HISTORIA

Carlos III, un adolescente en la corte del Alcázar

Una biografía de Roberto Fernández recorre los años pasados por el futuro rey en la disparatada Sevilla de la época

Retrato de Carlos III ABC

EVA DÍAZ PÉREZ

A la puesta de sol se sirve el desayuno. El almuerzo, a las doce de la noche. El Rey se reúne sobre las tres de la mañana con los ministros y secretarios para despachar los asuntos de Estado. Y entre las ocho y las nueve de la mañana se cena. El Infante Carlos , quien con el tiempo y los azares llegará a ser el Rey Carlos III , asiste apesadumbrado a la extraña corte creada por su padre en Sevilla.

El joven es un adolescente serio y responsable que aún se asombra con las sorpresas de la vida. Pero es incapaz de asimilar estos episodios de locura y melancolía de su padre Felipe V . La amenaza de los problemas mentales de su familia será siempre uno de sus mayores temores. Nunca olvidará su adolescencia en Sevilla , en aquella corte para un rey loco.

Este año en el que se ha celebrado el tercer centenario del nacimiento de Carlos III quedaba por recordar un episodio singular de la biografía del monarca: su estancia en Sevilla durante el llamado Lustro Real , los años entre 1729 y 1733 en los que la familia real se traslada al Sur e instala la corte en los Reales Alcázares.

Un acontecimiento muy importante para la ciudad que en 1717 había perdido el monopolio comercial con América en favor de Cádiz, que al final llegaría a ser la gran ciudad del siglo XVIII.

Sevilla disparatada

Carlos III vivió los primeros años de su adolescencia en esa Sevilla disparatada. Su madre Isabel de Farnesio había decidido trasladar la corte en los Alcázares. Felipe V sufre de melancolía y para «curarse» deciden huir de los aires duros de Madrid.

«La excusa era visitar la flota de Indias , lo cierto es que el traslado a Sevilla, en abril de 1729, tenía como intención última paliar la salud mental de Felipe V y acaso alejarlo de Madrid y evitar con ello que el Consejo de Castilla pudiera ratificar una posible segunda abdicación del Rey», explica el historiador y Premio Nacional de Historia Roberto Fernández en la biografía Carlos III. Un monarca reformista (Espasa), recientemente publicada.

Un Carlos de 13 años asiste al espectáculo de su extravagante padre que escoge la madrugada para pescar en los jardines del Alcázar. Grandes cantidades de velas se colocan en los estanques aromados de alcanfor y ámbar . Al Rey se le aplican purgas, sangrías, baños e ingestión de jarabe de quina.

Esta experiencia marcará al adolescente que siempre tendrá miedo a padecer este trastorno familiar como herencia. Esa será una de las razones por las que Carlos III practicará la caza durante toda su vida, convencido de que el ejercicio físico impediría un deterioro mental. «En esta época el monarca se hallaba en un profundo desbarajuste mental, tal vez uno de los más severos de su vida. Se pasaba los días enteros acostado en su cama y siempre llevaba la misma camisa, pues decía que era la única que podía protegerle de los intentos de envenenarle», añade Roberto Fernández sobre el estado del rey en la corte de Madrid.

El Rey trastornaba a los cortesanos porque convierte los días en noches y vaga por las estancias con un bolsillo de la casaca lleno de triaca —una especie de antídoto contra venenos— y el otro con restos de comida. Llevaba barba larga —costumbre desaseada y poco celebrada por la aristocracia dieciochesca—, guedejas sucias bajo la peluca a la moda y la casaca hecha jirones.

Mercaderes de Indias

En el Alcázar el joven Carlos III ocupaba una zona orientada a la Casa Lonja, el edificio para uso de los mercaderes de Indias que con el tiempo se convertiría en la sede del Archivo de Indias, precisamente por orden del mismo rey que de adolescente contemplaba el edificio de sobrio estilo herreriano desde su alcoba.

Uno de los acontecimientos relevantes de su estancia andaluza será el viaje a la bahía de Cádiz donde descubre por primera vez el mar. Es allí donde contempla la imponente flota de la Carrera de Indias. América y el comercio de ultramar con las colonias será uno de los asuntos más atendidos durante su reinado.

También visitó con sus padres las murallas, los baluartes y la academia de guardiamarinas en Cádiz. La Familia Real se trasladaría después a Granada para evitar una epidemia catarral que estaba sufriendo Sevilla. Allí el joven Carlos habita La Alhambra. Luego se instalan en Cazalla de la Sierra durante dos meses antes de regresar a Sevilla.

Carlos pasaba el tiempo entre las lecciones de su preceptor, las charlas con sus hermanos «o las ocasiones conversaciones con el secretario de Estado, José Patiño , quien solía informarle del estado en el que se hallaban los asuntos de Italia que le concernían», apunta Roberto Fernández recordando que el Infante Carlos partirá de Sevilla camino de su destino italiano donde será duque de Parma y después Rey de Nápoles y Sicilia antes de que la temprana muerte de sus hermanos Luis I y Fernando VI lo convierta en Monarca de España.

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