Flamenco SinCejilla

El Cojo de Huelva, cantaor moderno y de Triana

Este mes de octubre se cumplen 66 años de la muerte de este enigmático artista flamenco que triunfó entre los años 40 y 50 e inspiró a Camarón

Manuel González Lora El Cojo de Huelva ABC

Luis Ybarra Ramírez

Sabemos, definitivamente, que no era de Huelva, sino de Triana. Y he escuchado, por ahí, que tampoco era tan cojo, sino que hacía un baile muy característico donde el desequilibrio se le acentuaba. Eso daría un titular hermoso: El Cojo de Huelva no era cojo ni de Huelva. Se hacía anunciar como «El ruiseñor del cante» en los carteles, falleció a destiempo en 1954 en un accidente de tráfico y el próximo 30 de octubre se cumplen 66 años de su muerte. Fue, ante todo, un cantaor moderno y misterioso . Que lo vintage no le despiste.

Camarón de la Isla , que en su relación con Paco de Lucía y su padre, Antonio Sánchez Pecino, descubrió de pronto un aluvión de nuevos cantes, versionó una bulería suya, «Campanitas de la aldea» , en la memorable «Al verte las flores lloran» . Varía la letra. La melodía, tan bien definida por este choquero de la calle Pureza que a su vez la cogió de un bolero de Jorge Sepúlveda, continúo intacta en esa grabación con la que arranca el binomio más perfecto de la segunda mitad del siglo XX. Y es que la bulería del Cojo era fresca, actual. También lo eran unos fandangos que seguramente aprendió de la mano de la Niña de la Puebla , a quien acompañó en sus periplos por el territorio nacional, y que él hacía a modo de canción. El navío que lo están encadenando, que lo están. Esas cosas.

Su voz, que personalmente me recuerda a la de Enrique El Culata , con quien se pisa en muchos versos, o viceversa, más bien, luce redonda en la soleá de Cádiz, la milonga y la malagueña, más marchenera. La época. Dejó numerosos fandangos y más moderneces: unos tanguillos con estribillos, también hechos canción, y una rumba (¡una rumba!), con la percusión de lo que parecen unas claves; y no solo palmas, como era habitual. «El cabrerillo» y «Palito de ron» , la cual ha gozado de múltiples interpretaciones. Estamos en los años 40. Manuel Vallejo e Isabelita de Jerez habían registrado ya su «Catalina mía», pero no encontramos demasiados ejemplos de músicas arrumbadas en el estudio durante este período. Menos con esa atmósfera honda pero ligera ya, popular y culta, que consigue sin poseer unas facultades desorbitadas.

Hizo varias películas de las que no ha quedado ninguna, ole, varias de ellas con Miguel de los Reyes . Todo lo que leemos de él resulta confuso: el año de su nacimiento, incluso el de su muerte, que se puede comprobar en la hemeroteca. Su aportación también cayó en el olvido, eclipsada por las máximas figuras del momento . Un coche impactó con varios artistas en su interior, entre ellos, Pepe Aznalcóllar, y solo él perdió la vida. Como buen hombre enigmático, se marchó con una letra postrera a la espalda. Letra que, por cierto, popularizó Pastora: «Déjame pasar que voy/al cielo que es mi morada/si quieres saber quién soy/soy el lucero del alba/por donde quiera que voy». Búsquenlo ahora. En la luz. En los discos.

Manuel Fernández «El Gordo de Juane», el cante como testimonio

El Gordo de Juane, Domingo Rubichi y Juampe Carabante

Este álbum de Manuel Fernández, hermano del Nano de Jerez e hijo, por tanto, de Tío Juane, no es ninguna genialidad; no nos engañemos. Lo que es verdaderamente bueno es el mosaico discográfico que la colección a la que pertenece, «Flamenco y Universidad» , ha armado con el empeño y la afición de Rafael Infante, quien la coordina. Que nadie venga aquí a deleitarse, sino a dialogar. A ver cómo se muestra una cultura que no busca el adorno, sino la transmisión sencilla de su verdad. Su padre cantaba con la mordedura de la fragua al cuello y él presta su testimonio. No viene a aportar nada, sino a recordar lo aportado anteriormente. Jerez, Mairena. Una garganta quebradiza que se va deshojando capa a capa con honestidad, rebuscándose adentro para no dejar ningún fleco al azar.

El taranto, de Manuel Torre, o de Chocolate, quien le toca de cerca. La soleá, de Alcalá, abriendo tímido las puertas del castillo y cerrando a bellos girones con el último estilo de Joaquín el de la Paula. Genuino, entragándose a una calidez que evoca a cobijo. Vuelve a acordarse de Chocolate en el fandango y aquí me paro . Los demás se reiteran en las creaciones del Niño Gloria y Vallejo, entre otros, porque se sienten más cómodos luciendo mientras este fandango corto, tan del Sevillano, tan del Gordito de Triana, tan de Pepe Aznalcóllar, se ha quedado sin escuela. Deja atrás lo solo aparentemente más complejo y desempolva una joya imposible en el mundo de hoy, de la que estoy profundamente enamorado. También incluye seguirillas, bulerías, bulerías por soleá, tientos y martinetes.

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