Poesía
Antonio Machado, una referencia más moral que social para el canon poético del 50
La imagen icónica del grupo de los 50 es el viaje que realizaron a su tumba en Colliure
Si hay un poeta con el que se haya identificado la Generación del 50 , hasta el punto de elevar su influencia a la categoría de magisterio ese es el sevillano Antonio Machado . De hecho, pocas imágenes resultan tan icónicas de esa generación poética, que la del grupo de escritores que peregrinaron en 1959 a la tumba de Antonio Machado en Colliure para conmemorar los veinte años de su muerte, tras una agónica marcha hacia el exilio , un 22 de febrero de 1939.
En esa foto se pueden identificar a la mayoría de poetas que forman el núcleo duro de esa promoción poética , la que aparece en la mayoría de libros de texto, en la que tiene un peso específico el grupo catalán que formaban Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma y José Agustín Goytisolo , entre otros. En la imagen aparecen también Ángel González, José Ángel Valente y el único andaluz del canon, el Premio Cervantes José Manuel Caballero Bonald.
La filiación de la Generación del 50 con el poeta sevillano se establece prácticamente desde el principio, si este se puede situar en la antología que se convirtió en canónicos a la mayoría de autores antes citados, pero que también fue muy criticada por parcial: «Veinte años de poesía española» (1960), del crítico catalán José María Castellet .
En su prólogo, el antólogo realizaba un lectura interesada de Machado para situarlo como antecedente del «realismo crítico» que Castellet defendía y que permitía trazar una continuidad desde el poeta sevillano, pasando por el grupo social de la posguerra, hasta la Generación del 50.
Esta lectura llevaba aparejada un desprecio del simbolismo , identificado con la otra gran figura poética de principios de siglo, Juan Ramón Jiménez , vilipendiado por un amplio sector de la poesía social, como gráficamente resumen estos malintencionados versos de Gabriel Celaya : «¡Vean a Juan Ramón, el sensitivo,/mirándose el ombligo entre suspiros!».
Ni esa lectura sesgada de Machado, en opinión de Julia Uceda , ni esa fronteras trazadas eran, sin embargo, reales para la mayoría de poeta, ni siquiera para los del canon, cuya obra difícilmente encajaba en ese molde de «realismo crítico» del que el propio Castellet abjuraría poco después.
El legado juanramoniano
Porque no solo la mayoría de los poetas andaluces seguiría atenta tras la Guerra Civil su influencia, sino que también los poetas de los grupos madrileño y barcelonés mantenían una concepción de la poesía como vehículo de conocimiento interior y de su entorno que «conecta de forma clara con algunos de los planteamientos poéticos de Juan Ramón Jiménez, del que algunos de ellos se sienten deudores».
La afirmación es del especialista y doctor de la Universidad de Salamanca Luis García Jambrina , incluida en «La promoción poética de los 50» (2000), quien señala como la gran aportación de este grupo «un nuevo tipo de poema dentro del panorama de la poesía española». Un poema concebido «como un proceso de conocimiento y de descubrimiento tanto para el poeta como para el lector».
Poemas más meditativos, más subjetivos, próximos a la lengua conversacional, que ensanchan la tradición poética española con la «inteligente asimilación» de corrientes y autores extranjeros y que «ponen en el acento en eso que se conoce como sentido moral del arte , algo en lo que cabe reconocer el magisterio de Antonio Machado», añade Jambrina.
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