Concierto Sevilla

Tote King: «Sentí que había tocado techo, que ya estaba todo dicho»

El artista sevillano estará los días 23 y 24 de noviembre en la Sala Custom presentando su último trabajo, 'Lebron', con el que ha sido nominado a los Grammy Latinos

El artista sevillano, Tote King, presenta su último disco en Sevilla ABC

Ezequiel Mendoza

Bajo esa gorra de rapero, Manuel González (1978, Sevilla) hace tiempo que ya peina algunas canas. Él ya estaba en la escena, hace más de diez años, cuando muchos se preguntaban cómo envejecerían el hip-hop y los raperos, pero eso es algo que nunca le ha importado a Manuel -más conocido como Tote King -, que ha terminado por convertirse en un Benjamin Button del rap. De joven, tuvo que enfrentarse con madurez a los palos y las críticas que recibía y, ahora, que está a punto de cumplir 40 años, disfruta de la música y los escenarios como si fuera un niño.

Tote King viene de pasar por una de las etapas más duras de su vida. La muerte de su padre le afectó demasiado, tanto, que estuvo a punto de no publicar su último disco, 'Lebron' . Empezaba a sentir que ya había tocado techo, que ya estaba todo dicho, que nada tenía sentido. Pero, de pronto, resurgió. Y de estar a punto de no seguir adelante, ha pasado a estar nominado a mejor álbum de música urbana en los Grammy Latino. Aunque él no le da mucha importancia, prefiere centrarse en otra cosas. Como su Gira Lebron , con la que Tote King llega a Sevilla para encestar algunos versos y disfrutar de una pachanguita de dos días seguidos en la Sala Custom . El día 23 ya ha agotado las entradas, pero el 24 aún se le puede ver driblando sobre una instrumental en el escenario.

El rap siempre ha sido un género que ha conectado más con la gente joven. En un mes, usted cumple 40 años, ¿se hace más difícil conectar con ese público o siente que en su trabajo nada ha cambiado?

No me paro a pensarlo. Sí me planteo otras cosas relacionadas con la edad. Pero esa no, porque cuando empecé y yo también era un chaval, estaba tan enfocado en mejorar mis textos, mis bolos, en hacer música y tal, que no me fijaba. Nunca me he fijado en los tramos de edad de la gente que venía a verme ni en cuál era mi target , que es como lo llaman ahora. «¿Cuál será mi target ?» [risas]. Siempre esas cosas las ha llevado un mánager y yo no me he fijado. De hecho, actualmente no sé cuál es mi público. Sí que es cierto que hay un público que ha crecido con mi música, que se nota en los bolos, porque echando un vistazo a alguno de ellos, se ha visto a gente más mayor. Pero no me planteo de qué manera conecto o puedo conectar porque, realmente, sólo sé escribir en una dirección, que es en la que escribo. Me va a dar igual, exactamente, si me escuchan más mayores o más chicos. Solo me fijo en la forma de escribir y atraigo al público que le interese lo que escribo.

Ha hablado de sus inicios, de cuando era un chaval. Fue corista de SFDK, tengo entendido. ¿Cómo recuerda aquella época?

Antes de eso conocí en la facultad a Juaninacka, que se convirtió en mi mentor y que, a día de hoy, le guardo un respetazo . Pienso que puede seguir siendo el escritor de rap más importante de Andalucía de todos los tiempos. Lo conocí echando la matrícula de Filología, empezamos a juntarnos, él tenía un grupo en Coria del Río y yo me uní a ese grupo. Se llamaba la Alta Escuela. Eso pasó entre el 96 y el 98. Aún así, nos dio tiempo a grabar algún disco, dar algunos «bolillos», pocos, porque en aquellos tiempos tocamos muy poco como grupo. Fue cuando me separé en el 98-99 del grupo cuando dije: «Lo voy a intentar yo solo». Ahí, en mi primera maqueta en solitario, conocí a Zatu y a Óscar y empecé a juntarme con ellos. Me ofrecieron irme de corista. Yo estaba grabando mi primera maqueta ahí y juntarme con SFDK fue brutal. Con la Alta Escuela había tocado el escenario cinco o seis veces y con SFDK, que ya tenían una trayectoria, que tenían discos profesionales, conseguí tocar mucho más. El arranque, las tablas, el saber estar en un escenario, lo aprendí más con SFDK que con mi primer grupo

¿Tiene alguna anécdota especial de aquellos inicios?

Tengo recuerdos de muchas risas y de aprender a pasar la vida en la carretera que, también en cierto modo, lo estaba aprendiendo SFDK. Porque, aunque habían tocado mucho, había sido por Andalucía, y de una manera más desorganizada. Cuando yo me uní a ellos te comías un Sevilla-Bilbao en coche de alquiler. Cinco tíos en el coche que, además, el otro corista era un tipo grande como yo, no cabíamos en el coche, era asfixiante. Recuerdo fumar muchos porros en aquella época. Muchos, muchos. Desde que salía el coche hasta que llegábamos al sitio. No sé, tío, esa época fue muy divertida. No tengo grandes recuerdos del escenario porque mi trabajo era muy sencillo: corear a una persona. Pero los recuerdos de la convivencia, de cómo gestionaban el concierto, de la profesionalidad en los ensayos, sin faltar, el buen rollo del coche, la hermandad que se creaba en un grupo cuando te comías tantas horas de carretera juntos. Eso se trasladaba a mi grupo cuando empecé yo a mandar y a llevar mi carrera.

