Bienal de Flamenco de Sevilla
Manuel Herrera, pregonero de la Bienal: «Este festival nació para despertar a la Sevilla flamenca»
Quien fuera director entre 1998 y 2002 repasó la historia de esta cita hasta su conversión en el gran escaparate que es hoy en el Real Alcázar de Sevilla
Solo Manuel Herrera arranca un pregón pidiendo perdón. Por los poetas que le han antecedido en ese atril, por su forma poco ortodoxa de anunciar una llegada, aunque siempre fiel a sí mismo: «No voy a pregonar, voy a contar la historia de un festival que tenemos que poner en valor. Vengo a explicarle a los jóvenes su razón de ser» , comenzó. Posee una voz que pide abrazos, de tipo de mirada gacha y palabra amistosa, de hombre afable, de niño grande que ha crecido sin perder su inocencia, de Geppetto con sus criaturas de madera repartidas por el público, embelesado por su palabra, en el patio de la Montería del Real Alcázar, donde se dirigió al término del «flashmob».
Ha vivido la Bienal desde todos sus vértices . Cuando estaba en el limbo y en su niñez, joven y madura ya, como director durante tres ediciones y como aficionado, a ambos lados de las butacas. El flamenco le debe su entrega, que ha dado los mismos frutos que él ha cosechado: el cariño. Ha programado ciclos y conciertos, fundado la peña El Pozo de las Penas, en Los Palacios, y convertido su afición en un prisma desde el que trabajar y por el que luchar a lo largo de los años. Nacido en Casariche en 1937, durante las dos últimas décadas ha ejercido como coordinador de diferentes programas didácticos de la Fundación Cajasol.
Tras una breve contextualización histórica, remontándose a viejos lamentos y desembocando finalmente en el Concurso de Granada de 1922 , organizado, entre otros, por Manuel de Falla y García Lorca, comentó las relaciones entre la danza, el cante y la intelectualidad: «Aquello significó un paso de gigante. Pasamos de las reuniones marginales a ganar un espacio de honor en la intelectualidad de la época. Anteriormente, este arte se consideraba indigno. Era despreciado por la mayoría de poetas y escritores. Allí empezó su dignificación pública. Y hoy no hay un arte más digno y universal que este que aquí tratamos cada dos otoños, haciéndose tan larga la espera» , sentenció.
Agitar conciencias
«En los 70 y 80 teníamos que despertar a la Sevilla flamenca . Así nació La Bienal. Se hizo el proyecto desde las peñas. Nos propusimos celebrar un congreso flamenco para agitar conciencias. El objetivo era vincularnos con este vehículo de expresión y de denuncia al resto de las Bellas Artes. Y lo conseguimos. No ha sido un camino de rosas, pero aquí está, abierto al mundo en la intimidad de un patio, siendo el mayor escaparate con el que proyectarnos».
En referencia a la falta de representación de las peñas, germen de lo que aquí nos reúne, en el cartel actual, animó a revertir esta situación: «Los peñistas deberían ser el principal vivero para nutrir la programación . Esto beneficiaría a la calidad del arte. Sorprende que ambos mundos estén tan alejados». Con los mejores deseos para los próximos días y la mirada fija en los futuros escenarios, se marchó a la sombra de su arenga: «¡Larga vida a la Bienal!».
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