La Bienal de Flamenco de Sevilla de 2018

La luz del caos

Bolita presentó «Caótico» con algunas colaboraciones de lujo y cosechando éxito entre el público

La actuación de Bolita en La Bienal de Flamenco de Sevilla Juan Flores

Luis Ybarra Ramírez

Bolita se encerró en el Café Alameda con una orquesta de jazz para tocar flamenco y presentó sus credenciales como concertista. El marco en el que lo hizo cobró sentido con su espectáculo. Las luces tenues, la colocación de las mesas, el público. Todo acompañó a su toque y al de su banda. «Caótico» es un manojo de ideas que al de Jerez se le atragantan con gusto . Está repleto de ellas y las ejecuta con nervio y garra. Curva la espalda detrás de la guitarra y se agacha. Gesticula, baja el mástil. Nunca permanece inmóvil y se recrea más en el aspaviento que en el silencio. Su técnica va más allá del mínimo exigible y con ella cruza puentes que para muchos serían inalcanzables.

También tuvo invitaciones de lujo. La cantaora Argentina se sentó con la voz de Tomás para cantarle por seguirillas y Marina Heredia pintó unos tientos de blanco. Troníos de Huelva y Granada que el de Jerez coló por la boca de su sonanta. Su trémolo trajo algo de oriente. Paquito González le hace compás y él le regala un contratiempo tras otro. Picados, rasgueos que contagian energía y alzapúas que se le rompen en la mano. Las alegrías caminan entre La Viña y Nueva Orleans con El Londro jaleando tirititranes. Igual que la farruca, donde vuelve a ser el tiempo por donde Bolita se coloca el jazz en el bolsillo. A pesar de ello, jamás pierde su sentido flamenco. Ahí está la mayor dificultad.

Los artistas que se encuentran entre el público acaban en el escenario para apoyarle y con ellos llega la fiesta mayor. El barullo implica desorden, pero el productor y guitarrista goza de claridad dentro de su enredo . Que en Jerez hay una generación de tocaores que se viste por los pies es una evidencia que desde hace algunos años se hace más notable. Bolita es inquieto. Toca por soleá con el puño abierto y después filtra los metales de Miles Davis por las seis cuerdas. Él es la única luz de su propio caos.

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