Concierto en Sevilla
Kanka: «Me gustaría mantenerme con los pies en la tierra»
El artista malagueño estará el 26 de agosto tocando en acústico en Live The Roof en el Hotel Inglaterra con todo vendido
Resulta que para saltar también hay que tener arte. Aunque a Juan Gómez Canca (Málaga, 1982) de eso le sobra. Tiene arte para hablar, para cantar y para derrochar en todo lo que haga falta. Desde que empezara con su primer grupo, Doctor Desastre, hace más de diez años, el Kanka –como lo conocen desde chico– ha tenido que saltar más de uno y de dos baches. Siempre con mucho arte. Siempre saliendo adelante.
Partió de su Málaga natal a Madrid y pronto empezó a moverse por los circuitos de cantautores junto a artistas como Rozalén, Andrés Suárez, Carmen Boza o Road Ramos. Poquito a poco, salto a salto, ha llegado a ser uno de los nombres con la tipografía más grande en los carteles de muchos festivales españoles. Y eso que, en ocasiones, el salto ha tenido que darlo casi sin ayuda y a veces sin cuerda de agarre. Porque para él la música también es a veces un deporte de riesgo. Ahora vive y disfruta haciendo lo que sabe, lo que le gusta, que es llevar sus canciones de paseo por toda España. Este 26 de agosto pasará por el Hotel Inglaterra con Live The Roof y ya tiene todas las entradas vendidas.
«El arte de saltar» no es un disco con un solo concepto, pero sí que habla de atreverse, de superar los baches. ¿Cuál es el peor bache que ha tenido que superar hasta ahora?
¡Uf! [Piensa]. Ha habido muchos, personales y profesionales. Pero, de entrada, un bache gigante es ya dedicarse a la música en este país. Es una cosa heroíca, propia de inconscientes [risas]. Hace falta hacer gala de una locura valiente, como yo y mis compañeros que nos dedicamos a esto, haciendo música de verdad, alternativa, y de autor, como es mi caso. Hay otros que lo tienen más facilito pero para nosotros no ha sido así [ríe]. Ese es el gran bache de estos años.
Sus letras se caracterizan por ser «buenrollistas» y positivistas y eso le ha hecho ganarse la etiqueta de que no es el «típico cantautor». Pero actualmente eso de «típico cantautor» ya está algo desfasado, ¿no?
Yo creo que sí, afortunadamente se está abriendo el concepto de cantautor, que no es que de repente los cantautores estemos haciendo una cosa distinta, que también, porque la música evoluciona y hay corrientes distintas. Pero creo que era más el estigma que había, el concepto que teníamos de cantautor, que el que haya cambiado. Yo he tenido que dar muchas explicaciones cuando decía que era cantautor. Yo decía que era «cantautor pero» [risas]. Cantautor, pero no te esperes a Ismael Serrano. No es que lo que ellos hagan tenga menos valía porque yo soy un gran fan. Tengo todo lo que hay que tener para ser un cantautor, pero mis canciones son bastante rítmicas, se puede bailar en algún momento… ¡Yo he visto a gente hacer pogos! [Risas]. Eso no está en contradicción con ser un cantautor. Eso lo tenía que explicar antes, siempre, pero la gente ha empezado a entender que hay mil maneras de ser cantautor.
Hablando de cantautores, leí que para este disco le tiró la caña a Jorge Drexler en un grupo de Whatsapp donde había otros artistas como Rozalén o Javier Ruibal. ¿Qué se comenta en un grupo de Whatsapp como ese?
[Ríe] Pues mira, es divertidísimo. Yo últimamente estoy un poco desconectado porque tengo mucho follón. Pero esto lo creó en principio Fernando Lobo, que es un cantautor de Cádiz, gran amigo mío, y lo creó porque empezó a hacer décimas, composiciones poéticas. Primero, empezó solo. Después, con otra gente, conmigo, con Rozalén… Y, entonces, se le ocurrió hacer una décima entre diez, hacer un verso cada uno. Hizo un grupo de Whatsapp, nos metió a un montón de gente, eso fue creciendo y entró Drexler que no estaba al principio, Raúl Rodríguez también, que es un grandísimo músico que está haciendo una cosa experimental muy guapa… Y todo gira en torno a la poesía. Pasa cualquier cosa en el país, o le pasa algo a alguno de ellos, y hace una décima o hace media, y el resto la continuamos. Todo es jugando alrededor de la poesía y de la décima. Pero también tenemos un cachondeo bueno ahí montado [risas].
También este disco tiene una colaboración con la comparsa de Martínez Ares. ¿Cómo fue trabajar con ellos?