En aquellos inicios, hubo un momento en que dijo a su familia «quiero ser rapero», supongo. ¿Cómo fue aquello?

No, no fue así, fue de una manera mucho más caótica y más rara. En casa ni yo sabía si eso iba a resultar. Realmente lo supe en 2004-2005. Hasta entonces, en casa era una doble vida porque para que mis padres estuvieran contentos iba a Filología. Los primeros años fueron malos porque estaba con Alta Escuela descubriendo la música y pasé de la carrera, pero, después, me fue mejor en la carrera porque, pese a que estaba con SFDK en la carretera y estaba semanas fuera, porque a veces salías un jueves y volvías un domingo, y el lunes estabas hecho polvo de la «jartá» de fumar que te habías pegado, y de beber y del cansancio. Pero, aún así, conseguí enderezar la carrera y llegué hasta quinto. Incluso algunas asignaturas las saqué con buena nota. Lo compaginaba. En casa pensaban que lo mío era un juego, que yo iba a terminar trabajando de profe o con algo relacionado. Yo también lo pensaba. Siempre lo tomaba como un hobby. Había dejado el baloncesto para dedicarme al rap como hobby. De vez en cuando tenía un poco de dinerillo. De repente vi que tenía un poquito ahorrado, un poquito más y, de repente, me estalló un año. No fue en plan «me quiero dedicar», sino que, de repente, pasó. Entonces, no me dio tiempo a reaccionar. Cuando me di cuenta tenía manager, me estaban cerrando festivales y conciertos, la cuenta empezó a engrosar, empecé a ganar dinero. Entonces dije «mamá, no puedo parar, tengo que dejar la carrera porque es que esto se me ha ido de las manos». Sorprendente.

Dice que empezó como si fuera un hobby. ¿Siente un gran cambio en sus letras, de cuando escribía por hobby a hacerlo porque ya era un trabajo?

Sí, han cambiado mucho, y no por esa razón. Han cambiado por la edad y por mis lecturas. Porque de joven el hábito de lectura estaba en mi casa, mis padres leían, entonces yo leí. Pero de una forma dispersa, caótica, desorganizada completamente. Cogía un libro y no era capaz de profundizar. A lo mejor un libro me estaba encantando y ya me iba a la calle porque me llamaban, a jugar al basket. Cuando empecé a trabajar seriamente, empecé a tener las ventajas de las personas que se dedica a la música y le va bien: no tener horario, ni jefe, vivir el día como me dé la gana, como si me quiero acostar a las seis de la mañana y dormir de día, que lo hice durante bastante tiempo, además. Justo cuando empezó a irme bien, a tener mi primer pisito de alquiler, fue cuando estalló y empecé a devorar libros. Cuando más leí y leí, noté que la mano me cambiaba y me mejoraba. A día de hoy no he parado, llevo como veinte años leyendo y la mano ha cambiado mucho. Leer te da la capacidad de escribir.

En el rap sin embargo parece que a veces se prefiere ser más directo, sin rodeos. ¿Falta algo de literatura en el rap? ¿Es compatible con esa rapidez?

Yo creo que lo tiene, que no es incompatible. Depende de la literatura, hay millones de cosas. Creo que es un denominador común. Los editores, además, suelen simplificar, suelen recortar. Creo que el rap tiene muchísimo estilo literario, incluso en gente que no ha leído. Me he llevado sorpresas con gente que no sabe el recurso que está utilizando y está utilizando un recurso maestro. Gente que tiene poesía sin buscarla. En el rap de este país y que yo conozco, el que lo tiene, no lo sabe y el que lo busca, lo tiene impostado. A mí me interesan poetas que nunca se han declarado poetas, como un tío de Cádiz que se llama Dheformer Galinier, y que sin él saberlo escribe a un nivel de literatura pro.

Hablando de sus letras, muchas veces han sido controvertidas y, de hecho, ha zanjado el tema diciendo que hace lo que le nace y le da igual lo que diga la gente. ¿Hasta qué punto es verdad que no le afectan las críticas o reflexiona con alguna de ellas?

Verás, no voy a engañar a nadie, a mí las críticas me afectan. Sobre todo cuando no es una crítica, sino cuando es un insulto bestial o un comentario que quiere matarte anímicamente. Esa es una de las razones por las que no entré en el mundo de las redes sociales. Aparte, porque vi que hay mucho exhibicionismo barato. Después, con el tiempo, cuando se ven las cosas, he visto que las redes son una maravilla en muchas cosas, han democratizado opiniones, han dado voz a gente a la que antes no se escuchaba, porque solo se escuchaba gente en los medios… El balance es más positivo que negativo, pero la parte negativa es tan cabrona, que yo preferí no entrar. Como yo no tengo redes, nadie tiene acceso a mí, directo. No hay nadie que esté a golpe de clic y decirme «Tote, no se qué», porque yo no leo. Con los comentarios de YouTube me autoimpongo una disciplina de no leer, o de leer un poquito en esos días en los que me siento valiente. Por regla, intento no hacerlo, porque acabo jodido.

