Bienal de Flamenco: Los protagonistas del baile se confiesan

Dicen que en el flamenco ya no hay «tantos egos», pero que en algunos aún quedan «cristales en el estómago». Son el baile de la próxima cita en Sevilla

MARTA CARRASCO

Han llegado al antiguo Monasterio de Santa Clara , hoy sede de la Bienal de Flamenco, como si se hubieran citado en una reunión de antiguos alumnos. «Hace mucho que no nos veíamos», le dice Eva Yerbabuena a Rocío Molina y Javier Barón , mientras se saludan «Barullo» de la familia de los Farruco y Antonio Molina «El Choro» ante la mirada de Antonio «El Pipa» que ha llegado acompañado de su hijo Antón. Llega el maestro Manolo Marín, y siguen los «hola», «cuánto tiempo»...

Allí, junto a la fuente del antiguo convento, diecisiete primeros bailaores y maestros que participan en la próxima Bienal de Flamenco . Una concentración inédita de varias generaciones: Manolo Marín y José Galván encabezan a los veteranos y maestros; junto a ellos, Eva Yerbabuena, Javier Barón, Isabel Bayón, Rocío Molina (todos ellos premios Nacional de Danza), «Barullo» de los Farruco, Antonio «El Pipa», Olga Pericet, Pastora Galván, Úrsula López y Tamara López junto a Leonor Leal; Antonio Molina «Choro» y Patricia Guerrero; Anabel Veloso, José Galán. Entre ellos reúnen más de veinte «Giraldillos» de interpretación y coreografía. Son el presente del baile flamenco y sobre todo, el futuro.

Y empiezo por provocarles un poco, preguntándoles si todos los que están allí bailarían juntos. «Pues claro que sí», dicen al unísono, «que la Bienal haga la producción», señalan con una sonrisa Eva Yerbabuena y Javier Barón, mientras Isabel Bayón afirma que, «nosotros somos bailaores, pero aquí se ve la diversidad del flamenco y eso es lo bueno, si no, sería aburrido», dice la bailaora sevillana. «Eso de los egos del flamenco ya no existe», asegura Antonio «El Pipa», aunque el veterano maestro José Galván , hace gestos y sentencia: «aunque algunos tienen cristalitos en el estómago»... y todos ríen.

Creen que el flamenco actual «no es mejor ni peor». Para Eva Yerbabuena, «es diferente, pero eso de que para bailar bien hay que pasar hambre, es historia. Ninguno de los que estamos aquí hemos pasado hambre», pero Manolo Marín interviene : «No, vosotros no. Pero no veas mi generación».

Aunque todos usan las redes sociales, para el maestro Manolo Marín a veces son un peligro, «porque la gente no hace más que imitar y copiar» , aunque para Úrsula López, «con criterio puedes conocer lo que hacen otros».

En la sala, algunos con familias señeras en el flamenco , como Antonio «El Pipa» y «Barullo». Para el primero, «tengo suerte de ser nieto de Tía Juana la del Pipa, pero si no me hubiera formado, no habría sido igual ».

Para «Barullo», «ser nieto de Farruco , es un premio, pero todos tenemos una familia en el flamenco. El que no la tenga por herencia, que la busque por arte». Junto a él su hermana África, que actúa en la Bienal, asiente. «Pero siempre os están midiendo, ¿no?», contesta Yerbabuena. «Sí, reconoce «Barullo», la gente te compara y te pone metas».

Algunos flamencos se han acercado más a otros estilos. «Yo entré en el Ballet Nacional, recuerda Javier Barón, como flamenco. Aprendí danza española, escuela bolera, palillos, folklore ... y seguí siendo flamenco». Tamara López, quien también fue primera bailarina del Ballet Nacional, dice que «una danza enriquece a la otra».

¿Mujeres, hombres?

Y entonces una nueva provocación: «dicen que antaño el flamenco fue de las mujeres, en los 60 y 80 del siglo XX , de los hombres, ¿y ahora». Bromas, risas, y muchas conversaciones cruzadas hasta que Eva Yerbabuena sentencia: «de las mujeres, siempre», «es que sois más», dice «Barullo» con amplia sonrisa.

Pero la cosa se pone seria cuando Yerbabuena afirma que, «aunque hemos avanzado mucho, en el flamenco sigue habiendo machismo. Conocí a una gran cantaora, María Bala , y no cantaba porque su marido no quería. Y era increíble. Ser tocaora no estaba bien visto, ¿cuántas hay? Pero hoy día, gracias a Dios, nosotras lo tenemos más fácil».

Siguen las conversaciones cruzadas. Hace mucho que algunos no se veían y llega corriendo Pastora Galván que se incopora... «es que vengo de Chipiona»... dice.

En el grupo, bailaores gitanos como «El Pipa», «Barullo», «Choro» o Pastora Galván, el resto no. Y surge lo de «lo gitano y pureza» en el flamenco, algo que «Barullo» tiene claro: «Yo creo que un gitano que baila flamenco, pues lo hace gitano y ya está. Y el que no lo es, sigue bailando flamenco», afirma.

