Diego del Morao y Antonio Rey, dos guitarras voladoras

Los jerezanos triunfan con un concierto por derecho que pasará a la historia de la Bienal de Flamenco por haberlos consagrado como los grandes guitarristas de su tiempo

Diego del Morao, durante su actuación en la Bienal JUAN FLORES

Alberto García Reyes

Las raíces tienen más valor cuando echan a volar. Y lo que ha hecho Diego del Morao con la guitarra es exactamente eso: agarrarse al legado de su padre, de su linaje, y planear por el toque del siglo XXI con esa escuela. La taranta en los acordes de su casa. La bulería en los del mundo. El primer toque que hizo bastó para explicar lo que pretende este artista llamado a mandar en el toque de su generación. Bordoneó como su viejo, con el mismo sentido rítmico, ese soniquete que parece muy fácil porque obliga a bailar con los hombros, pero que sólo suena bien en las manos de estos monstruos. Diego cambió la base armónica para tocar en sitios impensables para sus antecesores, pero obligatorios para los jóvenes de ahora. Y ahí es donde casi todos se desparraman. Son superdotados técnicos, pero han perdido la cadencia obligados por las mil posturas de colores que hay que conocer para que no te digan que no sabes tocar. Diego es una excepción. Por seguiriya bajó el bordón a Re y buscó contratiempos debajo de las piedras. Pero no perdió jamás el centro. Hizo rasgueos que son de la denominación de origen de Jerez. Ensartó las falsetas dejando respirar a la bajañí, como si la boca fuera un pozo al que se tira un peñasco y hay que esperar el sonido para tirar el siguiente. La acústica le perjudicó en la bulería posterior con los acoples, pero lo que pretendía se vio claro. Tocar en otro sitio. Meterle mano a lo de siempre en los espacios del nunca. Dicho de otro modo: el hijo de Moraíto puede llegar a cualquier reunión de guitarristas y preguntar, ¿por dónde queréis que toque? Está al día de todo lo que se cuece en la evolución de la mano izquierda, pero no se permite ni una deslealtad con sus raíces. Es decir, se puede tocar con las herramientas del nuevo tiempo sin perder la identidad. De hecho, hizo falsetas de su padre puestas en otro sitio. Y las hizo en el templo en el que jugaba de niño cuando tenía que acompañar a Morao a trabajar. Reconozco que me emocioné y que tal vez esto esté escrito con esa pátina, pero quienes amamos el flamenco echamos mucho de menos a ese hombre. Moraíto tocaba fácil, de acuerdo, pero nadie ha tocado como él. Y ver ahora ahí a su niño haciendo grande a su maestro, llevándolo más allá de sus propias fronteras por tangos es algo difícil de explicar. Porque Diego se sentó en la silla con esa responsabilidad. Con la cejilla en la funda. Tocando al aire siempre. A calzón quitado. Y sin correr. Usando afinaciones por las que su viejo le habría reñido primero y se habría quedado pasmado después. Qué pureza. Cuando dijo que iba a tocar expresamente cosas suyas la puso al tres y replegó las alas. Por medio. La herencia material no se malgasta. Pero que quede claro que en los jereles no se ha acabado el duro.

En la tierra de Javier Molina, Rafael del Águila, Parrilla, Balao o los Morao, donde han revolucionado la sonanta figuras como Paco Cepero, Gerardo Núñez o más recientemente Santiago Lara, Javier Patino, Juan Diego, el Bolita o Higuero, esto jamás tendrá fin.

Ahí está Antonio Rey , que es probablemente el mejor dotado técnicamente de todos los guitarristas actuales. Y ahora, después de haber alcanzado la cima del virtuosismo , se ha reposado. Dios mío, qué artistazo hay ahí. Ahora no vuela con los dedos, como hace sólo un par de años, vuela con el alma. Busca el pellizco. Ypor eso hizo un trémolo en su pieza levantina que todavía está reverberando en el Lope. Y jugó con los volúmenes para que sus fraseos contaran historias. Antonio pica con una velocidad increíble. Con las manos ardiendo. Es completamente nuevo por alegrías aunque las toca por donde se han tocado de toda la vida de Dios. Solo. Sin palmas siquiera. Más por derecho no se puede ir a una Bienal. Este guitarrista juega en otra liga. Tiene mecanismos que parecen de ciencia ficción y los pone al servicio de una idea. A mí me volvió completamente loco en la farruca. La llevaba siempre a ritmo, pero con melodías que aleteaban por el clima de este estilo. Con una variedad de arpegios que lo consagran con la mejor mano derecha indiscutible de la actualidad, capaz incluso de recuperar técnicas como el martilleo, ya en desuso, y ponerlas otras vez en circulación. Dijo Paco de Lucía que en la guitarra la izquierda piensa y la derecha ejecuta. Así que todo lo que piensa Antonio Rey suena perfecto. No falla ni por asomo. ¿Y qué piensa? Piensa flamenco. Piensa en la verdad de esto: en que ningún don está por encima del buen gusto. Por eso toca con los labios por bulerías y tiene la tranquilidad de pararse a afinar bien en mitad de una falseta. Porque no se abriga con percusiones y vientos. Toca con la femoral expuesta. Y por eso cuando se juntó con Diego, siendo tan distintos, vi el futuro volando por la historia. La esperanza.

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