Respecto a su último disco, ‘Lebron’, ha estado nominado a mejor álbum de música urbana en los Grammy Latino, que se celebraron la pasada semana. ¿Cómo se enteró de la noticia y qué ha significado para usted?

Pues nada, absolutamente nada. Me enteré un día, en el grupo que tenemos de Telegram, de mi grupo, que está mi DJ, mi hermano y mi técnico de sonido. Empezamos a reírnos. La verdad que el primer día fue alegría, como la alegría que te puede dar ver al Numancia ganarle al Real Madrid, o que estén empatados. Es verdad que J. Balvin tiene vídeos con billones de visitas, tiene un jet privado, y yo vivo en la Macarena y mis videos no superan los cinco millones. Entonces, en ese sentido, nos dio el subidón de pensar que a alguien del jurado le había gustado un disco de rap. Porque no es música popular, la gente se confunde y piensa que sí lo es. Pero fue popular durante diez años que han pasado. Ahora está de moda otra música urbana, como el reguetón. O sea, los que seguimos en el rap, somos pocos. Ahora mismo es una lucha. Fue estimulante, pero al segundo día se me olvidó. No es una pose. El subidón duró un ratito, le dije a mi DJ que lo pusiera en las redes para reírnos y al martes se me había olvidado. No tuve intención de ir a la gala ni esperé nada.

Aunque no significara nada, en lo personal, sí que para este disco es un pequeño (o gran) éxito, según se mire. Un trabajo que estuvo a punto de dejarlo, ¿no? De pararlo, incluso.

Sí bueno, en la mitad del trabajo tuve un problema grande, falleció mi padre y me vine abajo. No tenía sentido escribir ni prácticamente nada. Retomé con mucha fuerza porque decidí afrontarlo con valor y contar cosas. La verdad es que me sentí muy bien. La mitad del disco fue terapéutica en ese sentido.

Con la Gira Lebron habéis pasado por Latinoamérica recientemente. Estuvisteis en Bogotá, donde se hizo un tatuaje. ¿Por qué allí y qué significado tiene?

¡Hostia! Pues me tatué en Bogotá porque a mí me encanta que casi todos los «tatus» que tengo son improvisados. Apenas he pensado «me quiero hacer esto» y he buscado un tatuador para hacérmelo, sino que ha surgido. Un colega me dijo «hay un tipo en una tienda que quiere tatuarte». Teníamos tiempo libre y, aunque estábamos muertos, porque fue cuando habíamos terminado todos los conciertos. Me pasé por allí, conocí a la gente de la zona, nos hartamos de reír en la tienda. Me gustan las experiencias de ese tipo porque conoces a gente. Las sesiones de tatuaje son divertidas porque te están pinchando y, a la vez, estamos escuchando música, compartiendo gustas, pone él un tema, pongo otro, y las cuatro o cinco horas que estás ahí es divertido. Yo el tema de los tatuajes lo entiendo así, como una cosa de sorpresa o de improvisación, tiene más gracia para mi que meditar qué me voy a pinchar y hacerlo.

Sobre ‘Lebron’ también me ha llamado la atención que hay una canción en la que habla del fracaso, de dejarlo todo, de dejar el rap. Recientemente he leído también que lo que más le irrita es su obsesión. ¿Hasta qué punto se ha obsesionado, que ha llegado a pensar en dejarlo todo?

La obsesión me acompaña desde hace muchos años en pequeñas cosas que me molestan en el día a día. Estoy domando la cabeza como puedo. Es una lucha para los que sufrimos de eso. Tengo rituales, pequeños obstáculos que están ahí, pero siempre me sobrepongo. Yo he luchado mucho, y al final, salgo. En este caso, fue duro, primero porque perdí a mi padre, que era un colega impresionante. Un confidente, una persona genial, con una inteligencia… Era una pasada. Hablábamos de literatura, de NBA, fue mi entrenador durante toda mi vida en el equipo que jugué. Nuestra relación era especial. Eso me debilitó. Y, lo que me ha pasado en los últimos años, es que sientes que has tocado techo escribiendo rap. Aparte, el rap, te acota. Tu texto lo tienes que escribir en un patrón rítmico. No es como cuando te pones delante de un folio a escribir, libre. Entonces, llegó un momento en que el ritmo te aprisiona, en que sientes que lo has contado todo y que ya no te deja decir más. Yo pensaba que realmente estaba todo dicho. Tengo muchos discos, muchas colaboraciones, canciones inéditas. No sé ni la discografía que tengo, eso hace que te dé la sensación de que ya está todo hecho.

Pero no está, siempre termina apareciendo la inspiración, siempre hay algo que decir.

Sí, al final siempre. Suele ser por las instrumentales que me llegan. Alguna tiene un sonido, una imagen, una magia que no sé ni cuál es y te estalla en la cabeza y te hace encerrarte en el estudio a escribirla. Suele ser siempre eso.

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