Fue increíble. Me llevé una experiencia más bonita que todas las cosas. Surgió porque yo soy muy carnavalero, me encanta el Carnaval. No era el primer pasodoble que yo componía, había hecho también un tanguillo… Bueno, no es que yo haga Carnaval, eso es otra cosa, muy complicada. Pero sí que tenía algún tema mío que tenía ese olorcillo. Yo escribí el pasodoble y para que tuviera sentido pensamos no solo en que la comparsa hiciera una colaboración, sino que le preguntamos a Antonio [Martínez Ares] a ver si les apetece hacer los arreglos, las guitarras, todo. Que participe toda la comparsa. Le comenté lo que me gustaría y aunque la composición es mía, el resto es mérito de esta comparsa tan maravillosa que tienen. Antonio me llamaba de vez en cuando y me decía «tío, he pensado que al principio voy a hacer un punteíto, vamos a hacer la primera parte más seria, la segunda más callejera, he pensado en añadirle una cosita»… En fin, ellos lo traían ensayadísimo, lo cual agradezco muchísimo porque ellos estaban ya preparando el Carnaval de este año. Sé que dedicaron sus horas a mi canción y como son unos putos cracks se lo sabían de memoria. Echamos una tarde para grabar todo y ha quedado ese híbrido… Yo estaba flipando, tío. Escuchar a esos diez tíos cantar, eso no es algo que pase todos los días. Estaba con los ojos como platos.
Y más aún si eres carnavalero...
Claro, coño, es que es Martínez Ares, un puto crack. Uno de los grandes poetas del Carnaval. Tengo la suerte de conocerlo porque, como también es cantautor, nos hemos cruzado en distintos circuitos y lo tuve muy fácil, llamarle y proponerlo. Es una gran suerte, para un enamorado del Carnaval como yo, que llevo escuchando las coplas de Antonio toda la vida, encontrártelo ahí dirigiendo la comparsa y cantarse una canción mía... Es un honor y me lo llevo para la tumba.
Antes hablaba de que su música es bailable, alegre, siempre tiene eso de ver el lado positivo de las cosas. ¿Cree que la sociedad tiene actualmente problemas de prisa, estrés y ansiedad?
Sí, absolutamente. Y yo también, como miembro de la misma [ríe]. Sí, yo creo que hay un error grave en la educación y es que se orienta a la productividad, que aprendamos matemáticas y cuatro cosas que nos pueden venir bien en nuestra vida laboral pero no nos enseñan a gestionar nada más, ni nuestros sentimientos, ni nuestro desarrollo humano, ni nada de eso. Se le da menos importancia a la Filosofía, la Psicología ni se toca, en los estudios primarios o secundarios, y es un error muy grave porque al final estamos todos un poco colgaos [risas]. Tenemos a gente dirigiendo empresas y trabajando en ciertos puestos que están un poquito trastornados. No entendemos nuestro lugar en el mundo de una manera más profunda. No recibimos nada de educación del respeto y es un error. Una sociedad en la que la tecnología crece a una velocidad agigantada y, sin embargo, la ética y el desarrollo humano están completamente estancados. Es normal que nos sobrepase. Estamos sobrepasados. El ser humano es un bicho muy inteligente, pero hay una descompensación. Estamos alejados de la naturaleza y de nosotros mismos, estamos todo el día mirando las pantallas. Eso genera mucha desconexión y mucha infelicidad.
Veo que iba en serio cuando dijo que si no fuese músico sería psiquiatra.
¡Dije psicoanalista, sí! [risas]. Bueno, a mí me ha servido mucho el psicoanálisis, soy paciente desde hace muchísimos años. Se habla mucho de la «mens sana in corpore sano» pero nos olvidamos del «mens sana» todo el tiempo. Es super importante tener la cabecita en su sitio. Yo, además, tengo una vida muy complicada, tío. Estoy siempre dando vueltas, paso muy poco por mi casa, está el tema de la popularidad, el ego y todo eso, y a mí me gustaría mantenerme con los pies en la tierra. El psicoanálisis es una disciplina que me parece muy interesante, tengo amigos psicoanalistas, y me encanta hablar con ellos. Sería una profesión que me llenaría por completo.
Ya que habla de la popularidad, ahora tiene que ser difícil salir por Málaga como lo hacía antes, ¿no? Y menos de copas.
