Crítica de Teatro

Comer pobres

La «humilde propuesta» que Laia Ripoll pone en escena demuestra la vigencia del texto de Jonathan Swift, y sus posibilidades dramáticas

El actor Mariano Llorente es el protagonista absoluto de la obra ABC

Alfonso Crespo

En los prolegómenos ya se respiraba un sano aire satírico , con el vasito de vino cortesía de la obra —la botella descorchada delante de nuestros ojos, como obliga la ley sanitaria— que permitía al público, convenientemente separado bajo la noche estrellada, desembozarse un rato la molesta y absurda mascarilla (¿cuántos rebrotes van en salas de teatro , de cine y en museos ?).

Momento embriagador e inmejorable vía de acceso a un espectáculo que, entre otros resortes, pulsa aquel viejo asunto de los umbrales de recepción —de la incredulidad a la sorpresa, de ésta a la rabia o a la apesadumbrada aceptación— de quien escucha el discurso de cualquier presunta autoridad , de cualquier presunto experto .

La «modest proposal» que Laia Ripoll pone en escena demuestra, primero, la vigencia del texto de Jonathan Swift, y, además —lo que era menos sencillo—, las posibilidades dramáticas que posee tan sutil escritura. Éstas nacen de una cómica ambigüedad y de una cierta intemperie escénica que envuelven al espectador en una atmósfera de indeterminación provocada por el turbio maestro de ceremonias.

Así comparece el demiurgo , el farsante , el actor , para proponer, como en la Irlanda del XVIII, que, ante la carga privada y pública que suponen, los pobres vendan sus retoños al Reino para que las clases dominantes se los coman tiernos —en su estadio lechal— y todos, humillados y pudientes, salgan en última instancia ganando.

El paulatino establecimiento del humor negro y su figura retórica predilecta, la hipérbole , exigen aquí un desafío de concentración máximo al que Mariano Llorente responde con desenvoltura, si bien se echó en falta algo de ritmo en la sutura de los momentos de la obra.

Sí sobresalió, con creces, ahí donde yace la clave de la propuesta de Swift, en sostener, con irredenta, pausada y altiva serenidad, lo insostenible. Es decir, en la activación de ese runrún ambicioso que recorre esta humilde chifladura , en la sacudida moral que provocó en algunos de sus contemporáneos, que creyeron plausible la propuesta, en la misma donde abreva nuestra (mala) consciencia ante el destino , aún, de los seres improductivos.

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