Bienal de Flamenco 2020

La Bienal de Flamenco del Covid: se canta lo que se pierde

El «mayor festival flamenco del mundo» inaugura este viernes una edición marcada por la pandemia en la que habrá reducción tanto en los patios de butacas como en la programación

El cantaor cordobés El Pele, durante un recital Álvaro Carmona
Alberto García Reyes

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El flamenco alivia. Lo escribieron los hermanos Machado, hijos de Demófilo, el primer antologista importante de las letras del cante. Manuel dijo que «cantando la pena, la pena se olvida» . Antonio escribió en sus «Canciones a Guiomar» que «se canta lo que se pierde» . Por eso esta XXI Bienal de Flamenco es netamente machadiana. Está pensada para olvidarla cuanto antes. Una transición dolorosa. La pandemia ha sido un mazazo y también una excusa . La dirección siempre podrá remitirse a las condiciones provocadas por el virus para justificar la constelación de ausencias, que hacen un daño indiscutible a la historia del que presume de ser el mejor festival flamenco del mundo. Las grandes citas no pueden prescindir de los grandes nombres . Esta vez se han subido al carro El Pele, Farruquito, Dorantes, José Valencia, Rocío Molina, Antonio Canales, Pedro el Granaíno, Rancapino Chico, Israel Galván, Andrés Marín, Pedro Ricardo Miño y Estrella Morente. Nombres indiscutibles a los que se suman clásicos como Inés Bacán o Tomás de Perrate junto con un manojo de jóvenes que buscan su consagración. Pero esta no es la Bienal de las oportunidades o del cambio generacional, como defiende su director, Antonio Zoido , sino la de la reducción de aforo tanto en el patio de butacas como en los carteles. Es una edición que está más condicionada por lo que falta que por lo que hay . La lista es gruesa, gustos aparte. Maestros históricos: Rancapino, Pansequito, Aurora Vargas, Manuela Carrasco, Carmen Linares, José de la Tomasa , Pepa Montes, Milagros Mengíbar, la Cañeta, Carrete, José Mercé, Juan Villar, Manuel de Paula, Pepe Habichuela... Figuras contemporáneas: Miguel Poveda, Arcángel, Marina Heredia, Argentina, Eva Yerbabuena, Javier Latorre, Isabel Bayón, Javier Barón, María Pagés, Sara Baras , El Pipa, Tomatito, Rafael Riqueni, Vicente Amigo, Pitingo, Antonio Reyes, Jesús Méndez, Joaquín Grilo... Incluso se puede hablar de transgresores por derecho para los espectáculos más limítrofes como Raimundo Amador o Kiko Veneno. Y también se echa en falta, si de verdad es una Bienal concebida para dar paso a la savia nueva, a voces de las que se está hablando ahora de verdad como las de Israel Fernández o Manuel de la Tomasa , entre otros. Pero ya está dicho: cantando la pena, la pena se olvida.

Aunque la programación está muy devaluada y las ausencias son demasiado importantes, se esperan varias consagraciones

La Bienal del Covid es de transición sobre el papel. Pero el flamenco nunca puede analizarse a priori, aunque es cierto que los festivales de esta importancia tienen que ser atractivos para los aficionados y para los que no lo son. Su objetivo tiene que ser atraer el máximo público posible sin defraudar al público de siempre . Es difícil, claro. Por eso se hace cada dos años, para que a los artistas les dé tiempo a pensar y Sevilla pueda exponer por dónde va el flamenco en cada momento. Y por eso la crítica es especialmente afilada en este certamen, porque no es un festival más. Es el festival de los festivales, el que marca tendencia, el que pone el rumbo. Si se queda en una mera programación de nombres más o menos conocidos, se pierde en el marasmo de carteles. Y la Bienal es otra cosa. Sus organizadores tienen que estar al tanto de todo lo que se cuece en el mundillo, no esperar que sean los artistas los que proponen proyectos, hay que ir a buscarlos, a pedirles que se impliquen, a proponerles ideas que no puedan verse en ningún otro lugar del mundo . Y sobre todo hay que sacar a la luz los tesoros escondidos. Descubrirle a todo el mundo lo que hasta el momento de subir al escenario en Sevilla sólo sabían los buenos aficionados. Todo esto hay que hacerlo con pandemia o sin pandemia. Lo que hay que reducir cuando vienen situaciones como la actual es el formato, no la calidad.

En todo caso, como el flamenco siempre es una caja de sorpresas, mejor será que la teoría espere a que llegue la práctica. Porque nunca se sabe quién puede rompernos las costuras con un día de máxima inspiración. De hecho, en esta programación no hay ningún artista falto de condiciones, cosa que sí ha ocurrido en otras ediciones . Eso es un punto a favor. Podrán defraudar por falta de temple ese día o porque hayan planteado espectáculos fallidos, pero no por carencia de aptitudes o de conocimiento. Tendremos, por tanto, una Bienal tranquila en ese sentido salvo que a alguno de los cabezas de cartel se le haya ocurrido presentar una transgresión sin sentido. Y lo más interesante que plantea este mes de jondura puede estar en las consagraciones. José Valencia y Pedro el Granaíno van a mandar en el cante con el permiso del Pele . Eso nos permitirá comprobar si ya han cogido el suficiente cuajo como para sustituir a la generación precedente y las nuevas figuras pueden mandar en esto por sí mismas. Y nos va a descubrir si han hurgado más en sus propias personalidades que en sus referentes. El primero es lebrijanista confeso —ole— y el segundo mezcla con mucho tino a Camarón con Enrique Morente —ole otra vez—, pero quizás ya es la hora de que empiecen a dejar su huella propia. En ese mismo plano, aunque con una trayectoria más corta, está Rancapino Chico , un cantaor que hace justicia a su saga, así como la trianera La Tremendita , que se ha decantado por terrenos más transgresores, y Rafael de Utrera . También viene pisando fuerte María Terremoto , que después de sus huracanes juveniles vuelve a Sevilla a buscar su temple.

El festival se enfrenta a una edición sin extranjeros, que suelen ser mayoría entre el público

En el baile no hay nada que decir de Farruquito , líder de su generación, ni de Rocío Molina , ni menos aún de Antonio Canales . Pero hay que prestar atención a artistas que vienen desde la sombra, como la malagueña la Lupi y la gaditana María Moreno o Mercedes de Córdoba . Y en el apartado instrumental, Dorantes y Pedro Ricardo Miño aparte, habrá un duelo entre los cuatro guitarristas jóvenes más interesantes: Antonio Rey , que tiene una legión de seguidores, Dani de Morón , el malagueño Daniel Casares y el onubense Manuel de la Luz . Ya veremos.

Lo cierto es que el Covid ha pasado por la Bienal como la bailaora Rocío Molina sobre el cartel de Lita Cabellut. Lo ha pisoteado todo. Para empezar, no habrá extranjeros entre el público y suelen ser mayoría . Así que a partir de ahora hay que tener cuidado con cumplir la esencia machadiana demasiado a rajatabla. Si se canta lo que se pierde, esperemos que lo que se ha perdido este año no sea irrecuperable. Cuando esto acabe hablamos, pero ahora vamos a escuchar.

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