Isabel Bayón recuerda cómo de pequeña, «me subí a un escenario con seis años», veía a muchos cantaores, «y no preguntaba quién era gitano o no. Simplemente admiraba a quien me gustaba», dice la sevillana.

La malagueña Rocío Molina ha estado más callada, observando y riendo las ocurrencias de sus compañeros, y cuando le pregunto si no hay que estar un pelín loco para subirse a un escenario, se le amplía la sonrisa, «sí, supongo que sí, es verdad. Cuando sales y estás entre cajas, ya no hay remedio . El corazón te va a cien y no sabes lo que va a pasar, entonces viene la adrenalina, y sales. Pero mira, el baile sana»..., «sí, sí...», afirma el resto del «elenco» presente. Todos coinciden en algo: no disfrutan de los estrenos, «sino después, cuando ya han pasado. Un estreno es como un cólico nefrítico», sentencia Yerbabuena.

Bailar enfermos

No entienden por qué no se invierte en el flamenco. «La Bienal debería hacer más producciones », dice Yerbabuena, mientras José Galván comenta que «nadie pone en duda cuando se invierte en futbolistas».

Todos están de acuerdo en que cuantos más años, «más cuesta todo. Hay que pasar la ITV cada dos por tres y de vez en cuando, pastilla va, infiltración viene», dice Javier Barón, y entonces surgen todos los «males» del baie.

Salir a bailar, «con 40 de fiebre yo una vez », dice «Barullo», «y yo también», afirma «El Pipa». «Yo he salido con el menisco tocao», comenta «El Choro», y Barón da la puntilla, «yo una Bienal en el hotel Triana salí malísimo. Tenían un lumbago... No sé ni cómo pude bailar... y van y me dan un Giraldillo por el momento mágico. A lo mejor es que hay que estar malo», bromea el de Alcalá de Guadaíra.

Manolo Marín y José Galván ven a muchos de sus alumnos hoy en los escenarios, «pero no por ello me tienen que gustar», dice Marín. «A mí me tienen que llegar, no es sólo cuestión de bailar flamenco», afirma Galván.

Y entonces empiezan a rememorar sus inicios, escuelas, maestros, lugares donde empezaron...

« Yo recuerdo la peña Juan Breva de Málaga y cómo muchos me tiraban claveles o chaquetas. No aplaudían, pero me tiraban cosas», dice Rocío Molina, mientras Isabel Bayón se acuerda de su primera participación en la Bienal: «Yo era muy chica» .

Para «Barullo», «El Choro» y Anabel Veloso, es su primera participación con compañía y obra propia. Los demás son veteranos.

Y otra cuestión que a veces pica: «¿se puede bailar sin ganas?».

Sí, se puede, afirman todos, y no tienes más remedio. «Le echas oficio», dice Olga Pericet, «y también si tienes compañía te apoyas en ellos», afirma Patricia Guerrero . «Es que no queda otra», dice Barón «porque es lo que tienes que hacer. A veces incluso tú piensas que has estado mal y, sin embargo, a la gente le has gustado». «Esto a veces no se comprende. Es cuestión de tripa», afirma Leonor Leal. José Galván recuerda cómo antaño en los tablaos se hacían dos y tres pases: «Lo que más molesta es bailar cuando la gente está comiendo y hablando y tú ahí, bailando con toda tu alma».

La Bienal: más apoyos

Y viene la parte seria. Todos quieren que se apoye más al flamenco y que «los montones de teatros que hay en Andalucía tengan compañías residentes», dice Yerbabuena. José Galán reclama también ayudas para su campo: el flamenco y la discapacidad, difícil materia.

¿Van a ver los espectáculos? «La Bienal nos debería dar acreditaciones», dice Eva Yerbabuena, «o al menos rebajarnos el precio» , añade Barón, para poder ir, aunque Isabel Bayón es más tajante: «Hasta que no pase el mío, no puedo ver a nadie».

La Bienal es el gran festival por excelencia. «En un estreno en la Bienal te lo juegas todo. No hay forma de retocar nada», dice «El Pipa».

Todos reclaman que vengan más programadores a la Bienal, «debería ser el encuentro por excelencia de todos los programadores», coinciden Rocío Molina, Olga Pericet y Yerbabuena y asienten todos los demás.

Todos comentan que actualmente no hay más que dos «escaparates» para el flamenco: La Bienal de Sevilla y el Festival de Jerez . «El resto del año, nada. Ni una programacón, ni siquiera temporada de flamenco. Es como si en Viena no hubiera conciertos», comenta Yerbabuena.

«En Madrid no se enteran de lo que aquí pasa. La Bienal debe tener una proyección mayor», aunque Rocío Molina también echa la culpa a la «otra parte» . «También los programadores deben preocuparse por saber lo que se está haciendo. Es su tarea».

Para todos, las redes han cambiado la distribución del flamenco. «Antes había que enviar cartas y cartas..., ahora basta un mail» , dice Pastora Galván, pero, pese a Internet, todos coinciden en una cosa: «Público, deje el Youtube. No hay nada como el directo».

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