Crítica de Danza
Bach, danza y pizzicato, un trío que funciona
Estreno en el Teatro Central de Double Bach con Pablo Martín Caminero y Tamako Akiyama, dirigidos por Antonio Ruz
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Las Suites para violonchelo de Bach vieron la luz durante el llamado "período de Cöthen", y están consideradas como una de las mayores obras para violonchelo jamás escritas. Algo así pensó el contrabajista Pablo Martín Caminero, que con algo de envidia por lo que los cellistas podían intepretar, quiso tomar a Bach entre sus dedos, y transportarlo a la técnica del pizzicato que usa al contrabajo al interpretar jazz.
Esta locura no había terminado ahí, pues lejos de quedarse quieto ante este reto, Martín Caminero fue más allá, y como las piezas de Bach se inspiraban en las danzas cortesanas como la zarabanda o el minué, quiso el contrabajista que volvieran a ser danzadas, pero con estética del siglo XXI. El proyecto lo tomó con entusiasmo el coreógrafo Antonio Ruz y pensó unicamente en Tamako Akiyama como bailarina.
La sala B del Teatro Central se llenó anoche hasta la bandera para asistir a esta ceremonia de danza y música en la que los dos intérpretes desgranan, durante cincuenta minutos, todos los secretos de Bach y del contrabajo.
Un rectángulo blanco y Martín Caminero sale vestido también de blanco al centro del escenario. Entre sus manos el contrabajo italiano del siglo XIX con el que va a interpretar su música. Empieza a tocar las Suites de Bach y sus dedos pellizcan las cuerdas con las yemas de los dedos. Cierra los ojos y no los volverá a abrir en toda la obra. Es como si flotara y tocara a ciegas.
Tamako Akiyama sale a escena. Su presencia es imponente, la suavidad y limpieza de sus movimientos es un acompañamiento fundamental a esta música. Ambos intérpretes parecen que no son sin el otro, incluso cuando alguno de los dos desaparece del rectángulo blanco, se crea la necesidad rápida de que vuelva. Sobre el tapiz, la luz hace dibujos geométricos que aprovecha la bailarina para fijar sus movimientos.
La dificilísima interpretación de Pablo Martín Caminero es impecable. El susurro de la voz del músico se hace oir en los momentos más difíciles y su cuerpo se mueve como si fuera una danza natural.
Antonio Ruz ha conseguido darle un carácter especial a este "Double Bach", consiguiendo que la obra sea un poema íntimo que emociona en la que hay una aparente soledad, pero la música y la danza nunca abandonan. Todo es difícilmente sencillo, limpio, sin aristas, sin sobresaltos. Una perfecta armonía. Pizzicato, Bach, contrabajo, danza..., palabras que van a ir juntas a partir de ahora.