Crítica de Danza

«Los Cuerpos Celestes», un universo de siete movimientos

La compañía de Marco Vargas y Chloe Brulé adaptó al escenario del teatro romano la obra estrenada el pasado año

Instante de la obra «Los Cuerpos Celestes» Francisco Reina

Marta Carrasco

«Los cuerpos celestes» es una obra que recoge un trabajo de quince años de Marco Vargas y Chloe Brulé , durante el cual han investigado con múltiples espectáculos tanto de calle como teatrales, en los que han mezclado una serie de lenguajes desde sus respectivas formaciones dancísticas.

Si Chloe Brulé desembocó en el flamenco desde la danza contemporánea y el clásico, para Marco Vargas el flamenco ha sido su única formación y lenguaje hasta que la unión con Brulé le llevó a descubrir nuevas opciones creativas.

«Los cuerpos celestes» es una obra estrenada el pasado año en el teatro Central, en la que Vargas y Brulé incorporan por primera vez dos intérpretes más en el apartado del baile, Gero Domínguez y Yinka Esi Graves a los que acompaña con música en directo el compositor Miguel Marín , convertido también en otro elemento de la coreografía.

Siete escenas para un viaje estelar, en esta ocasión y para la anécdota poética, realmente bajo las estrellas, pues si en el teatro Central estuvimos bajo techo, aquí relamente sobre nosotros se podían ver algunas de las estrellas que Brulé anuncia en los fragmentos que hacen de prólogo y epílogo a la obra.

A destacar sin duda, la magnífica composición de Miguel Marín , quien no sólo acompaña con percusión varias escenas, sino también con onomatopeyas, sonidos guturales y otras expresiones que conforman un pentagrama que, basado en los ritmos flamencos, desemboca en la música electrónica con naturalidad.

La presentación se hace a través de un paso a tres de los hombres, incluido Marín, y un paso a dos de las mujeres. La danza es libre , en ambos movimientos muy intimista y llena de movimientos más contemporáneos que flamencos. La percusión es la que determina el baile y el zapateado que ya con estética más flamenca se desarrolla en el resto del espectáculo de una manera coral.

El espectáculo ha cambiado desde su estreno, sobre todo por su adaptación al aire libre y el gran espacio del escenario del teatro romano. Si bien en la primera parte se pierden algunos aspectos de la intimidad de los dos primeros movimientos (por la distancia que impone la tradicional orchestra del teatro entre el escenario y el público), la misma circunstancia favorece a la segunda parte de la obra por la amplitud de los movimientos corales.

Un público disciplinadamente situado en la grada con mascarilla , llenó hasta un cincuenta por ciento el aforo del teatro romano, que contaba con las medidas de protección, geles, salidas y entradas diferenciadas elementos que ahora se están convirtiendo poco a poco en nuestra cotidiana manera de volver al teatro.

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