[Ríe] ¡Pues te cuento! Alguna vez muy concreta es un poquito coñazo pero, en general, mi público es muy amable, muy respetuoso, se acercan de un modo distinto a como se acercarían a Alejandro Sanz. Obviamente, no soy tan popular. Aparte, mi público es de ese tipo que se ha hecho muy poquito a poco y tal. Entonces, me piden hacerse una fotillo y es muy al estilo compadre, que digo yo, no es una pesadilla. Salir por la calle, me pueden parar, me paran de hecho, pero me puedo tomar un café tranquilo. Me piden una foto y me la hago encantado, pero no llega a ser un drama. Sí que hay ambientes muy concretos en que sé que si voy está la gente haciéndose fotos todo el rato conmigo y ya voy menos. Pero no se hace pesado en absoluto.
«Al principio, mis canciones estaban compuestas con juegos de palabra que no decían nada, ahora tienen más contenido» ha llegado a comentar sobre sus temas. ¿Cómo ha sido esa evolución, esa toma de conciencia sobre sus letras?
Creo que de una forma muy natural… hombre, tampoco creo que no tuvieran algo de contenido, tú leías mis letras y sabes de entrada de qué pie cojeo, se me nota un poco. Pero sí que creo que antes me centraba en la forma, en los fuegos artificiales, los juegos de palabra, y ahora me cuesta más centrarme en eso, como que supongo que me he hecho mayor, me he hecho viejo [risas]. La forma es importante, estamos hablando de canciones, no hablo de ensayos sesudos, pero me gusta que el mensaje sea claro, meter un poquito el dedo en la llaga, eso se ha ido imponiendo desde el segundo disco. Canciones que dicen más cosas, que hablan más de mí, que expreso sentimientos más profundos y más sinceros que hacer tanta caricatura, que antes sí hacía un poco más de eso. Fíjate, creo que el psicoanálisis también tiene que ver un poco con eso. Me he conocido más a mí mismo, me he abierto un poco en mi proceso y eso ha dado de resultado, sin que casi me dé cuenta, que me apetezca componer de esa manera.
He encontrado dos vídeos: uno, de su primer grupo, Doctor Desastre, cantando en unas fiestas organizadas por el Ayuntamiento de Málaga, hace más de diez años. Otro, en el pasado Arenal Sound con miles de personas coreando sus canciones. ¿Qué balance hace del camino recorrido entre ambos vídeos?
[Piensa] Yo qué sé, es bastante loco [ríe]. Cuando miras los dos extremos es muy chocante, pero es que ha sido todo muy poquito a poco, al menos yo tengo esa sensación. No como para que haya llegado a la popularidad de forma póstuma, pero sí que como Kanka empecé a presentarme a algunos concursos de cantautores, me fue bien, gané algunos y de repente tocaba en Madrid y tenía personas que me venían a ver. Una vez toqué en Barcelona con El Niño de la Hipoteca y ya empezó a conocerme más gente, saqué un disco, dos, y fue a más. Estoy muy contento de dónde estoy ahora mismo y de cómo he llevado mi carrera. A veces ha sido una cosa bastante cuesta arriba porque no he tenido apoyo de ningún tipo. Lo hemos hecho todo mi socia María y yo. Trabajando muchísimo, intentando hacer las cosas lo mejor posible, todo muy artesano y así ha sido mi carrera hasta ahora. Estoy orgulloso de haberlo hecho todo como yo he querido, aunque me haya costado trabajo, sudor y lágrimas a veces. Pero miro atrás y digo «joe, la pechá de currar que me he pegado», pero ha valido la pena. A partir de ahora espero que sea un poquito menos sacrificado, pero seguir trabajando un montón y dentro de diez años seguir como sigo ahora, un poquito más quizá, y vivir como considero que vivo ahora. Vivir más dignamente de la música.
En su canción «Andalucía» hace una pequeña oda hacia nuestra tierra pero, ¿qué es lo que más le duele de Andalucía?
¡Uf, no sabría decirte! ¿Sabes qué pasa? Soy andaluz exiliado, llevo fuera doce años y nos pasa a todos los que estamos fuera, o casi todos, que habrá de todo, y tenemos una añoranza de nuestra tierra. No he dejado nunca de echar de menos a mi tierra. Es de puta madre, con muchísima personalidad…Hay una parte de Andalucía, la parte del estereotipo que, bueno, es verdad, tienen algo de verdad, aunque también mucho de mentira. Quizá esa parte sea la que más me duele, quizá ese conformismo, ese orgullo sin lucha. A veces, me da esa sensación. Siempre desde fuera. Pero son partes concretas de mi tierra. Luego hay de todo. Gente que lucha, trabaja y está fuera del estereotipo de la copla, los toros y que da esa imagen tan simplista. Esa parte no me gusta y me chirría de mi tierra, pero me quedo con la otra y me acuerdo siempre de la otra, me acuerdo muy poco de la que me duele.