Crítica de teatro

Abuso de confianza

La obra «Sólo un metro de distancia» plantea un tortuoso y demasiado alargado periplo sobre los abusos sexuales

El cuarteto protagonista de «Sólo un metro de distancia», que se pudeo ver en el Cicus ABC

Alfonso Crespo

El teatro aquí ya no es eso que puede acaecer como de milagro, que se puede «revelar» tras recorrer veredas misteriosas; se trata de otra cosa, una especie de sesión o de clase, una terapia —nada lejos de la «autoayuda» , y no lo decimos sólo peyorativamente— no muy distinta a las que se somete la protagonista de «Sólo un metro de distancia» , entre psicólogos y psiquiatras, en su tortuoso periplo en busca de la raíz de una herida (los abusos sexuales por parte de su propio padre) que necesita canalizarse y expresarse de alguna manera para comenzar a remitir.

Es decir, aquí el espectador se convierte, más que en el espía y voyeur que casi siempre fue, en una especie de «receptáculo de voces», pues lo que ocurre en escena tiene sobre todo que ver con una autopsia coreada , con el minucioso y polifónico ataque a un tema —el abuso, sus víctimas y perpetradores— del que se pretenden extraer todas las consecuencias posibles a partir de su punta visible, ya que el resto del iceberg se sabe sumido en un impenetrable silencio y la mayoría de preguntas carecen de respuestas unívocas.

Esto se traduce, en términos representativos, en una fatigosa reduplicación enunciativa , que, incesante, mezcla el estilo indirecto con el directo, y según la cual el cuarteto de solventes actrices va viviendo la escena al mismo tiempo que genera una distancia sobre ella, una perspectiva desde la que juzgar, o simplemente tratar de entender, el porqué de lo dicho y lo hecho por los protagonistas del espinoso asunto.

Así, el protocolo compasivo que establece «Sólo un metro de distancia» avanza y retrocede al mismo tiempo, hundiéndose en la arena movediza de una psicología parlanchina que lo apuesta todo a la conexión sentimental con la audiencia desde el umbral de la lágrima apenas contenida.

Cuando, en la parte final de una obra demasiado alargada , se suspende este férreo dispositivo y las actrices deben habitar el espacio-tiempo sin su amparo, las escenas se sienten atropelladas, flácidas y torpes , pues la gestualidad de los cuerpos anda lógicamente entumecida y las agujetas se concentran en la lengua.

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