvisación de Keith Jarrett para hablarnos de referencias
Cuerdas frotadas en el color del otoño, golpes de marfil libre, ecos de caravana y polvo, trémolos con magia al ruedo. David Dorantes se vacía con el piano y la palabra y nos descubre sus delirios musicales más recurrentes. Aquello en lo que se envuelve con agrado de cuando en cuando para reconciliarse con su profesión. El lebrijano empezó con una guitarra tímida en las manos, aunque pronto se topó con la superficie claroscura que lo acompañaría hasta convertirlo en todo un referente. Cuando él se volcó sobre las teclas había pocos en los que fijarse : Pepe Romero, Arturo Pavón, Felipe Campuzano. Unos cuantos curiosos que marcaron un camino que llegaría a otras dimensiones con las generaciones que les precedieron. El piano flamenco, desde este prisma, ya no es una rareza . No surca estructuras armadas previamente por el cante o el toque, sino que tiene entidad propia y su futuro se antoja ancho y desconocido, pues queda todo por hacer.
La tierra señala el ritmo de este músico gitano de mirada larga, por eso El Lebrijano en los cantes de caravana que interpretaba junto a su madre, La Perrata, y que nos traslada hasta un pequeño salón de una vieja casa de infancia, aparece en una posición especial. El disco «Persecución», de su tío , fue una ocurrencia surgida en un paseo por Madrid con el periodista Jesús Quintero. ¿Y si contamos el asedio caló en un álbum? Entonces entró en juego el poeta Félix Grande a través de las letras, quien, con el talento de Juan Peña y la poderosa historia que atesoraba este último en la sangre, esculpió una obra también literaria con narraciones memorables.
El cantaor Tomás Pavón grabó una toná de Triana, la debla, rescatándola así de un pozo asegurado de olvido junto a las seguirillas de Cagancho en 1947. Manolo Sanlúcar , por su parte, unió huesos y lágrimas en el rezo pulsado de «Oración» mucho más tarde. Son estas las otras dos recomendaciones flamencas. El resto parte de sus andanzas por el mundo y se hilvana mediante emociones y sueños y encuentros y nubes que también lo han definido como artista.
Dorantes compuso «Orobroy» a los dieciséis años . No fue una casualidad lo que vino después. «Ventanales», «Gallardía», «Sin muros» y la más reciente «La roda del viento» , el disco donde navega a la estela de Magallanes y Elcano que hoy mismo ha salido al mercado , son algunas de las creaciones en las que disfrutar de sus hallazgos. También en los diálogos que ha protagonizado junto a músicos de estilos muy diferentes al suyo, como Taksim Trío, y con camaradas de queja, como Esperanza Fernández y Marina Heredia. Su bandera blanquiverde roba colores de aquí y de allá sacando siempre a relucir el virtuosismo.
El jaleo patrio de Alberto Cortez , batiendo heridas y alas, nos da paso a una breve serie instrumental de gran altura. Jazz y música clásica por los que él ha filtrado su mensaje, tan cercano como universal. Así arrancamos con la «La consagración de la primavera» de Igor Stravinsky , un ballet que trascendió como pieza musical y que nos permite reencontrarnos con la estación más risueña de una forma muy distinta a la que nos concede la fantasía de Vivaldi. Disonante, cargada de sorpresas, con aceleraciones y desaceleraciones, aparentemente desordenada e impulsiva, nos promete un viaje sin rumbo fijo, apegados a meandros, cambios de sentido y requiebros que al fin desembocan por el mes de marzo en el calendario. La extrañeza contenida que nos sugiere en todo momento, incluso en el segundo acto, donde se encuentra la «Glorification de l'elue», parece continuar en el tercer movimiento del «Cuarteto de cuerdas número seis», «Mesto-Burletta», de Béla Bartók , compositor húngaro considerado como uno de los padres de la etnomusicología.
El «Adagietto» de la quinta sinfonía de Gustav Mahler , noble remanso, se inmortalizó gracias a la película «Muerte en Venecia», de Luchino Visconti. Una suerte similar a la que corrieron las ideas de Bach al caer en manos del Glen Gould . El jazzista Path Metheny aporta su guitarra envolvente en la conocida como «Trilogía brasileña». Keith Jarrett , su locura convertida en hito de la improvisación allá por 1975. Para añadir cierto caos, Dorantes menciona el álbum entero de «Köln concert», de frente y de perfil, al completo. Con el presente en contra y el destino a su favor, tras varias noches sin dormir por un acusado dolor de espalda, sin el instrumento requerido y en un clima de expectación considerable, aquel entonces joven estadounidense labró su nombre entre los grandes en la ópera de Colonia. Un concierto que nos habla al oído de inspiración y azar, de la hondura tanto de la búsqueda como del encuentro.
Y ahí está el hijo de Pedro Peña: al calor de su apellido, pero sobre la clavícula de un gigante . Naufragando a posta en un espacio onírico, sediento de trajes nuevos que se ocultan bajo el teclado, con las uñas llenas de grava de tanto hurgar y la certeza de haber nacido para esto. Su música está donde lo imposible colinda con sus deseos.
1. «Glorification de l'élue» , Igor Stravinski. «La consagración de la primavera»
2. «Libres como el aire» , El Lebrijano. «Persecución»
3. «Minuano» , Path Metheny Group. «Still Life (Talking)»
4. «III. Mesto - Burletta» , Béla Bártok. «Cuarteto para cuerdas nº6»
5. «Cancion de amor para mi patria» , Alberto Cortez. «Sueños y quimeras»
6. «Reniego yo» , Tomás Pavón. «Cantes de Triana: seguidillas»
7. «The Goldberg variation 2 a 1 clav» , Glenn Gould
8. «Köln concert» , Keith Jarrett
9. «Oración» , Manolo Sanlúcar. «Tauromagia»
10. «Adagietto» , Gustav Mahler. «Symphony No. 5»
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