La carcajada más cabal de las Tres Mil Viviendas
El II Festival Flamenco Alalá se ha celabrado en la Factoría Cultural del Polígono Sur con algunas de las primeras figuras del flamenco
«Alalá», que en caló significa alegría, es un palíndromo. Es decir, una palabra que se lee igual en un sentido que en otro. Exactamente lo mismo que le sucede al flamenco en el Polígono Sur. No importa dónde se empiece, porque todo desemboca en el ritual certero de la bulería . Da igual a dónde se mire, porque la mayoría de las cosas terminan en el punto justo en el que se unen. Gracia compartida, hábito y templanza .
Es la segunda edición de este festival que se organiza a beneficio de la fundación y todo un elenco de artistas de primera línea se han sumado a la causa. Como señaló el periodista Manuel Curao , encargado de presentar la gala, y después reafirmó Tomás de Perrate por soleá, «El pasito que yo doy/ese no lo daba nadie/yo lo hago por mis niños/que están pendientes del aire». Ay, los niños. Por ese motivo estamos todos aquí.
Segundo Falcón trajo rosas y jazmines en su granaína a un barrio que se lo agradeció. Los mismos olores que utilizó para lanzarse con valentía a los abandolaos y las cantiñas maestrantes. Pastora Galván puso el baile y arrancó intensos «oles». Manolo Franco , Paco Jarana , Emilio Caracafé y Diego Amador, el toque. Un tacón, una cuerda, una queja. Cada uno regala lo suyo y el público, nervioso, lo recoge.
Lo que muchos intentan lograr durante todo un concierto, una trayectoria quizá, y nunca llegan a conseguir, Caracafé lo hace cuando afina su instrumento. Suena a algo absolutamente genuino y propio. Por eso es un ídolo en estas callejuelas desconocidas para la mayor parte de la ciudad . Tras sus barbas hay un certeza que se intuye de soslayo y se reconoce al escucharlo tocar.
Herminia Borja , gitana de candil largo, es otra de las piezas singulares de este puzzle que tiene sus orígenes en Triana. Tangos para todos cuando aparece junto a Mari Vizárraga en el escenario. La comunión, el corro y la fiesta son de ellas. Igual que la elegancia ennegrecida pertenece a Esperanza Fernández , que sobrecoge al entonarse por alegrías, por la Niña de los Peines y por el Torre en el fandango.
Que nadie le intente explicar a los niños de la Fundación Alalá, que trabaja por la integración de los mismos, lo que es el flamenco, porque el flamenco será lo que ellos quieran. Que nadie dude tampoco de que lo jondo, como explicó Curao, «no está encerrado en el cajón de la tristeza» , sino que es motivo y forma de festejo . Lo hemos visto en la carcajada más cabal de un barrio iluminado que conserva la llamada cultura de la sangre.