Bienal de Flamenco de Sevilla
Ceden el palacio de la Bienal a José del Tomate
El guitarrista almeriense, hijo de Tomatito, ha presentado «Plaza vieja», el álbum que publicó en 2018, junto a otros temas en un concierto de una hora de duración
Estamos ante uno de esos espectáculos donde no falla tanto la figura como el programador. No tiene sentido traer a la Bienal a un jovencísimo José del Tomate a presentar un disco que publicó en el 2018. Esa silla, la de protagonista de una noche en el Alcázar, debe ser más cara. Mucho más. Y la Bienal no ha de convertirse en un mostrador donde los artistas acuden a exponer su mercancía . Hay que venir con estrenos o, al menos, con obras recientes, como la mayoría de los músicos que le han antecedido en este enclave. Porque la intención, y más al comienzo de una trayectoria, es la de dejar huella, no la de salir airoso. Este lugar es un palacio y yo quiero un rey. Quiero el patio de la Montería henchido de ojos curiosos sobre las mascarillas como hubiese estado con su padre, Tomatito , o con una gran cantidad de guitarristas que arrullan ahora debajo de mis teclas.
¿Cómo tocó? Pues bien, correcto, enérgico, durante tan solo una hora . A la estela de lo que ha visto en su familia, con un elenco similar al que habitualmente acompaña a su maestro más directo, abrió la mano por tarantas. Bulerías, soleá, «Canción de amor», de Paco de Lucía, unos tangos para Camarón, tanguillos, rumbas y una versión de la zambra del Niño Miguel que me gustó saborear de nuevo en otras muñecas. La melodía del malogrado genio onubense resulta deliciosa para sanarse. Y él encierra buenas ideas como compositor. Mejor por ahí, por el momento, que como ejecutante, donde se muestra solvente, pero nada más. Insisto: la culpa no es suya, sino de quien lo llamó para esto. Que las montañas se alzan desde abajo y lo contrario es evocar a condena. Que las citas son premios que se ganan. Que las promesas son eso.
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