CRÍTICA DE DANZA
La danza de África sin clichés
Estreno en España de «Kalakuta Republik» de Sergé Aimé Coulibaly en el Teatro Central
La sombra de Fela Kuti, aquel músico padre del «afrobeat», político contestatario, director de orquesta y saxofonista de Burkina Faso, planeó por el escenario en cada instante de la representación de «Kalakuta Republik», una obra que nos presenta una visión de Africa lejana de los tan manidos chiclés.
Seis bailarines en escena más el propio Serge Aimé Coulibaly, y entre ellos sólo una mujer de raza blanca, la bailarina Marion Alzieu, una bailarina de intenso poder físico y gran extensión. La obra tiene dos partes bien distintas, una primera en blanco y negro donde el movimiento y la coreografía es mucho más contenida y funciona insistiendo en los movimientos individuales y sugerentes, y una segunda parte colorista, como si se desarrollara en un enloquecido club nocturno, donde la danza entra en un estado de catarsis que invade todo el espacio y los momentos grupales son más numerosos.
Serge Aimé Coulibaly se inició como bailarín con coreógrafos como Alain Platel y Sidi Larbi Cherkaoui. Del primero ha tomado una visión más teatral del relato, del segundo la organización coreográfica en el espacio, que huye de las composiciones geométricas. Pero Coulibaly ha conseguido crear un propio lenguaje, una especie de danza donde el movimiento sobre todo de los bailarines de origen africano, destaca sobre todo por su fisicidad. El trabajo corporal es muy intenso, casi extenuante, y se desarrolla en ambas partes alrededor de Coulibaly, que ejerciendo de bailarín-narrador, ordena el espacio.
Pero no, no es un espectáculo homenaje a Fela Kuti aunque cuente con su música pasada por el tamiz de Yvan Talbot. Pero sí plantea algunas cuestiones que generó la filosofía de Kuti, tales como qué puede unir a los pueblos o quien es el que puede convertirse en líder y todo ello con la música «afrobeat» a modo de estandarte liberalizador. Por eso uno de sus bailarines dice en inglés y español, «yo seré el próximo presidente de mi país» y lo chilla hasta la extenuación.
El espectáculo escapa al relato, incluso al homenaje, y va mucho más allá, porque sólo busca la danza como lenguaje imaginativo para que el público saque sus propias conclusiones. Pero eso sí, Coulibaly no nos dejó olvidar en ningún momento que Fela Kuti andaba por allí.