La Bienal de Flamenco de Sevilla 2018

Leonor Leal y su «work in progress»

La forma de entender el flamenco de la bailaora jerezana va más allá de los cánones tradicionales, sean éstos los que sean

Desde hace años, Leonor Leal luce pelo corto y rara vez viste con traje de flamenca MJ López Olmedo

Marta Carrasco

Leonor Leal nunca ha sido tradicional, ni en su baile ni en su estética. Desde hace ya muchos años esta bailaora jerezana luce pelo muy corto y rara vez un traje de flamenca al uso. Y no, no es una anécdota, es una clara declaración de intenciones de que su forma de entender el flamenco va más allá de los cánones tradicionales, sean éstos los que sean.

Pero su formación es flamenca, sin duda, no en vano ha estudiado con Angelita Gómez o Manolo Marín y comenzó trabajando en la compañía de Antonio el Pipa y posteriormente con Andrés Marín y el Ballet Flamenco de Andalucía .

Desde 2008 tiempo Leonor Leal vuela sola en la búsqueda de ese lenguaje que se adapte a su forma de sentir y pensar, algo importante cuando se quiere tener coherencia creativa. Desde obras como «Leoleolé», «Mosaicos» o «Frágil», Leal ha querido desarrollar un lenguaje que, aunque esté dentro de los cánones, los deconstruya poco a poco. Así fue en su colaboración con Ursula y Tamara López en la obra sobre Julio Romero de Torres, donde fue dirigida por el artista plástico Pedro G. Romero.

«Nocturno» ha sido el estreno en esta Bienal de Flamenco, una obra con una estructura sencilla, tan sólo tres intérpretes en escena, pero de categoría: la bailaora, el guitarrista Alfredo Lagos y el percusionista (felicidades por su reciente cátedra), Antonio Moreno.

Una serie de objetos varios en la escena que Leonor Leal va recogiendo y poniendo en una mesa. Sobre ella luego Moreno desarrollará su percusión, ya sea sobre un platillo, una tabla de lavar de madera, una botella, todo vale a este magnífico genio de la percusión.

El espacio sonoro creado para esta obra por Jean Geoffroy es absolutamente contemporáneo, y la adaptación que Alfredo Lagos hace de su guitarra a esta sonoridad, es de destacar.

Soleá, guajira, farruca..., palos deconstruidos que Leonor Leal, traje pantalón y blusa, sin más adornos, va desgranando, durante una hora.

Es un «work in progress», un trabajo hecho para sí misma y que ha querido compartir con el público. No es una propuesta fácil, pero sí denota que los bailaores flamencos están intentando entrar en unas nuevas estéticas y formas de trabajar, habituales por ejemplo en danza contemporánea. Y digo yo, ¿por qué no? ¿Quien le pone puertas a la creación?

Me gustó la valentía de Leonor Leal de no hacer concesiones y llevar a cabo una obra cerrada, que auguro va a tener éxito en circuitos más abiertos a la danza y la experimentación tan habituales fuera de nuestras fronteras, aunque está muy bien que lo haya estrenado en Bienal.

Leonor Leal sigue conservando su baile de pies, limpio, matizado, y el braceo lo ha adaptando a una imagen más geométrica, más contemporánea. A destacar el trabajo de los dos músicos, un percusionista fuera de serie que puede hacer sonidos de cualquier elemento, y un guitarrista que sin olvidar sus esencias jerezanas, se mete en el clásico y en lo contemporáneo con fluidez. Fundamental en esta obra la colaboración inestimable de la coreógrafa María Muñoz, de la compañía Mal Pelo, que forma un buen tandem junto a Leonor Leal. La mezcla de lenguajes a veces ofrece estos brillantes resultados.

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